Mientras caminaba no podía evitar pensar en sus planes a futuro, había aprovechado su bastante ilícita red flu para ir a la mansión Slytherin cada vez que había podido en sus vacaciones, o en su defecto buscar el despacho de Salazar, desgracia la suya de que a ningún familiar se le ocurriera anotar en que maldito lugar estaba el despacho, y Salazar se negaba a hablarle dentro de Hogwarts para mantener la fachada que tenían, pero todo estaba dando frutos, cada vez podía sentir más cerca su forma animago, casi podía visualizarla y sí lo lograba habría dado un paso inmenso en transformarse, pero no podía verla aún, no podía hacerlo en cualquier parte de Hogwarts, dependiendo de la fuerza o impactante que pudiera ser ver su forma animal podría avisar al director y tendría serios problemas sí el anciano se enteraba, un lugar "funcional" sería la sala de transformaciones que estaba preparada para un evento semejante pero no podría utilizarla sin que McGonagall se enterara, la cámara de los secretos quedaba descartada pues mientras no tanteara el terreno con el basilisco sería una locura entrar, la sala de los menesteres era su única opción dentro del castillo pero los recuadros casi siempre le observaban por orden del director y no podría entrar a la sala sin llamar la atención o sin planear una actuación que le creara una cuartada.

Cuando por fin llegó al salón en que la profesora le citó se dio cuenta de algo, era el mismo salón donde tomaba clases con Dickens. Con un poco de cautela entró en el salón, los muebles se encontraban movidos formando algo parecido a un círculo, la profesora le esperaba en una de las orillas, la mirada de la profesora era extraña mostraba algo parecido a la pena o melancolía, Harry no podía descubrirlo.

— Un gusto verle, joven Evans —Saludó la maestra con rostro imperturbable.

— Un gusto profesora Artemis, no es por importunar ni ser grosero, pero, podría responderme ¿Para qué me citó? —Preguntó el joven de cabellos cuervo.

— Me he dado cuenta de que mis clases son muy sencillas para usted, por lo que he decidido darle clases privadas —Musitó la mujer, pero Harry podía notar algo más, probablemente no lo hubiera visto si no fuera por su experiencia como duelista o su tiempo en la guerra, los músculos de la mujer estaban tensos, demasiado, pero no conocía lo suficiente a la profesora como para saber si estaba admitiendo una derrota o estuviera haciendo algo que no quería, por el momento lo dejaría ser antes de hacer cualquier movimiento.

La clase fue relativamente interesante y un poco más calmada que las que tenía con Dickens el cual era una bola de energía de persona. 

Principalmente consistían en tener que lanzar ataque contra ataque contra maniquís, primero había recibido toda la teoría del encantamiento antes de siquiera ponerlo en práctica, el encantamiento que practicaron fue Depulso, casi una hora después la profesora lo veía con una mezcla de sorpresa y fascinación con tintes de preocupación.

— ¿Lo hice bien, profesora? —Interrogó viendo a la mujer que volteó a verlo con calma.

— Perfectamente —Admitió casi en un susurró, Dickens le había hablado bastante bien de ese chico, casi un prodigio o un prodigio directamente, pero lo había atribuido a que como Dickens se concentraba tanto en la práctica que probablemente los alumnos impresionables podían prestar una total atención y mantuvieran la concentración pero flaquearan a la hora de entender o usar creativamente el encantamiento, pero Harry le demostraba que estaba en un error, que ese chico podía absorber lo que le enseñaba práctica y teóricamente con facilidad y usarlo de modos más creativos.

— Si me disculpa profesora, ambos tenemos que asistir a la cena, y yo tengo que ducharme —Con esas palabras Harry se dispuso a retirarse incómodo por la situación que no podía leer, pero antes de que saliera de allí lo detuvieron.

¿Evans?... No, Peverell y ¿Serpientes?Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz