-Magnífico -declaró Slughorn acercándose a la cabeza de la araña, donde ocho ojos blanquecinos miraban el cielo sin ver y dos enormes pinzas curvadas brillaban al claro de luna, inmóviles.

Annie tomó a Harry del brazo y se acercaron un poco.

-No todo el mundo supo apreciar su belleza -comentó Hagrid mientras las lágrimas le desbordaban las comisuras de los ojos, rodeados de arrugas-. No sabía que te interesaran tanto las criaturas como Aragog, Horace.

-¿Interesarme? ¡Las adoro, mi querido Hagrid! -repuso Slughorn y se apartó del cadáver. Annie vio el destello de una botella que desaparecía bajo la capa del
profesor, aunque Hagrid, que volvía a enjugarse las lágrimas, no se dio cuenta de nada-. Y ahora… procedamos a enterrarlo.

Hagrid se adelantó unos pasos. Levantó la gigantesca araña con ambos brazos y, lanzando un sonoro resoplido, la arrojó a la oscura fosa. La bestia cayó en el fondo con un espantoso y crepitante ruido. Hagrid rompió a llorar de nuevo.

-Claro, para ti es muy duro porque eres el que mejor lo conocía -observó Slughorn, quien, como Harry, sólo llegaba al codo de Hagrid y no tenía más remedio que darle en ese punto las palmaditas de consuelo-. ¿Quieres que diga unas palabras?

Hagrid asintió, conmovido.

-¡Adiós, Aragog, rey de los arácnidos, cuya larga y fiel amistad jamás olvidarán los que te conocieron! Tu cuerpo se desintegrará, pero tu espíritu sigue vivo en los apacibles rincones del Bosque Prohibido donde antaño tejías telarañas. Que tus descendientes de muchos ojos crezcan sanos y saludables y que tus amigos humanos hallen consuelo por la pérdida que han sufrido.

-¡Qué… qué… bonito! -aulló Hagrid, y tras desplomarse en el suelo, se puso a llorar aún con mayor abatimiento.

-Vamos, vamos -dijo Slughorn; agitó su varita y el enorme montón de tierra se elevó para luego caer con un ruido sordo sobre la araña, de modo que formó un perfecto túmulo-. Entremos en la cabaña y bebamos algo. Harry, tómalo por el otro brazo… Así… Arriba, Hagrid… Bien, bien…

Sentaron a Hagrid a la mesa. Fang, que durante el entierro no se había movido de su cesta, se acercó con sigilo y apoyó su enorme cabeza en el regazo de Annie, como solía hacer.

La chica se agachó y comenzó a acariciarlo y hablarle con voz suave y dulce, mientras Fang se dejaba mimar. Cuando se enderezó, Harry la abrazó por la cintura acercándola.

-¿Así le hablarás a nuestros hijos? -le preguntó en un susurro con sus labios pegados a su mejilla. Slughorn estaba muy ocupado sirviendo el vino como para percatarse de ello.

-Sí, quiero niños, ¿tu no? -preguntó Annie.

-Humm.. sí. Me parece genial -murmuró besando su mejilla- pero primero.. tenemos que casarnos.

-No me lo has propuesto -dijo Annie juguetona.

-No me tientes a hacerlo aquí -dijo Harry divertido.

Slughorn repartió las copas y alzó la suya.

-¡Por Aragog!

-¡Por Aragog! -respondieron Annie, Harry y Hagrid. Annie dio un sorbo y lo dejó arrugando la nariz. Sin embargo, Slughorn y Hagrid se lo bebieron todo.

-Lo tenía desde que estaba en el huevo -explicó Hagrid con aire melancólico-. Cuando salió del cascarón era un bichito minúsculo, del tamaño de un pequinés…

-¡Qué monada! -dijo Slughorn.

-Lo guardaba en un armario, en el colegio, hasta que… bueno…

Annie y el Misterio del PríncipeWhere stories live. Discover now