—¿Qué haces en mi cama? —pregunté.

—Me confundí de habitación después de ir al baño —explicó. La verdad es que no era la excusa que esperaba. Pensaba que diría algo como que Zoe no le dejaba dormir.

—Dios, ¿tan borracha ibas?

—No —negó rápidamente con la cabeza —. Simplemente estaba cansada.

—Pues que sepas que casi me muero del susto cuando he notado que había alguien durmiendo a mi lado —dije —. Me he rayado bastante, la verdad.

Aunque la confusión me había evitado una erección. Probablemente si la situación hubiese sido más normal, mi cuerpo hubiese reaccionado instantáneamente al tenerla tan pegada a mí.

—Lo siento —se disculpó.

—Encima has pasado la mayor parte del tiempo abrazada a mí así que casi no he podido moverme. —Su rostro enrojeció aún más. Reprimí una sonrisa, la verdad es que me lo estaba pasando bastante bien viéndola así de avergonzada. Eso me hacía un poco mezquino, pero merecía la pena serlo si así podía disfrutar de todas sus reacciones.

—Ya te he dicho que lo siento.

—Espero que hayas dormido bien al menos.

—De hecho, sí —asintió.

—Por cierto, esta vez no has hablado —bromeé. Aunque quizá sí lo había hecho, solo que yo no estaba despierto para escucharla. Una pena.

—Mejor —suspiró —. ¿Sabes si Zoe está despierta?

Negué con la cabeza.

—Aunque probablemente no lo esté. Esa no se despierta hasta las cinco de la tarde, ya verás.

—¿Crees que se habrá dado cuenta de que no estoy? —dijo, otra vez presa del pánico. Parecía realmente preocupada. Pasó una mano por su cabello, peinándolo hacia atrás. Los mechones de pelo volvieron a su sitio enseguida. Extendí la mano y cogí uno de los mechones entre mis dedos.

—¿Qué haces? —preguntó. De repente, parecía como si se le hubiese olvidado por completo lo de Zoe.

—Tu pelo está mucho más ordenado que el de Zoe por las mañanas —señalé —. Lo pensé el otro día también. No me había dado cuenta hasta entonces.

—Mi pelo es más liso que el suyo, es normal que no se despeine tanto.

Asentí y solté un gran bostezo. Me estiré, apoyando mi espalda sobre la pared. Los ojos de Kate viajaron por mi torso como si no pudiese evitar observarlo todo. El color rojo volvió a teñir sus mejillas.

—Si sigues mirándome tan fijamente me voy a sonrojar —bromeé. Y entonces, se puso aún más roja. Que facilidad tenía para avergonzarse. Esbocé una sonrisa y Kate negó con la cabeza.

—Eres imbécil. —Puso los ojos en blanco y salió de la cama.

—Supongo que hoy no hay tortitas —se lamentó —. Qué pena.

Dejé escapar una carcajada.

—Volveré a hacer tortitas para ti otro día.

Kate & Ethan ✔️ | YA EN FÍSICOΌπου ζουν οι ιστορίες. Ανακάλυψε τώρα