Capítulo 12.

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Favio: Dos golpes.

Cian: Miserable demonio.

     Rumshum rodea la pelea y se acerca con su estaca en mano, pero al hacerlo, recae en que el vampiro apenas tiene unas manchas en su ropa. Ni los golpes acertados de Cian le habían dañado. 

Rumshum: <<Lo sabía. Él era uno de esos vampiros especiales, no podía ser tan simple como...>> —un pequeño recuerdo surge en su mente, pero niega con la cabeza, apresurando más sus pasos. Sin embargo, nota algo que comienza a preocuparle, bajando la mirada—. <<Un segundo...¿por qué mierda estoy temblando?>>

     Efectivamente, sus manos y piernas temblorosas le presionan, lo llenan de nervios. Hacía años que él no lo sentía, pero a pesar de no aceptarlo, a su vez estaba seguro de que era miedo. De que era capaz de sentir miedo. Ya pocos pasos de su corazón, Favio lo ve y despreocupado, sin moverse de lugar, le esquiva y corta las primeras capas de piel de su abdomen, rompiendo a su vez la camiseta oscura que lleva. El humano grita y suelta su arma para llevar sus manos a la herida, cayendo sentado al suelo. Escupe algo de sangre mientras oye a la rubia gritarle:

Cian: ¡Tranquilo, mi hechizo reduce el dolor en gran parte para cada una de tus heridas!

     Cuando Rumshum se da cuenta y desciende sus manos, siente el dolor reducirse. Sobre su abdomen, un aura blanca brilla, lo que le alivia apenas un poco. Pero ese no era el caso de Eleonora, quien sentía un terrible ardor sobre su mejilla, mientras se deslizaban grandes gotas de sangre caliente, como las lágrimas que salían de sus ojos avellana. En un ataque furioso, se acerca a Favio para clavarle su espada en la cabeza, pero la picazón en su garganta se intensifica, y solo cae de rodillas al césped. Comienza a respirar agitada, mientras él la ve con asco. Es entonces que apoya la suela de una de sus botas rosadas sobre la cabeza de la elfa, presionándola contra el suelo.

Favio: Ya me aburrí contigo y tu amigo —espeta serio, levantando la mirada hacia Cian—. Pero tú... qué chica más inteligente en pensar un método de seguridad como ese. Una lástima que para lo único que sirvas es para curarlos y hacerlos sentir mejor. Pero, por cierto..¡Ah, sí! —exclama enseñando su dedo índice en alto—. Un golpe más. 

Cian: Eso...eso no es cierto —nerviosa.

Favio: Piensa lo que quieras. La realidad está frente a ti.

     Cian no se detiene y lanza con mayor velocidad disparos de luz, que por más que impactan sobre su cuerpo, no le hacen ni el menor de los daños. Él canaliza una cosa más sobre sus manos. La guadaña sobre sus manos desaparece y se convierte en parte de aquella magia oscura. Reuniendo la suficiente niebla en una pequeña esfera, bosteza aburrido.

Favio: Bueno, creo que ésto bastará.

     Sin pensarlo dos veces, lanza su esfera de humo sobre el suelo y en apenas segundos se genera una enorme onda expansiva que manda a volar a los tres lejos. Aprovechando aquel momento, el vampiro termina de esfumarse e irse por completo, junto con toda la niebla a su alrededor, como si hubiese sido simplemente absorbido.

     Cian despliega sus alas y se detiene en medio del aire. Abriendo lentamente sus ojos, ve debajo de la montaña a sus dos compañeros, rodeados en un charco de sangre, totalmente indefensos, derrotados.

 Abriendo lentamente sus ojos, ve debajo de la montaña a sus dos compañeros, rodeados en un charco de sangre, totalmente indefensos, derrotados

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