—Lo sé.

—El bebé llega un mes antes de lo debido.

—Todo va a salir bien —jamás en su vida había sentido tanta impotencia— Las dos juntas vamos a hacer que esto salga bien, ¿de acuerdo?

—De acuerdo —cerró los ojos y su respiración se hizo más lenta— Dime algo que me distraiga, cualquier cosa.

—Cualquier cosa…

—Háblame de aquel día.

—¿Qué día?

—El día que llegaste a Incheon —le dijo apretándole la mano— El día que te marchaste de ese lugar tan horrible.

Jeongyeon titubeó unos segundos. Había compartido con Nayeon y con su padre ciertas cosas de su pasado, pero había algunos detalles que jamás había revelado a nadie, cosas que había jurado no volver a recordar. Sin embargo, en aquel momento habría hecho cualquier cosa por Nayeon.

Cuando empezó a hablar notó la garganta seca.

—Me marché de Youngstown un lunes por la mañana, llevaba cincuenta centavos en el bolsillo y solo la ropa que llevaba puesta. Caminé más de cincuenta kilómetros, hasta que estuve demasiado cansada para continuar y me senté en el arcén de la carretera para hacer autostop —Jeongyeon la miró y comprobó que parecía más relajada que antes, eso le dio fuerzas para seguir con su relato— Era verano y hacía mucho calor, tanto que yo llevaba la camiseta empapada en sudor. Recuerdo que me sorprendió mucho que alguien parara para llevarme.

—Seguro que alguien te encontró atractiva con esas pintas y te ayudó —bromeó Nayeon con voz débil.

—Era una mujer de unos setenta años —respondió ella riéndose.

—¿Se...? —su rostro se puso en tensión ante la llegada inminente de otra contracción— ¿Segura?

—No hables, Nayeon —le susurró— Intenta respirar y piensa que pronto vas a ser mamá.

Al oír aquello, Nayeon recuperó parte de su fuerza y en sus ojos apareció una expresión de satisfacción.

—Yo puedo hacerlo, ¿verdad?

—Claro que puedes.

Unos segundos después, había pasado otra terrible contracción.

—Entonces... te subiste en el coche de esa mujer y... ¿qué pasó después?

—Pues yo no había desayunado nada y me estaba muriendo de hambre cuando la señora me ofreció unas galletas deliciosas que ella misma había hecho, me dijo que comiera todas las que quisiera, pero a mí me daba vergüenza. Al final me las comí todas, aunque con un gran sentimiento de culpabilidad hasta que la señora me dijo que no pasaba nada.

—¿Fue entonces cuando te diste cuenta?

—¿De qué?

—De que tu suerte estaba a punto de cambiar.

Jeongyeon pensó en aquello un momento mientras le daba un suave masaje en el hombro con la mano que no tenía agarrada a la de ella. Lo cierto era que la palabra suerte nunca había figurado en su vocabulario, aunque...

𝐀𝐟𝐭𝐞𝐫 𝐓𝐡𝐞 𝐒𝐭𝐨𝐫𝐦 | 𝟐𝐲𝐞𝐨𝐧 𝐀𝐔 [ADAPTACIÓN]Where stories live. Discover now