Estás en Londres

59 10 4
                                    

Narra Baron

La pregunta que ni hace cinco minutos he formulado aún no tiene una respuesta. El trayecto en coche no se me hace corto, pareciéndome demasiado eterno por cada minuto que pasa, por cada kilómetro que recorremos.

Temo por un momento llegar al aeropuerto tanto como obtener una respuesta.

— Estamos en Londres —mi temor era real, tensando mi cuerpo —muy lejos de tu hogar. Supongo que seria el destino de vacaciones que decidieron tus padres pero se torcieron las cosas.

— ¿Y por que ellos no están aquí aunque me secuestrasen? ¿Tan poco les importo?

— No es eso Chung Hyeop —miro al hombre, negando ante sus palabras —tus padres fueron quienes dieron la alerta de tu desaparición y te estuvieron buscando pero no fue fácil y más sabiendo ahora que fuiste secuestrado y vendido de la forma en que todo aconteció. No puedes reprochar a tus padres que te abandonasen porque eso no fue así ¿comprendes? Cuando lleguemos a Corea ¿querrás ir a tu casa directamente?

— No vivo con mis padres —miro mis manos —pero no quiero estar solo tampoco. ¿Seria lo lógico vivir con ellos?

— Podemos asegurarte en un establecimiento donde podrás estar el tiempo que desees, con un psicólogo que estará a tu disposición si lo necesitas, que es evidente que lo necesitarás —acepto el pañuelo que me da, limpiándome con el —todo cuanto necesites se te facilitará.

Asiento despacio, sin decir nada, sorbiendo con el pañuelo, limpiándome los ojos con la manga de mi chaqueta. El resto del trayecto, que desconozco cuanto más va a durar, lo paso en silencio, mirando por la ventanilla, viendo cada parte recorrida de Londres, donde hace poco me enteré que estamos.

A el aeropuerto llegamos casi una hora después, bajando del coche, esperando a entrar cuando el hombre que me acompaña se detiene a mi lado. Atravieso la puerta tras él, siguiéndole en todo momento, manteniéndome cabizbajo, cubriéndome en un momento la cara con mi camiseta al sentir miradas curiosas.

— Ten esto —cojo la mascarilla blanca que me da —subiremos enseguida al avión no te preocupes.

Asiento una vez más, cubriéndome con la mascarilla que me ha dado, manteniéndome a su lado en todo momento, intentando ignorar todas esas miradas curiosas. Avanzamos lentamente por una cola, siendo varios minutos, no muchos por suerte, los que pasan hasta llegar a un mostrador tras el que se encuentra una mujer que nos atiende con una sonrisa amable, con una mirada curiosa hacia mi, aceptando los papeles que le da mi ¿protector? aunque ha dicho que es el representante legal de mi caso, entregándole de vuelta eso mismo y dos billetes, ganándome una nueva mirada por parte de la mujer.

— ¿Se encuentra bien? —la miro, mirando al hombre.

— Si, no se preocupe —sostiene mi brazo, llevándome con él —mantente con la cabeza alta, mirando al frente o seguirás llamando la atención.

— Llamo la atención porque soy el único con mascarilla aquí —paro cuando se detiene —todos me miraban raro desde que entramos.

— Mantente a mi lado y no te preocupes por los demás. Vamos sígueme.

Le sigo, intentando hacerle caso y mirar al frente, a todo el mundo, cruzando los brazos sobre contra mi cuerpo al sentir más de esas miradas indiscretas, sintiéndome solo algo aliviado cuando subimos al avión, ese que me llevará a casa, a donde se supone que está mi hogar sin saber realmente que me espera allí, como reaccionaran mis padres, mi hermana, como estaré yo cuando me vea capaz de verles, de responder a cuanto me pregunten, con miedo de ser rechazado por mi propia familia, de que no me quieran más cerca, de que mis padres piensen que soy una mala influencia para mi hermana pequeña por haber sido victima de agresiones sexuales que no fui capaz de evitar, no recordando mucho de mi secuestro más que la última noche o mañana, más bien mañana, que estuve allí. El dolor de esas embestidas, de esas esposas en mi piel aún las siento como si estuviese allí, acariciando despacio las marcas de mis muñecas. Sentándome siento la presión en mi trasero, mi estomago revolviéndose ante el recuerdo de ese momento vivido, de lo desagradable que fue estar bajo el cuerpo de ese hombre que me forzó sexualmente, que acabo sin salir de mi cuerpo, llenándome de su asquerosa esencia.

RunawayWhere stories live. Discover now