Día 29 - Fiesta

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—Suéltalo, Xue Yang, lo vas a matar y luego tendré que matarte por dañar la mercancía —dice el vampiro, emitiendo un suspiro en el proceso.

El vampiro lunático, Xue Yang, lo suelta de un hosco aspaviento, lanzándolo justo al frente del vampiro con ínfulas de lord. Lan Xichen trastabilla, logrando estabilizarse unos instantes después. Las risitas de las féminas que acompañan al vampiro no tardan en emerger. Lan Xichen se siente humillado, pero no puede decir algo al respecto, no cuando su cuello está en juego.

Con otro suspiro, saca de los pliegues de su túnica una bolsa pesada de cuero negro que pronto le lanza al vampiro Xue Yang sin ninguna ceremonia. Este la sujeta en el aire, para nada afectado con el trato. La abre, y comienza a contar los jades más puros que Lan Xichen ha visualizado en su vida. Brillan a la luz de la luna en un fulgor nácar.

—El precio por la mercancía —habla el vampiro luego de un silencio, posando su mirada una vez más en su cuerpo, evaluándolo—. Al menos esta vez lo trajiste debidamente vestido y bañado. Quizás así le guste a esa niña.

Una de las doncellas vampiras al costado del lord emite una risita, susurrando con voz melosa—. Oh, mi, lo que debe hacer es llevarle un hombre fornido que la ponga en su lugar.

El vampiro ríe con ellas al instante que aquel comentario impúdico tiene lugar. Lan Xichen no es ignorante. Un arrebol mancha sus mejillas, pero por fortuna nadie se percata de sus tribulaciones.

Luego de unos segundos, el vampiro emite un suspiro contemplando ahora a Xue Yang.

—¿Satisfecho?

Xue Yang alza su mirada carmesí, esbozando una sonrisa torcida en el proceso. Pero más allá de eso, no responde. Sus pies se giran, alza su mano y les indica a sus acompañantes que lo sigan, dejando el sedán hecho pedazos sobre el vestíbulo de la entrada.

El vampiro vuelve a suspirar, cierra el abanico y con un lánguido ademán le indica a la doncella de su derecha:

—Lleva este niño con ella. Vamos a ver cuánto le dura antes de que lo asesine y me haga gastar más dinero.

Luego de eso se gira, marchándose con las otras doncellas que continúan pululando a su alrededor. La doncella que se queda es bonita, pero no destacable. Envuelta en un elegante hanfu blanco con destellos añiles, más un intrincado peinado que sujeta sus hebras oscuras a la altura de su frente. Le gustaría acotar que podría verse mejor sin ese peinado, pero no opina. Sólo se deja conducir por la doncella cuyo trato es más amable que el del vampiro Xue Yang y pronto Lan Xichen está caminando junto a ella por un gran y largo pasillo ataviado en riquezas doradas.

Los pilares son aperlados. Lan Xichen cree fervientemente que con un pilar de esos podría alimentar a un pueblo durante una década.

En silencio caminan hasta el final del pasillo, la doncella continúa sosteniéndolo con su mano puesta sutilmente tras la zona baja de su espalda. Luego de unos momentos, lo sitúa frente a unos imponentes portones de color negro. Es lo único que parece desentonar con el blanco y dorado perenne de aquel lugar.

La doncella utiliza su mano libre y con sus nudillos toca una vez. Luego de eso, se aleja sin mediar palabras.

Los portones se abren silenciosamente. Lan Xichen traga saliva, comenzándose a sentir asustado por la expectativa. ¿Será que lo asesinará rápida o lentamente? Los portones terminan de abrirse, instando a que Lan Xichen continúe su andar. Temeroso, expectante, lleno de ansiedad, ingresa, dando pasos tentativos sobre el suelo de madera.

El recinto es un cubículo lleno de sutil simpleza. Hay cortinajes bañados en oro brillante que cuelgan parsimoniosos sobre las paredes, sujetos por un extremo de los doungong que yacen en las esquinas. Lan Xichen termina de ingresar y los portones vuelven a cerrarse.

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