Amigos, fiesta y alcohol

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- ¡BIEN! ¡Iremos! -cedió el rubio con notable molestia- pero no pienso consumir nada ilegal ni involucrarme en actividades homosexuales, te lo advierto.

- No sabía que tu masculinidad se veía amenazada por una niña gay- me burlé, pero enseguida busqué corregirme- Está bien. Eso funciona para mí -dije con una sonrisa, la primera que esbozaba ese día.

Mikuo y Gumi habían planeado nuestra parranda nocturna con la dedicación de cualquier alemán que se respete. Ted -él único mayor de edad- ya tenía las bebidas listas, IA llevaría un parlante con música y Yukari se encargaba de las mantitas para el frío.

Si bien una fiesta en el bosque me parecía algo cliché y digno de una película de terror, argumentando que nadie nos oiría y que no necesitaríamos los permisos que pedía la municipalidad -y por ende no se enterarían los padres- me convencieron enseguida.

Ya le había dicho a Meiko que dormiría en lo de Mikuo -porque si le decía que iría a lo de Gumi se preocuparía aún más debido a sus preferencias sexuales, y dudaría de las mías- y a pesar de que me dio una breve charla acerca de que las chicas debemos "cuidarnos", conseguí el permiso que necesitaba.

La tarde se hizo desear, y por primera vez en el intercambio "no tenía qué ponerme". Finalmente y luego de hacer una videollamada a Miku, decidimos que lo más apropiado sería una camperita de cuero con unos jeans mostaza y botas militares.

Algo casual, pero que aún así me sentara bien.

- Me alegra que recuerdes que sigo viva -dijo desde el otro lado de la pantalla.

- Sí, ¡yo también te quiero! Ahora tengo que irme... ¡cuídame a Len!

Me despedí de los padres del chico Kagamine, e incluso de la pequeña Fetty, tomando la bicicleta una vez más y dirigiéndome a nuestro lugar de encuentro frente al supermercado Aldi.

Allí me encontré con mi nueva pandilla lista para una noche loca, o tan loca como podría llegar a ser en medio de la nada.

Allí estaban: Mikuo, Gumi, Ted, su hermana Teto, Una, IA, Yukari, e incluso Oliver y Fukase. También me presentaron a Rinto, un amigo de Gumi de curso superior con el que nunca antes había hablado.

Nos adentramos al bosque desde el costado de la carretera, siguiendo a nuestra peliverde organizadora de eventos. Ella iba dando saltitos, y hasta un ciego podría percibir la emoción que sentían todos al estar haciendo algo tan inusual para unos chicos de campo.

No voy a mentir, me sentí especial. Es decir, no era Berlín pero me trataban como en casa, o quizás mejor.

Los parlantes se sintonizaron apenas al llegar a un pequeño claro en medio del bosque, y Ted desenterró la conservadora que había colocado justo en medio de ese espacio. Enseguida colocamos las mantitas y la tarde trajo consigo el descenso de temperatura que hacía el tomar alcohol algo mucho más placentero.

La luna llena era hermosa, digna de admirar.

Mientras la mayoría de las niñas optaba por gin o algunas combinaciones con vodka, los chicos y yo nos mantuvimos consistentes con la cerveza. Por mi experiencia había aprendido que los tragos me subían demasiado rápido, y eso nunca terminaba bien.

Yuma.

La última vez que bebí fue aquella noche en la que lo besé. Me relamí los labios, reviviendo aquel momento en mi mente y abstrayéndome por un instante de la fiesta que estaba empezando a mi alrededor.

La suave voz de Gumi en mis oídos pareció despertarme de esa ensoñación:

- ¿En qué piensas?

Austausch (El Intercambio) | RiLenWhere stories live. Discover now