-Sí, claro. Adiós, Alba.

-Adiós.

Terminan la llamada cuando Rocío llega a donde tiene aparcado su coche. Se queda parada frente a la puerta, dándole vueltas a las llaves en sus dedos e intentando analizar la maraña de pensamientos que tiene en la cabeza. ¿Por qué le cuesta tanto tomar una decisión, si la solución que Alba acaba de ofrecerle puede ser exactamente lo que necesita?

▽▽▽

Toca la puerta y escucha la voz ahogada de Aitana desde el interior de la casa. Después, unos pasos. Lo siguiente es Alba abriéndole la puerta y mirándola.

-¡Tana! -exclama Nerea, escabulléndose por las piernas de las mayores para entrar a la casa a reencontrarse con su amiga.

-¡Neea!

Pero Rocío no es consciente de lo que hacen las niñas, concentrada como está en el marrón de los ojos de Alba, que no han roto el contacto con los suyos, y en cómo su sonrisa crece paulatinamente. La suya es un reflejo de la de la pelirrosa. La ha echado de menos.

Es Alba quien acaba por romper la distancia y envolverla en un abrazo largo en el que Rocío cierra los ojos. Desea que la otra no pueda sentir lo acelerado que tiene el corazón. Si a partir de ahora va a vivir en esa casa, espera dejar de comportarse como una quinceañera enamorada en su presencia.

-¿Solo traes eso? -pregunta Alba mirando las maletas de Rocío, una vez se separan. Rocío asiente.

-En unos días, la empresa de mudanza traerá el resto de cosas. Yo, por ahora, me he traído lo primordial. Las cosas para trabajar, la ropa que más estoy usando... -agarra el mango de una de las maletas- y los zapatos. -Señala el resto de equipaje con la cabeza. Alba abre mucho los ojos y la mira con una sonrisa burlona.

-¿Los zapatos, tres maletas?

-¡Es muy necesario!

-Bueno...

Entre las dos, meten todo en la casa, donde Nerea le está enseñando a Aitana su nueva sirena. Las niñas se vuelven hacia ellas y parecen caer en la presencia de las adultas.

-¡Hola, Aba!

-¡Osío!

Rocío se pone en cuclillas para abrazar con más facilidad a Aitana. Mientras, Alba habla con su hija.

-¡Hola, Nereíta! ¿Has merendado?

-No.

-¿Cómo que no? -replica Rocío, asombrada por la picardía de su hija. Alba suelta una carcajada.

-Pues justo iba a ponerle la merienda a Aitana. ¿Merendamos todas juntas?

-¡Sí! -exclaman las niñas, ante el asombro de Rocío. Alba la mira sonriendo y se encoge de hombros.

-Alba, te juro que se ha metido un bocadillo entre pecho y espalda en el avión que no sé cómo puede tener más hambre...

-Eso es que quiere galletas, boba. Pero hoy no toca. ¿Vienes?

Y, aunque no tiene ganas de merendar, se incorpora y se sienta a la mesa, enfrente de su hija. La pelirrosa abre la nevera y vuelve con un tupper y cuatro cuencos pequeños.

-A Aitana le gusta más el plátano si se lo mezclo con fresas y naranja. ¿A que sí?

-¡Sí!

-Muy bien, Aitanita -halaga Rocío, sonriendo. Acto seguido, mira a su madre-. No me pongas mucho.

-¿Así está bien? -le muestra el cuenco en el que está sirviendo la macedonia y Rocío asiente.

Las cuatro meriendan entre pequeñas conversaciones y llamadas de atención a las niñas para que se coman todo y no ensucien mucho.

ibiza ; albocíoWhere stories live. Discover now