Eleonora: Casi no, lo hiciste.

Rumshum: Simplemente se me escapó. No sabía que ustedes ya estaban enteradas de eso, al parecer.

Cian: Durante la noche vimos con Eleonora un cuadro en su habitación —explica bajando un poco la voz—. Era el de su hija, cuando era apenas una bebé. Tenía algo muy triste escrito allí, por lo que supusimos lo que le había sucedido...

Rumshum: ¿Dices que haya sido por Favio?

Cian: ¡Claro que sí!, ¿No has oído hablar del...mercado oscuro? —pregunta acercándose un poco más a ambos—. Unos años atrás, existió una agrupación en el que muchas personas de clase alta aprovechaban el descontento de los campesinos para hacerlos trabajar a cambio de devolverles sus objetos preciados...en el caso de familias, incluso sus propios hijos eran involucrados...

Eleonora: Es cierto...pero fue peor cuando Favio tomó el poder. Aún sabiendo que personas así existían, solo las ignoró.

Rumshum: Carajo.

     Durante unos treinta segundos, ninguno se dirige la palabra. Las chicas miran el mapa mientras esperan. Cian apoya la yema de su dedo sobre el sitio exacto al que irán, preguntando:

Cian: No dejo de pensar..¿Una ciudad que se llama Gran Ciudad?, eso suena...a que debe ser enorme.

Rumshum: Sí —responde mientras se cruza de brazos, viendo una caja vacía a su lado—. Pero hay solo un problema. Ese sitio está repleto de humanos desconfiados, no suelen ser gente muy agradable con... —ve a Eleonora— otros. A excepción de seres importantes como reyes o duques, gente de clase alta.

Eleonora: <<Lo que faltaba, más personas como él>>... ¿Sabes todas esas cosas por que has nacido allí?

Rumshum: No, pero voy bastante seguido.

Cian: Bueno...pero ellos no tienen porque saber que somos diferentes a ti. Podemos comprarle algún sombrero bonito a Eleonora que oculte sus orejas —viéndola con un rostro entusiasmado—. ¿Qué tal uno celeste, o verde...? ¡Ah! espera, ¡Ya sé, uno blanco!, ¡te quedaría muy bonito!

Eleonora: Eso estaría bien... —dice algo incómoda— pero creo que no nos alcanza con lo que tenemos.

     Los tres revisan su cantidad de monedas. En total, apenas llega a ser una cantidad justa para pagar una bolsa de dulces. Rumshum suspira fastidiado.

Rumshum: Ya, ya —sacándose su fedora y extendiéndosela a Eleonora—. Toma, elfa. Cuídala bien.

Eleonora: ¡Oh..! —viendo el sombrero, se lo acomoda sobre su cabello, levantando de a poco su mirada—. ¡Gracias Rumshum, eso es muy amable de tu par...

 Terminando de mirar hacia arriba, detiene impresionada sus ojos sobre la cabeza del humano. Sus mejillas se inflan por completo, dejando escapar una carcajada. El misterio se había resuelto: debajo de la fedora no había cabello. 

     Sin entender las risas de ambas, Rumshum enarca una ceja.

Rumshum: Eh. ¿Qué pasa?

Cian: ¡Qué adorable te ves! —dice finalmente en una risita, acercándose un poco para intentar tocar su cabeza.

Rumshum: ¡Aléjate! —grita tomando su mano y apartándola de él. Ve a la elfa guardando algo de rencor—. Como sea.

     Poco a poco, sienten que la carreta de Randall comienza a avanzar, oyendo el galopeo de los caballos. Se preparan para un viaje que posiblemente dure un largo trayecto.

 Se preparan para un viaje que posiblemente dure un largo trayecto

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