Hablando del cual, su teléfono empezó a vibrar. Decidió sin embargo ignorarlo hasta por lo menos el tren.

—No te preocupes —Asahi sonrió levemente—. ¿Vamos?

Noya asintió, saliendo del marco de su puerta y cerrándola. Miró el cielo, estaba despejado y hacía sol. Era un buen día.

—¿Qué tal los exámenes? —preguntó, sabiendo que Asahi tenía muchos exámenes aproximándose las evaluaciones.

—Más o menos —rio—. Por lo menos creo que apruebo. ¿Y tú?

—No he tenido muchos, pero me han salido bien —se encogió de hombros—. O eso espero.

Ambos rieron, y Noya no dejaba de sentir en el bolsillo del pantalón el móvil vibrar. ¿Qué se suponía que pasaba?

Habría pensado que es Yaku pero o bien había asesinado ya a Lev y le estaba rogando un viaje express a Tokyo para ocultar el cuerpo, o bien el que se estaba muriendo era él.

Sin embargo, se extrañó cuando Asahi sacó el móvil, al parecer igual de jarro de que vibrase todo el rato.

—¿Pasa algo, Asahi? —preguntó, viendo ya la estación.

—No dejo de recibir mensajes. Son de Daichi.

—¿Daichi? —parpadeó sorprendido, y Noya sacó también su móvil.

No había mensajes de Yaku —por el momento— pero sí uno de Tanaka deseándole suerte, al que respondió, y un montón de Suga. Un montón de GIFs de abrazos y palabras de ánimo y diciéndole que él le ayudaría en lo que fuera. Que no se deprimiese y que siguiera intentándolo.

No entendía ni media torta.

—¿Qué se supone que pasa? —preguntó Asahi, mirando también extrañado su teléfono.

Asahi bajó su teléfono para que Noya pudiese verlo, y era casi tres cuartos del mismo que Suga. Daichi no le había mandado tantos mensajes (aunque eran unos cuantos) y no le había mandado GIFs, pero le decía que no todo en la vida salía como se quería pero la cuestión era seguir adelante.

Ambos se miraron entre sí.

—¿Hemos suspendido todo el curso o algo? —preguntó Noya, confuso.

Asahi se encogió de hombros.

—Espero que no. Quiero hacer una carrera, ¿sabes? —rio.

—¿Ya tienes decidido cuál? —sacó su cartera para buscar el abono.

—En verdad no, pero seguramente algo de moda —sonrió—. Ya sabes que mi madre es estilista, y me gusta ese mundo.

—Entiendo —sonrió también, algo triste.

Por mucho que no lo pensase demasiado, la graduación de los de tercero se sentía demasiado cercana aunque aún faltase bastante tiempo. Sentía que Asahi se iría, y que después de eso no le vería. Ha habido muchas separaciones de amigos tras el instituto que solo se habían vuelto a reencontrar en las reuniones de exalumnos para recordar viejos tiempos. Normalmente ya casados, con hijos, o tal vez en el extranjero.

El tren llegó, y estaba más vacío de lo normal, cosa que alivió bastante a Noya. No le apetecía ir apretujado —y menos con Asahi al lado, a saber qué cara de combustión tendría Noya si eso pasara— y además podían sentarse tranquilamente.

—¿Te ha dicho algo Daichi? —preguntó Asahi, respondiendo a su amigo un mensaje con una interrogación.

—Él no, pero Suga sí.

Problemas de líberosOù les histoires vivent. Découvrez maintenant