La Muerte Roja x Lectora

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Estabas en desacuerdo con las medidas que tu hermano había tomado para salvarse de la plaga que azotaba al pueblo. Era increíble saber lo insensible y egoísta que podía ser tu hermano mayor con un tema tan delicado, indiferente al bienestar de su propio pueblo. Muchas veces intentaste convencer a Próspero de que también debía refugiar a los ciudadanos, pero él se negaba a tus peticiones.

—Mientras nosotros estemos a salvo, eso debería estar bien contigo— dijo de una forma calmada.

Estabas molesta con él ¿cómo podía ignorar el sufrimiento y la agonía de su propio pueblo?

Habían sido varias las ocasiones en que intentaste salir de la Abadía, pero era imposible al las puertas haber sido soldadas, contando también el hecho de que Próspero te había atrapado intentando salir.

Una enorme fiesta de máscaras se estaba celebrando en el salón principal del lugar. ¿Cómo podían celebrar el sufrimiento ajeno? ¿Cómo podían ser tu hermano y esos nobles tan indiferentes? Lágrimas brotaron de tus ojos, mientras rezabas en el solitario campanario —que también era tu habitación— por las desafortunadas almas que afuera eran condenadas a morir por la plaga denominada "La Muerte Roja".

Un cuarto de hora antes de media noche, tú hermano mayor se acercó al campanario y tocó la puerta, interrumpiendo tu piadosa oración.

—[Nombre], ¿no quieres bajar a disfrutar la fiesta? Has estado aquí todo el día. Ven y disfruta con nosotros— pidió con aquella voz fraternal que tanto te confortaba de niña, pero ahora te parecía hipócrita.

— No voy a bajar a celebrar nuestra salvación mientras otros mueren a cambio— dijiste con un tono de voz severo.

Próspero no dijo nada, solamente escuchaste sus pasos alejarse. Volviste a tu oración.

Poco después los repiques de la media noche resonaron y el bullicio de abajo se detuvo. Ya te habías acostumbrado a que en cada repique reinaba el silencio antes de volver al alegre ambiente. Al saberse la media noche, dejaste tu rosario a un lado y te dirigirste a tu cama. Te sentaste en el borde, mirando al exterior del lugar, esperando que tus oraciones hayan logrado salvar algunas vidas ese día.

El repique del reloj, tenue como sólo podía escucharse en tu lugar, impidió que escucharas el desgarrador grito de tu hermano y la agonía que se estaba produciendo en la parte baja de la mansión. El sonar del reloj se detuvo, pero la música y la alegría no volvió, sino que todo se mantuvo en un silencio sepulcral.

Te levantaste de la cama en silencio, para dirigirte a la puerta y entreabrir un poco para poder asomarte, pero un gran viento frío te obligó a abrirla y apagó la chimenea que habías tenido encendida. Esto te causó una enorme inquietud en el pecho. El ambiente era tan pesado, nada como la cálida alegría de hace unos pocos minutos.

Tomaste una vela y la lograste encender tras unos cuantos intentos. Caminaste sigilosa por los enormes pasillos de aquella lujosa construcción, hasta bajar las escaleras que conducían al lugar donde la fiesta había sido llevada a cabo. En tu corazón habrías preferido pensar que habías quedado sorda; sin embargo, el silencio se mantuvo, la orgía había sido acallada.

Un fuerte aroma metálico penetró tus fosas nasales. Era el inconfundible aroma de la sangre que inundaba cada rincón de aquel silencioso lugar. Al bajar el último peldaño, sentiste un líquido viscoso en tus pies descalzos y, al iluminar con la vela el suelo, notaste que era sangre, sangre que había sido drenada de los cuerpos de los nobles que ahora yacían en el suelo.

El alcance de la vela no era muy largo, pero estabas segura de que las siete cámaras estaban en las misma condiciones. Avanzaste con cuidado en la penumbra, intentando no caer, mientras el líquido carmesí manchaba los bordes de tu vestido azul.

La séptima cámara aún seguía iluminada con aquel color escarlata combinado con el negro y, gracias a la iluminación, viste el cuerpo de tu hermano en el suelo, al igual que el de algunos guardias. Dejaste caer la vela y tapaste tu boca con ambas manos, mientras las cálidas lágrimas resbalaban por tus mejillas.

— ¡Oh, hermano mío!— exclamaste cayendo de rodillas al suelo, tocando suavemente el rostro de tu fallecido familiar — Has jugado con la muerte, querido hermano.

Hubo silencio, hasta que sentiste una presencia tras de ti. Al voltear, viste una figura alta y delgada cubierta por una mortaja roja salpicada de sangre, con una máscara blanca y fría como el rostro de un cadáver, también manchada de sangre. Y, a pesar de lo intimidante de su aspecto, no sentiste miedo.

Te levantaste del suelo, mirando aquella figura de manera inquisitiva; te extendió su esquelética mano, esperando a que te acercaras y la tomaras. Vacilaste. Finalmente, tomaste su mano y esta figura te envolvió en un abrazo.

Sus manos acariciaron tu espalda y tu cabello, era tan increíblemente dulce y delicado contigo, lo cual sí te provocó temor y, a su vez, te sentiste a gusto. Te acurrucaste en su abrazo, cerrando los ojos ¿La muerte podía ser así de dulce? ¿Qué habías hecho para merecer un trato tan suave?

Ambas manos tomaron tu rostro, obligándote a ver aquellas vacías cuencas de la pálida máscara. Los labios de aquella máscara tocaron los tuyos, un roce suave y superficial. Pensaste entonces que la muerte te amaba, por más loco que sonara, parecía ser de esa manera.

Tu cálido y puro corazón le conmovió, en ese mundo lleno de egoísmo y corrupción. Las personas nobles de corazón como tú merecían todo el amor de la muerte, un trato dulce y agradable del que no era necesario temer. Unas alas rojas salieron de entre su mortaja y te cubrieron; así como te volvió a abrazar.

No querías morir, pero lo aceptaste. Aceptaste el amor que "La Muerte Roja" te estaba dando. Aceptaste el beso contiguo que te dio, correspondiendo entonces a su deseo. No sentiste dolor, ya no sentiste miedo, solamente experimentaste la muerte más dulce que cualquiera de las víctimas habría soñado.

Tu sangre había sido drenada de tu cuerpo, tiñendo de rojo tu vestido que antes había sido del color del cielo. Tu hermoso cuerpo yacía, protegido, en brazos de "La Muerte Roja", encadenándote a ella por toda la eternidad.

Tu sacrificio fue suficiente para detener la plaga.

Supernatural [One-Shot Yanderes x Lectora]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora