Las sombras y sus acompañantes

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Cuando el árbol se quedó con una luz tenue y las esferas de luz comenzaron a desvanecerse al igual que el brillo en sus hojas. Del suelo comenzaron a emerger una especie de llamas de color negro haciéndose más grandes con una rapidez alarmante. El color negro se intensificó en la parte central, dando lugar a grandes figuras que al pasar los minutos iban tomando forma. El pelaje negro azabache de aproximadamente cinco centímetros de largo, totalmente liso y delgado, que poco a poco comenzaba a definirse, brillaba con la luz de la luna, prácticamente reflejada en ellos.

El tamaño de las bestias era bastante intimidante, un poco más grande que un perro gran danés, pero totalmente fornidas. Las garras grandes, platinadas y brillantes se asomaban debajo del pelaje corto de las patas, al igual que los múltiples dientes que sobresalían al abrir un poco su hocico. Tenían un gran parecido con los lobos, pero aun así, estos eran mucho más feroces, mucho más grandes, al verlos mi cuerpo se estremeció y la piel se erizó del miedo.

Las figuras comenzaron a moverse rígidamente, como si estuvieran despertando de una petrificación. Conforme pasaba el tiempo sus movimientos comenzaron a ser naturales, moviendo el pelaje y caminando de una manera majestuosa. La bestia que estaba más cerca y de la cual podía admirar la belleza que representaba su especie, abrió los ojos repentinamente. El color de sus ojos era menta, muy brillante, un color hermoso, un color que resaltaba dentro de la obscuridad de la bestia.

El pelaje negro emanaba obscuridad, un pequeño humo negro un tanto traslucido, su opuesto sería el árbol que emanaba luz. De pronto me vino a la mente el yin y el yan, y el equilibrio en la naturaleza. Este era un ejemplo perfecto. Las bestias comenzaban a mirarse sin emitir sonido alguno, comenzaron a moverse ágilmente hacia el bosque, caminando todos hacia una dirección y después trotando. La bestia ojos menta se detuvo en seco, los demás se alejaban sin mirar atrás, pero ella no se movía.

Comenzó a girar la cabeza y el cuerpo hacia el árbol, y cuando estaba frente a él, lo examinó. Me entro miedo, no sabía que iba a pasar si me descubría. De pronto sus ojos estaban clavados en los míos, observándome, me había encontrado, el sudor frió llegó como una cubetada de agua helada, temiendo lo peor. El miedo me paralizó totalmente, a pesar de que las mantas me mantenían caliente, comencé a sentir frío. Lo que más me inquietaba era su rostro sin ninguna expresión, bien podría ser una estatua de mármol negro. Comenzó a acercarse, contuve la respiración, apreté al mismo tiempo los músculos de mi cuerpo para que no comenzaran a temblar.

La obscuridad que emanaba se empezó a esfumar conforme se acercaba al árbol, el pelaje negro comenzó a cambiar a blanco. Al darse cuenta de esto, la bestia se detuvo, el paso que iba a dar quedó paralizado en el aire, su mirada se perdió un poco. Aun sin expresión en la cara, volvió a verme a los ojos, parecía indecisa, sin dejar de verme retrocedió lo suficiente para retomar su color natural. Instantes después se dio la vuelta y se alejó rápidamente, perdiéndose en la inmensidad y obscuridad de bosque.

No sabía bien cómo interpretar lo que había pasado realmente, el cambio en aquella hermosa bestia por el árbol, la mirada directa incluso usando las capas de camuflaje, y su decisión de alejarse. No sé cuánto tiempo había pasado desde lo ocurrido pero la adrenalina de ser descubierto por uno de aquellos seres no me permitía dormir. El árbol me había salvado la vida, las bestias no podía acercarse, comencé a preguntarme si la reacción sería la misma con las diferentes luces, tanto las naturales como las artificiales. Decidí quedarme despierto hasta la hora de su regreso, de alguna manera me sentía muy tranquilo, el árbol y su luz me reconfortaba.

Horas después las bestias habían regresado, esta vez solo la mitad de la manada, comenzaron acostarse lejos del árbol y entonces la vi de nuevo, aquellos ojos menta. La bestia un poco separada de los demás venía directo al árbol con un espacio suficiente para que el pelaje no le cambiara. Se acostó y me observo con la cabeza en el suelo, una vez más sin alguna expresión, volví a sentir aquel sudor frío, a sabiendas que el árbol me protegía. Pero ahora, lo que más sentía era curiosidad, aunque el miedo estaba justo detrás.

Ya que sabía que me había visto, no tenía algún motivo ni razón por la cual seguir ocultándome detrás de la manta. Así que, en un impulso, me descubrí la cabeza, la bestia al ver mi acción levanto la cabeza. Y por primera vez algo cambio en su cara, los ojos los abrió ligeramente, de pronto sentí su presencia, estaba alrededor de mí, dentro de mí. Comencé a sentir cierta pesadez, me tape la cabeza nuevamente, y me recargue en el árbol, parecía que me había drenado la energía.

Así me sentía hasta el amanecer que no fue más de media hora desde su llegada, aquellos ojos hipnotizantes no paraban de verme. Antes de que comenzara a aclarar la bestia cerro los ojos y se esfumó de la misma forma en la que había aparecido horas antes. Me quede un poco más de lo necesario en la rama del árbol, quería asegurarme que era seguro bajar y seguir con el rastro de Imiza. Guarde las cosas poco a poco, baje del árbol y sin más energía caí al suelo desmayado.

Al despertar estaba en el hospital subterráneo número cuatro, que pertenecía a nuestra comunidad. Comencé a buscar a alguien a mi alrededor y ahí estaba Gabriel, con su sonrisa reconfortante. Me explicó en las condiciones que me encontraron, así como la semana que estuve dormido. Volvieron a buscar el rastro de Imiza y la conclusión era la misma, ella desaparecía en el árbol. Meditando un poco más las cosas los días siguientes aún en el hospital no podía dejar de pensar que, debido a su gran calidez y la protección que me brindo aquella noche de alguna manera Imiza estaba conectada con aquel ser de luz. 

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⏰ Last updated: Dec 13, 2019 ⏰

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Los guardianes del abismoWhere stories live. Discover now