Capítulo ⅠⅠ: El ponche de huevo pt. 2

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—¿De qué estás hablando? Ay, Armando no puedo contigo. —De entre los estantes, Betty consiguió sacar un par de analgésicos. —Tómate estos dos, no estoy de humor para seguir discutiendo... Hablaremos cuando termine la reunión. —Suspiró derrotada, masajeándose las sienes.

Temiendo lo peor, Armando colocó el vaso y las pastillas sobre el mueble de cocina para ir directo a abrazar a Betty por la espalda. La envolvió por completo con su cuerpo, sintiendo una corriente de electricidad pasar por su columna al tenerla tan cerca.

—Perdóneme, sé que soy un imprudente y que apenas acabo de conocerle, pero no me la puedo sacar del corazón. —Susurró contra el cuello de Beatriz, embriagándose de ese aroma tan dulce que su piel desprendía.

—No sé de qué me hablas...—Un suspiro se coló de entre los labios de Betty al sentir como la boca de su esposo se movía contra la piel tan sensible de su cuello.

Lo odiaba, pero sobre todo se odiaba a ella. Su cuerpo era tan débil ante el mínimo roce de Armando que, con solo un toque, todas sus defensas caían y su razón salía por la puerta trasera. Quería seguir molesta con él, demostrarle que sus actos tenían consecuencias y, sobre todo, que había roto su promesa. Pero no podía, no cuando lo tenía tan cerca de ella, susurrándole cosas tan hermosas pero extrañas al oído.

—Se lo ruego, deme una oportunidad. Solo soy un hombre que quiere amarla, cuidarla...—Depositaba besos por todo el cuello de Betty. Sus manos subiendo y bajando por el vientre plano de la mujer mientras tiraba de la tela del suéter blanco en un intento desesperado por tocarla directamente. — Tenerla.

En este punto, el sentido común de Betty se había apagado. Eran tantas sus ansias de sentirlo, que se dejó llevar por las caricias y besos fortuitos, soltando uno que otro suspiro que no hacían más que incentivar las acciones de Armando.

—Por favor... —Rogó una vez más, mordiéndole el cuello y arrastrando los dientes hasta llegar a la oreja de Betty para depositar un sinfín de besos que fueron bajando por toda la quijada de la castaña.

Extrañada del comportamiento de su esposo, Beatriz llegó a la conclusión de que se trataba de uno de esos roleplay que tanto les encantaba a ambos al momento de estar en la cama. Con ese pensamiento en mente, decidió continuar el "juego".

—Ay no, Doctor. No podemos... Nos pueden ver. —Betty murmuró entre suspiros, ladeando la cabeza para que su pareja pudiese besarle mejor el cuello.—Qué va a pensar la gente...

—Que piensen lo que quieran, no me interesa mientras la tenga a usted. La amo, me obsesiona tanto...—La voz ronca del vicepresidente estaba cargada de deseo y anhelo por poseer a la mujer que tenía entre brazos.

Sin previo aviso, Armando la tomó por las caderas y le dio la media vuelta, dejándolos cara a cara. En cuestión de segundos, los labios de Betty estaban siendo devorados con sumo desespero, como temiendo que fuera a desaparecer. Se besaron largamente, ambas bocas en sincronía en un baile húmedo y necesitado. Pronto, la castaña envolvía sus brazos alrededor del cuello de su esposo, dejándose llevar por el calor del momento.

Con la cabeza dándole vueltas, Betty sintió como Armando la levantaba para sentarla sobre el fregadero, acomodándose entre sus piernas y dejando sus labios por un momento para atacar su cuello. Lo apretó contra sí, enroscando sus piernas alrededor de la cintura de Armando mientras echaba la cabeza hacia atrás y cerraba los ojos.

—Doctor... Doctor, nos van a ver... —Continuó susurrando con la voz quebrada, aferrándose a la amplia espalda de Armando.

—Que nos vean... Que les quede claro que usted es mía, solo mía... —Le respondió en un gruñido.

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⏰ Última actualización: Dec 18, 2019 ⏰

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Recuerdos de Navidad { Yo Soy Betty, La Fea }Donde viven las historias. Descúbrelo ahora