—Ese es mi Bells, entonces ¿Qué puesto quieres en mi mandato? Te puedo mandar construir una heladería.

Me gustaría compartir su sonrisa, siento mucho, y no siento ese camino como lo correcto incluso si el rey se la pasa desaparecido. Tal vez ese era nuestro problema, estábamos hecho para no sentir y buscar solo nuestra felicidad olvidando que la felicidad es una emoción, no una meta, no un trono.

—No puedes hacer esto, Paimon.

Cambió su semblante en un segundo, a la defensiva, con algo de decepción en su mirada.

—¿Por qué? ¿Al favorito no le da la gana?

—No soy el favorito, empecemos ahí, mas ¿Por qué quieres dedicar toda tu eternidad a un pueblo que no te importa?

—Poder, —respondió sin tapujos— ¿Sabes lo fascinante que será?

—¿Y luego qué? —suspiré — Pai, tendrás lo que quieres, pero ¿Crees que eso realmente te dará felicidad eterna? No es así, estamos en constante crecimiento y no puedes jugarte la vida por algo que ni siquiera estás seguro de querer.

—Por supuesto que lo quiero.

—¿Por qué? ¿Por qué te dijeron que debías aspirar a ello?

—Porque sí, no sabes de lo que hablas.

—No, no lo sé —aclaré— pero sé que armar caos en la tierra, aquí o en el cielo no llenará el vacío que nos dejó crecer con gente tan podrida. Si quieres una nueva realidad, no es la manera.

Se quedó callado, desvié la mirada.

—Sé que es complicado creerlo, mas hay formas de sentirte bien como antes y este plan no es una de ellas.

—Dices puras tonterías, esta charla de cancela.

—Paimon no te condenes a vivir sin elegir tu vida.

—Cállate, —golpeó la mesa, cerré la boca asustado— también quiero que el circo que armaste afuera termine ahora mismo.

No se puede razonar con alguien ciego por sus ideales, una lástima.

Bajé a la sala para ver el final de la presentación de Fer, Paimon fue detrás de mío, estuve a punto de decirles que se acabó el tiempo, pero ver a la multitud tan atenta me dio ganas de hacer la mía igual, sin importar que ocurra luego.

Al proyector al subir al escenario puse las imágenes que hice para mi presentación en la maquina conectada, Angie se encuentra parada al final de toda la multitud observándome, todos lo están, la luz blanca me apunta dejando el resto del lugar oscuro. Apreté el micrófono entre mis manos.

—Experimentar para entender, Belcebú. —me presenté.

Traje una silla hasta el centro del escenario, el calor de las luces combinado con el ambiente natural del infierno me hizo sudar en exceso, muy nervioso e indeciso dije las primeras palabras.

—La forma en la que nos crían para sentir en el infierno está mal hecha. —mis primeras palabras y en mi familia ya me miran mal.

Perfecto.

—Decirnos qué hacer y qué no para ser fuertes no funciona, no crean lideres invencibles, crean seres rotos que le tienen miedo a ser vulnerables.

Espero no trabarme, no me funcionan los sentidos, me siento algo ridículo.

—No está bien sostener la responsabilidad elegida de toda tu vida mientras que no te dicen como... —recordé cuando acabé con la figura de Sam en la tierra— soltar.

Por eso era la prueba, para hacerme entender de la peor manera posible, ¿Siempre van a arreglar sus errores haciendo pagar a otros? Deberían hacer que los guías, si se pueden llamar así, sean más como padres y menos jefes.

—No se necesitan las estúpidas pruebas para saber quién es digno, se necesita formar esa capacidad para que no tengamos que probar nada.

Miré de reojo a Belfegor.

—¿Cómo piensan que es posible hacerlo sin ayuda? Sin mencionar que todo por un trono que separa a la familia, —me acomodé el cabello que me cae sobre el rostro mojado— un trono no nos va a dar confianza, crecimiento ni habilidades si eso no está en nosotros.

No pude evitar reír amargamente.

—Es más, ninguno lo quiere, no obstante, no nos dieron la oportunidad de querer algo más, —tragué grueso— lo aprendí en un mundo distinto a este-

«Y no lo sabemos, porque hay que sentir para entender, no lo sabemos porque no nos enseñaron como manejarlo, no quiero estar en un lugar donde valga más mi rango que como me siento. Eso no es lo peor, lo peor es que tan solo quejarme de esto me hace sentir mal y aun así sé que no soy el más vulnerable en esta sala o el único que piensa así. Admitir no te hace más débil.»

Los cuchicheos empezaron a hacer eco, algunos demonios se ven sorprendidos, con la mirada perdida y los ojos abiertos en grande, nadie enfadado aún.

Por primera vez en el día, sonreí de verdad.

—Me hace bien ver saber que no soy el único, no esperen que todos lo entiendan, hay algunas cosas que solo se pueden entender sintiendo.

Las palabras me faltaban, más nunca me sentí tan ligero, libre en medio de ese encierro.

—Querer mejorar es para guerreros, ser felices en el camino para sabios —susurré al micrófono—, y perseguir las metas que realmente desean: para valientes.

Un demonio enamoradoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora