Don Pío.

8 1 0
                                    

Cuando Don Pío Alegría, hombre ya de avanzada edad, accedió a acostarse con aquella muchachita, de la que prácticamente podría ser su abuelo, no tenía en mente darle más importancia que la del hecho de que su amigo Celedonio, le convenciera una y otra vez, insistentemente durante las últimas tres semanas, para olvidar la trágica muerte de su mujer,de un infarto mientras dormía.


Lo cierto es que para Pío, la vida cambió radicalmente cuando su esposa falleció. Con el paso de los años, se habían llegado a conocer tan bien, que tenían la habilidad de esquivarse en el momento justo antes de que uno de los dos iniciara una gran pelea por la cosa más tonta. A veces eran inevitables, pero durante sesenta años tuvieron una convivencia donde lo hacían todo juntos. La compra, la limpieza de la casa, la comida, se dormían el uno al lado del otro viendo la tele, y hasta con ochenta años aún follaban con ganas y pasión. Ella no podía resistirse cuando él aparecía con un traje de chaqueta abierto, un bastón de cáñamo brillante, una pajarita al cuello, y bien perfumado y aseado, como a le gustaba.


Parecían tortugas copulando, intentado pillar la postura, con pequeñas embestidas, pero nunca, nunca dejaron de hacerlo hasta que un día Evangelina, que así se llamaba su mujer, amaneció pálida y tiesa, con las piernas hacía arriba y curvadas. Daba la impresión de que dejó el mundo con un hueco entre sus piernas para llevarme con ella en un éxtasis eterno- decía Pío-Hasta en la última noche siguieron follando como animales en celo, por culpa sobre todo de que Evangelina le veía tan ridículo con el traje, que le daba mucha pena por él, pero al mismo tiempo tenía un olor tan característico y tan rico, que la pena se mezclaba con las ganas, siendo la última la vencedora.


Para colmo el perro que tenían, siempre que hacían el amor se asustaba, porque escuchaba los golpeteos lentos,e inexorables, y parecía darle la impresión de que uno de los dos estaba atacando al otro, pero nunca lo tenía muy claro. Así que se ponía a aullar como un lobo a la luna. Era tan escandaloso que la sirena del camión de los bomberos, a su lado, se quedaba corta.La mujer de Celedonio, que vivía en una casa cercana se despertaba siempre encabronada, se despejaba los ojos y mirando el reloj, despertaba de malas formas a su marido diciéndole: -¡míralos, ya esta otra vez ese dichoso perro, siempre a las dos de la mañana!, ¡O un día hablas tú con tu amigo o lo hago yo!-Y a continuación se volvía a tapar entre las mantas farfullando una especie de alfabeto.El día que Celédonio tuvo las agallas de ir a decirle algo a su vecino, ya era tarde, pensaba en la mujer de Pío que murió quedándose totalmente rígida, casi parecía un cangrejo por la postura. El doctor dijo que no había visto una cosa así en mucho tiempo y después de que el juez ordenara el levantamiento del cadáver, como pudieron la agarraron y se la llevaron. Se la llevaron, bajo una manta llena de pliegues y montículos, como si dentro hubiera un cánido boca arriba.En ese momento, el husky de la pareja que hasta entonces no había hecho nada, empezó a aullar desesperadamente, esta vez como una sirena intermitente dándole a pensar a Don Pío en ese momento, que siempre la había querido un poco mas a ella, lo cual le puso algo celoso y no entendía por qué justo en ese momento.


Tras unos meses de soledad, donde cada tarea se le hacía un mundo, a Don Pío, sin saber muy bien por qué, después de unas semanas le dio la manía de salir al balcón al anochecer y mirando las estrellas, se ponía a cantar canciones a todo volumen sobre la patria, antiguas guerras, y el comienzo de los nuevos amores. Cosa que enloquecía a todos los vecinos, pero para mas inri su tono de voz era tan grave, que su perro no podía con el hecho de estar quieto en su rincón y salia al lado del anciano a acompañarle en la canción. Sus aullidos esta vez eran peores para el vecindario, ya que se entrecortaban todo el rato, parecía querer hacerle los coros a su amo, con pequeños y agudos tonos que acababan con un aullido que se prolongaba en el tiempo casi llegando a otras partes de la vecindad.

Don PíoWhere stories live. Discover now