Capítulo 2.

Depuis le début
                                    

Eleonora: Nunca.

Cian: Pues es el primer vampiro que me toca. —sonríe— 

     Tanto Rumshum como Eleonora, piensan en lo mismo: cómo aquella chica, de suaves e inocentes facciones, la cual camina descalza sobre el césped de manera relajada, sin llevar ningún tipo de armamento encima, podía ser capaz de llevar a cabo misiones como esa. 

     Al cabo de unos minutos, el equipo llega nuevamente al pueblo central de Elanfhaim. Allí, con apenas un par de personas arreglando algunos hogares con materiales fáciles de conseguir, seguía viéndose en un muy mal estado. La extensa vegetación que se complementaba pocos años atrás sobre los alrededores, es ahora intercambiado por unos árboles talados, flores marchitas, y césped seco. Eleonora guía a ambos hasta la puerta de su casa, donde se detienen viendo el moho sobre las paredes de piedra de la misma, y algunos insectos escalando hasta el techo.

Eleonora: Llegamos. —se acerca hasta el picaporte de su puerta y lo toma, deteniéndose.— << No creo que sea buena idea dejarlos entrar... a papá y mamá no les hubiese gustado que extraños viesen las cosas del hogar... >>  —voltea un poco la cabeza, viéndolos en una media sonrisa— Espérenme aquí afuera.

     La misma entra rápidamente a su hogar, y les cierra la puerta en la cara a Cian y Rumshum. Éste último, el cual le llevaba una cabeza y media de altura a la muchacha, la ve aún con inseguridad.

Rumshum: Oye, tú. —observándola de pies a cabeza— ¿Qué habilidades se supone que tienes? Tenemos una elfa, un genial cazavampiros.. ¿Y tú? ¿qué habilidad útil traes?

     La chica se lo queda viendo, algo seria, durante un par de segundos. Luego, solo se limita a reírse, viéndolo dulce.

Cian: ¡Ah! Pues, tengo la habilidad de ser una muy agradable persona. —sonriente—

     Dentro de la casa, Eleonora se queda inmóvil viendo lo que cree que será su última vez en su hogar. O al menos, durante un muy buen tiempo. Comienza a caminar alrededor de los pequeños salones, recordando los vagos momentos en su memoria: En la sala principal jugando o entrenando con su padre, contando historias de magia con su madre, cuidando del jardín, comiendo pastel de cumpleaños en la cocina, viendo durante las noches las pequeñas luciérnagas que se posaban sobre la ventana de su habitación...una pequeña lágrima se escapa de sus ojos. El sentimiento de encontrarse ahora muy lejos de aquellos a quienes quería, y con la mayor de las ansias por darles un abrazo y no soltarlos nunca más, hace que su corazón se estruje de tristeza.

     Revisando los muebles de la habitación ya destruida de sus padres, nota un pequeño retrato familiar de ellos sobre el estante, de aproximadamente unos siete años atrás: Ella está siendo cargada en los hombros de su padre, quien la sostiene seguro de un brazo, tomando la mano de su madre con su otra mano. No duda en tomar el cuadro y guardarlo en su bolso. También abre uno de los cajones donde había ordenado algunas armas sanas que habían sobrevivido al incendio de su padre: entre ellas, las flechas. Las saca de allí, notando que solo hay tres de ellas.

Eleonora: <<Supongo que serán más que suficientes..>> —cierra el cajón y camina en dirección al exterior de su hogar. Saliendo, se reencuentra con Cian y Rumshum. Les enseña las flechas— Bueno...ya traje todo lo que necesitamos. Tengo el arma definitiva y un par de cosas que podrían servirnos en el camino. Sin embargo...las flechas no están completas, como ya dije. Aún debemos encantarlas.

Cian: ¿Y cómo las encantamos?

Eleonora: Si mal lo recuerdo, debemos llevarlas a un lago de Elanfhaim. —se detiene unos instantes para sacar de su mochila un mapa— ¡Pero tengo un mapa!, yo acompañaba a todos lados a mi padre. —lo despliega y observa detenidamente. Identificando el lugar al cabo de un tiempo, lo marca con la punta de su dedo índice— ¡Aquí! Está no muy lejos de aquí, posiblemente un día si vamos a pie...

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