Capítulo 11 (La sorpresa que no fue sorpresa)

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—Eso explica por qué te cae mejor Nendo.

—¡Oye! Nendo ni siquiera tiene pinta de chico malo. ¡Y mucho menos tiene personalidad de alguien rudo! Solo parece un malandro que te va a robar en cualquier momento, nada más. —acotó Hikaru, dándole un golpe en el brazo al psíquico—. Además, no tiene motocicleta ni usa chaqueta de cuero y tampoco me trata mal. Así que no.

—Yare yare... no estás viviendo en un fanfic.

—Saiki... tú y yo estamos en un fanfic...

Ah, es cierto.

—Bueno, que me desvío del tema. En pocas palabras, me gustan los típicos hijos de puta que fuman, tienen una motocicleta y son chicos rudos. —dijo ella, su voz tenía un tono hasta orgulloso. Saiki pensó que muchas cosas de lo que le gustaban a Hikaru, coincidía con su pasado.

—¿Por qué te gusta que te traten mal? No tiene sentido.

—Oh, Saiki... Si tú supieras...

El mencionado rodó los ojos.

—Eres una maldita sadomasoquista. Te golpearía, pero te gustará.

—Jódete, Saiki. Nunca dije que me gustara que cualquier tipo me pegue, solo los que yo autorizo. —no se notaba, pero la azabache se estaba divirtiendo muchísimo con la conversación.

—Supongo que a mí no me autorizarás.

—Jamás de los jamases.

Ambos se quedaron en un extraño silencio. El banco en el que estaban sentados les daba una vista completa del área de juegos para niños. Y se podía apreciar cómo los chiquillos correteaban, se tiraban por el tobogán, se columpiaban, entre otras. Hikaru se acomodó mejor en su lugar, sonriendo levemente de lado y mirando a Saiki.

—Bueno, ya que no me vas a decir por qué me trajiste aquí... me veo obligada a pedirte que me compres un helado.

—¿Y quién dijo que te lo compraría?

—Yo, la reina del universo. —habló ella divertida, parándose de su asiento para poder estirarse un poco—. Si me compras un helado te prometo hacerte unas gelatinas de café.

—¿Qué gusto quieres?

La tarde pasó prácticamente volando.

Hikaru y Kusuo realmente no supieron cómo terminaron en el centro comercial, mirando, criticando y comprando alguna que otra cosa, por supuesto que el psíquico terminó pagando todo. Aunque para su suerte, lo único que debió comprarle fue un helado y una pequeña barra de chocolate barato.

—No sé quien crees que soy, no tengo tanto dinero.

—Mi sugar daddy. Ahora cállate o no te mandaré fotos de gelatina de café.

—Pensé que ibas a decir-...

—Por lo que veo, lo único que te excita son las gelatinas de café. —respondió la joven, mientras le daba un mordisco a su chocolate y reía entre dientes.

Una vez que el sol empezó a esconderse, Saiki le dijo a Hikaru que era tiempo de que él la lleve a su casa. Ella le agradeció por ser tan caballero y empezaron a caminar. En un momento, la azabache se quedó parada de golpe, llamando la atención de Saiki. Este se puso a su lado y deslizó sus orbes hacia la dirección en la que ella miraba tan entretenida. Frunció ligeramente la frente cuando notó que ella tenía los ojos fijos en una panadería que aún no abría al público.

—¿Qué estás...?

—Aquí voy a trabajar la semana que viene. —habló la joven, ya volviendo a observar al menor—. Mandé mi currículum hace unos días y me aceptaron. Quiero empezar a ahorrar así me independizo de una vez por todas.

Con sabor a azúcar. Where stories live. Discover now