Decisiones

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Era otro día mas en el tedioso quehacer diario de la tediosa vida de una madre sola. Hacía sol y Marta se preguntaba el por qué.

Cómo podía ser que la que una vez fue una joven llena de ilusiones y anhelos de una vida emocionante y plena fuese la misma mujer con la cara marcada por la edad y la acumulación de desilusiones, que se reflejaba frente a ella cada mañana en el espejo? Ya habían pasado once años desde que recibió la última pensión del que, según la ley, era su marido. Desde que Pedro se fue con una caribeña, Marta no podía evitar cierto sentimiento de resentimiento cada vez que veía a un chileno tomado de la mano con una mujer de piel oscura. Mientras se hundía en los pensamientos deprimentes que la acompañaban desde hacía tiempo, no se percató que había pasado de largo su casa; había llegado al río que solía escapar de niña. Se sorprendió de que tan solo a 20 minutos de su casa, estaba aquel lugar lleno de recuerdos. Cerró los ojos y se transportó a años atrás a una de tantas veces que saltaba las clases y se iba a ese río, ahora tan sucio y gris, que la invitaba a soñar, hacer planes de cuando pudiera huir de ahí, de su padre ausente y una madrastra con delirios de grandeza que vió en la hija de su nuevo esposo la posibilidad de cumplir su sueño de tener una empleada a su cargo, como tenían las esposas de los supervisores de la mina, pudiendo ser libres de ocupar ese tiempo de labores domesticas, para tomar el té con las vecinas o dedicarse a asuntos de suma importancia como bordados y decoraciones para el hogar. Marta no sólo tenía que cumplir con las bienintencionadas tareas que mandaba una profesora con espíritu de vocación que deseaba sacar a sus desdichados alumnos del círculo de la pobreza en el que estaban insertos, preparándolos para tener mejores posibilidades laborales que sus pares en similares condiciones. Al llegar a casa debía limpiar la casa y cocinar, además de cuidar a la pequeña princesa, su medio hermana, mientras la madrastra reclamaba que estaba atrasada para salir, de que no entendía para que perdía el tiempo estudiando si su destino era hacer el aseo por el resto de su vida. En ese instante Marta maldijo que esa horrible mujer hubiera acertado en su predicción. Fue en ese mismo río que vió en Pedro la posibilidad de una salida, de escapar de un hogar roto, pero unido a retazos y formar una verdadera familia, cumplir los sueños de conocer el sur y descubrir si es cierto que hay ciudades con colonias alemanas con personas de aspecto europeo. Pedro era todo lo que había visto en las series que ponía la madrastra a la hora de la once, un joven valiente y empeñoso, trabajaba con su papá en el puesto de la feria y ya tenía suficiente plata para arrendar una pieza totalmente independiente para él solo. Marta volvió a maldecir que la bruja haya acertado también al predecir que Pedro la botaría por la primera mujerzuela que le dijera que sí. La verdad es que Marta nunca estuvo enamorada de Pedro, pero con saber que podía salir de esa casa, le bastaba, además Pedro también quería conocer el sur, y sabía que era mucho mas fácil vender verduras ahí, se compraba barato y no había que salir tan lejos para venderlas a buen precio. Siempre supo que no eran motivos suficientes para casarse con alguien, pero para dos lolitos de dieciocho años con un bebé en camino no podían preocuparse por detalles como el amor, sino de formar una casa lo antes posible y sobrevivir. A pesar de pasar toda su vida inculcándole a su hija lo importante de estudiar y poder establecerse antes de pensar en "pololos", no le sorpendió ninguna de las 3 veces que su hija llegó con un niñito de seis meses para que se lo cuidara mientras ella trabajaba, al menos eso le había logrado grabar en la mente de su hija, lo importante de hacerse cargo y trabajar tan duro como le fuese posible. Marta se cuestionaba que sentido tenía seguir adelante, dar consejos que no se van a seguir, trabajar duro para despertar al día siguiente y hacer exactamente lo mismo, comer para que te vuelva a dar hambre, llevar a los nietos a la escuela para que al crecer se hagan cargo a medias de sus hijos a su vez, siempre y cuando ella ya no esté viva para tener que hacerse cargo otra vez de una nueva generación, se preguntó cuanto tiempo tardarían en darse cuenta que no había llegado a su casa, y cuantos días pasarían para encontrar su cuerpo frío en el Loa, pero una vez mas, respiró hondo, se echó sus penas y frustraciones a la espalda y se fue a casa.

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