Cobril: Desolacion

Mr. Blue Sky

Unos ojos brillantes observaban detenidamente el cielo azul repleto de nubes grises y colores vacíos, nadie se había detenido en todo aquel trayecto, pero a Rafa le encantaba observar el movimiento de las nubes a su vez que contemplar aquellos momentos únicos en los que el paisaje le daba un motivo por cual vivir.

Aunque a sus amigos no les agradaba esperar a que Rafa reaccionara en cualquier momento, pero también se daban a la tarea de darse breves descansos en donde podían gozar de su libertad y poder dejar caer todo el equipaje que les causaba molestias en la espalda de vez en cuando.

-"Vaya que el cielo es de las cosas más chingonas de este mundo"- agrego Rafa mientras bajaba su mirada a los rostros cansados y estresados de sus 4 amigos.

-"No lo dudo amix, pero prefiero llegar de una vez por todas a tu afamado "santuario" que terminar asada en este horno"- comento una chica chaparrita con ojos saltones y un montonal de trapos que le cubrían todo el cuerpo.

-"Apoyo a Dora en buen plan wey. Créeme que uno se harta de tanto caminar en medio de una ciudad abandonada y debajo del pinche sol"- dijo un chico robusto y alto con una vestimenta peculiar basada en una chaqueta café y unos pantalones verdes, con su cara descubierta (su cabello de color castaño y con chinos, ojos chicos, una barbita de chivo junto a su tez morena).

-"¿Y si en vez de platicar nos ponemos en marcha chicos?"- dijo una chica alta con una clase de armadura plateada y desgastada, una espada envainada colgando de su espalda, además de que unos lentes de sol le hacían ver ruda y segura ante todo.

Nadie se negó ante aquella propuesta. Todos asintieron con simplemente seguir caminando y permanecer en un silencio. Ya llevaban días caminando desde muy lejos para llegar hasta el "santuario", lugar donde supuestamente residen antiguos secretos y objetos que les servirán de gran ayuda al problema al que se enfrentan.

El atardecer estaba cayendo, mientras las pocas nubes grises se dispersaban en el cielo anaranjado el grupo opto por dormir cerca de unas ruinas de lo que alguna vez fue un centro comercial. Ya quedaban pocos lugares de pie o en óptimas condiciones para vivir después de 30 años de inactividad humana; lo que años atrás fue una gigantesca y esplendida ciudad ahora era una clase de valle en el cual la arena danza en tornados y las dunas se alzan entre la tierra seca y los cadáveres de miles de inocentes.

Rafa, el segundo a cargo de su grupo, se quitó su chaqueta azul marino para después sentarse junto a los demás a una clase de fogata en la que las llamas danzaban y algunas chispas saltaban hasta desaparecer en la lúgubre oscuridad que envolvía el grupo.

Todos estaban exhaustos traes aquel día de caminata, ya que haber cargado una mochila llena de provisiones, ropa y armas no era tarea fácil para estos jóvenes. Aun así, el cielo se oscureció dando paso a la fría noche el crepitar de la leña seca les daba un poco de ánimos para seguir con su viaje.

El ambiente era tanto sombrío como silencioso, algo que incomodaba a más de uno sabiendo que no había ninguna señal de vida a la redonda, a pesar de ello los 5 jóvenes empezaron a relatar historias un poco exageradas y llenas de ficción sobre cosas que les habían sucedido años atrás.

-"...entonces vi con mis propios ojos como aquel minotauro de nombre Don Panzón no pudo terminarse aquella media ronda de tragos en la cantina de mi primo Diego"- agrego Dora con suma alegría e ironía en cada palabra mencionada –"aunque he visto a otros seres que se echan más tequila que Don Panzón"- termino con risitas simpáticas que le daban un toque infantil a la anécdota.

-"Wey. Es la historia más estúpida que haya escuchado. No dudo que Don Panzón no haya soportado el estilo neutrón, pero lo que me hace vueltas en la cabeza es que haya ido a esa anticuada cantina"-