Prólogo: No se fía

15 2 3
                                    

El sol suavemente se alza sobre el horizonte, su luz borraba todo rastro de oscuridad en donde tocaba, a pesar del creciente frío de un invierno venidero este dejaba una ligera sensación de calidez que parecía abrazar a todo y a todos ligeramente. Un joven encapuchado se movía tímidamente por las calles de su pueblo. En su andar temeroso y torpe de notaba cierta capa de somnolencia, daba pequeños tumbos en la rocosa rúa, llena de basura, producto de festividades acontecidas hace apenas dos días.

De cuando en cuando el joven volteaba a su alrededor, casas tanto viejas como nuevas adornaban el poco a poco más brillante panorama, había también algunas tiendas cuyos dueños el ya conocía, una mueca de desdén se figuró su rostro. Tropezó en su caminata, había tropezado con un borracho. Se fijó mejor y la calle estaba llena de estos, le daban asco, ¿Cómo es que alguien podría perderse en un vicio tan profundamente como para terminar en ese estado tan deplorable?, realmente no lo sabía y no quería averiguarlo. También noto que había algunos indigentes con la mirada perdida en las nubes del cielo ya azul, "Pobres almas", pensó con amargura y siguió con su caminata.

No paso mucho hasta que llego a una casa de un tamaño modesto, un letrero ligeramente llamativo sobresalía de la parte superior de la tienda. "Tienda Lafit" este clamaba con letra grande y orgullosa. El joven entro sin mucho reparo cerrando la puerta detrás suyo, las viejas estanterías de su tienda lo recibieron con un aire polvoso y un aroma a encerrado, retiro la capucha de su cabeza, revelando una cabellera lacia y corta de color castaño, tapada ligeramente por unos harapos que hacían de vendas. Sostuvo su mano ligeramente en estas, soltando un pequeño gruñido que esforzó en ahogar, le dolía, mucho más si se tocaba, pero el insistía en seguir haciéndolo de cuando en cuando, con la vacía esperanza de que en cualquier momento dejase de dolerle inesperadamente.

Volvió a emprender una caminata, pasando por sus estanterías polvosas y entrando en una puerta que estaba hasta atrás de la tienda. "Al fin en casa" pensó y una suave sonrisa se formó en sus labios. Le recibió una pequeña y muy modesta sala principal, conformada por un sillón, un par de sillas para invitados que no eran muy concurridas. Cruzo aquello hasta llegar a una cocina medianamente bien abastecida, miro en una de las alacenas por comida que aun estuviese en buen estado. Para su lamento le recibió un aroma de podredumbre que le provocó arcadas. Soltó un suspiro de decepción. Había salido por tanto tiempo que el hechizo de conserva que había aplicado en sus alimentos había caducado y ni siquiera los procedimientos de preservación que había aplicado de emergencia los habían salvado. Resignado, tiro todo lo indigestible al fogón, la comida estará podrida, pero por lo menos serviría de algo.

Un olor difícilmente descriptible inundo el aire, el lo ignoro con esfuerzo y coloco una olla grande en el fogón encendido, la lleno de agua y se fue de la cocina en lo que esta hervía.

De un librero atestado de libros y cuadernos de lo más variopintos saco una pequeña libreta. Sus antiquísimas hojas parecían que se quebrarían en cualquier momento y su color amarillento dejaba constancia de que ese cuaderno pasó por mucho. El joven la abrió sin mucho cuidado, plantándose en la única silla de su comedor, saco un tintero y una pluma de uno de los bolsillos de su ropa, mojo cuidadosamente su pluma con la tinta y sin mucha meditación se dedicó a escribir.

Para mis guías de la vida:

Los días pasan completamente igual, probablemente debería poder salir de nuevo dentro de un par de días, desde mi último viaje no había podido conseguir nada más interesantes que las hojas de un viejo libro de herbolaria cuyas recetas fueron casi milagrosas, pero lamentablemente los ingredientes son difíciles de conseguir por estos lares. ¿Debería vender aquel libro a la corona?, con suerte conseguiría que trajesen lo necesario para que la sabiduría oculta en sus páginas sea aplicable por aquí y quizá también me permitan lograr ganar un dinero más constante. O quizá solo me den una raquítica bolsa de monedas y las gracias mientras me sacan a empujones de su vista.

KotaleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora