01

1.2K 59 43
                                    

La chica se veía al espejo tratando de convencerse a sí misma de que se veía linda. Sus ojos marrones iban de arriba a abajo inspeccionando cada detalle de su look, que tenía que estar intacto y en la onda para la juntada que tenía ese día con sus compañeros de colegio.

—¡¡¡Thea!!!

La chica rodeó sus ojos mientras acomodaba su pelo castaño hacia delante y levantó un poco sus jeans.

Era la cuarta o quinta vez que Thea escuchaba su nombre, su papá no entendía las palabras "Ya voy".

Bajó vagamente las escaleras, iba con intenciones de decirle "¿Qué querés? Voy a salir." y mostrarle su peor cara, pero cuando vio a su padre y al resto de sus empleados reunidos frunció el ceño, estaban todos cabizbajos, parecían tristes.

—¿Pasa algo? Pa... —Preguntó la chica y tocó el hombro de su papá levemente.— ¿Estás bien? ¿Qué pasó?

—Falleció Alejandro.

Las palabras de Martín Bauer, el padre de Thea, fueron un baldazo de agua fría para la chica, sintió un nudo en su garganta al instante.

Su mayordomo y fiel amigo de la familia, Alejandro Oliva, había estado muy enfermo los últimos meses, pero Thea jamás se hubiese esperado un final así para él, no podía creerlo ni entenderlo.

—¿Cuándo... cuándo fue? —Ahogó un sollozo mientras su papá la abrazaba.— ¿No se supone que el tratamiento estaba yendo bien?

—Sí, no sé, se volvió más grave el problema en el corazón. —Le decía Martín con la voz quebrada.— Y me llamaron recién para decirme que murió anoche.

—El velorio es en una hora señorita Thea. ¿Le preparo sus botas de lluvia? —Le dijo Cintia, una de las mucamas.

—No, está bien. —La chica miró a todos a su alrededor.— Tomense el día y vengan al velorio con nosotros, vayamos todos.

—No Thea. —Intervino Martín.— Están trabajando...

—Papá, no seas inhumano. Ale era amigo de ellos también. —Concluyó Thea y sin dejarlo responder volvió a subir a su cuarto.

Claramente esa buena acción de Thea había sido por lo sensible que la dejó la muerte de su amigo, porque la chica jamás les daba días libres a sus empleados si nos les correspondía.

En realidad no era costumbre de Thea tener buenas acciones con gente que, según ella, no esté a su altura ya sea moral, física o económicamente.

"¿Qué se pone una para un velorio?" Pensó Thea.

Las preguntas o problemas de la castaña solían ser siempre así de leves. La chica de clase alta no pasaba malos momentos seguido, su padre se había dedicado toda su vida a eso; A consentirla. Thea era tan caprichosa y aveces tan problemática por esa razón, que a sus dieciocho años era una chica completamente arrogante y maleducada.

Su vida era un cuento de hadas y si algo no se amoldaba a eso, Thea se volvía loca.

No tardó mucho en maquillarse naturalmente y dejar su pelo suelto, a fuera llovía así que arriba de sus pantalones y su bluza negra se puso un tapado del mismo color. Les canceló la salida a sus amigos para ir al funeral y su padre consideró eso como un milagro.

(...)

El grande y lojuso auto de los Bauer estacionó en frente de una casa bastante chica para su gusto, vieron a mucha gente entrando a un salón que parecía ser una especie de galería.

Thea tragó saliva fuerte, disgustada.

Por costumbre, la chica esperó a que alguien le abriera la puerta, y se sintió la imbécil del año al recordar que ya no tenía a la persona que hacía eso y que estaba en su mismísimo funeral.

GUARDAESPALDAS | WOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora