Pelo oscuro como la noche que casi le llega hasta los hombros y oculto bajo un sombrero negro de pirata, ojos azules y una enorme cicatriz que cubre parte de su mejilla izquierda, que divide su barba en dos.

Con una sonrisa divertida contempla a sus nuevos presos.

- Han solicitado verte, hermano - habla Ariel situándose a su lado.

- ¿Eres el capitán? - pregunta Alexander luciendo irritado.

El hombre mira fijamente al rubio, durante unos segundos se quedan expectantes a su respuesta, aunque Olympia da por hecho que si es el capitán.

El joven lleva una camisa con las mangas rajadas, permitiendo mostrar sus brazos y en el izquierdo, de un negro ya desgastado, se encuentra el símbolo de su nombre.

Obviamente eso y su parecido con la chica de antes, no le deja lugar a dudas. Es el capitán.

- Así es, estáis ante los hermanos del mar. Edriel y Ariel, los capitanes de este barco.

- ¿Vuestros padres se quedaron sin imaginación para vuestros nombres? - protesta Alexander escupiendo en el suelo. Olympia cierra sus ojos al escucharlo pidiendo clemencia por ellos en silencio.

Forcejea para liberarse de las improvisadas esposas que le habían hecho con una dura y rasposa cuerda. Tan poca hospitalidad es conocida, pero no deja se sorprenderle, ni siquiera han llegado de forma hostil y ellos les están tratando como si no fuesen más que insectos.

Están frente a la reina de Peirl y aun así ellos tienen la desfachatez de mostrarse superiores a ellos, aquello solo le produce un fuerte odio hacia ambos, si tan solo pudiese recuperar su espada se encargaría de cortarles el cuello a ambos.

La morena ríe sin reparos mientras lleva las manos al estomago, cuando vuelve a alzar la cabeza sus ojos se clavan como dagas en la figura de Alexander, intimida lo suficiente como para que el rubio trague saliva.

En cambio, su hermano, aun no pronuncia palabra tras haber recibido el insulto de Alexander para provocarles, se limita a mirar con clara curiosidad a la reina, la cual se encuentra atada de la misma manera que Alexander.

Olympia no ha hablado desde que subieron a la cubierta del barco, algo en su interior le decía que debía mantenerse callada y quieta hasta que creyese necesario.

Entiende la ira de Alexander y comprende sus palabras, no planea mandarle a callar, tan solo planea mantenerse cautelosa.

Hay algo en su aura de la castaña que a Edriel le llama la atención, que le pide que se acerque y explore de que se trata. Porque la forma en que ella observa todo a su alrededor no es la forma en que lo haría alguien que no supiese como actuar frente a otros.

Es alguien que acostumbra a moverse en ciertos ambientes.

Casi puede relamerse los labios cuando la joven alza su mirada desafiante a su dirección. Sí, le gusta cuando no le tienen miedo y se le enfrentan, es esa clase de persona. La seriedad de sus ojos le alertan y confirman sus sospechas, ella no es alguien normal.

Desea ver más de esa mirada.

- Metedle un calcetín sucio en la boca - gruñe Ariel.

Edriel se gira hacía su hermana, aun sentado cómodamente sobre su improvisado trono de madera y metal.

Con solo una mirada la chica bufa y se sienta a regañadientes a su lado, sobre un escalón que lleva a la zona superior del barco. Por alguna razón no se ha sentado en el asiento de su lado, lo cual llena de curiosidad a la reina.

Olympia aparta entonces sus ojos de los hermanos piratas cuando nota como le colocan el calcetín a su amigo en la boca. En su interior hierve de ira, pero no quiere demostrarlo.

Lucha de coronasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora