—Y yo a ti, papá—asintió.

Dokyun besó su frente. En ese momento Mark salió de la casa, Jaemin le dedicó una pequeña sonrisa.

—Adiós, joven Jaemin—le dijo él—Muchas gracias por todo lo que ha hecho por nosotros.

—Adiós, Mark.

Suspiró y salió de debajo del pequeño techo que los resguardaba de la lluvia para acercarse a la camioneta. La lluvia empapó un poco su rostro y cabello, estaba por subir cuando escuchó el relinche de un caballo a lo lejos. Giró la cabeza hacia el sonido y allí los vio a ambos. Jeno y White lo miraban desde la distancia. 

—Estaré bien—musitó el castaño, creyendo que él por ahí podía leer sus labios. Pero en realidad no lo estaría. Claro que no. 

Jeno vio como el menor se subía al auto y cerraba la puerta. La lluvia comenzó a caer con más fuerza, empapándolo aún más. White se movió algo nervioso, pero él lo calmó. 
La camioneta arrancó y con ello la desesperación de Jeno. Ahí se iba de nuevo el amor de su vida. Lo dejaba. Lo veía alejarse, lo perdía esa noche. No lo entendía…no entendía por qué simplemente no podía agarrar e irse con él. No entendía por qué no podía mantenerlo a su lado. Golpeó a White a un costado y el caballo salió a toda velocidad por el medio de un camino de árboles que daba justo al costado del camino por el cual la camioneta iba pasando. Logró alcanzar la velocidad del vehículo. Pero no podía ver a Jaemin, ya que los vidrios eran polarizados. Y entonces el auto aceleró, la lluvia se hizo más intensa. White se detuvo y su pequeño y todas sus esperanzas desaparecieron bajo el temporal. 
Otra vez se sentía como un niño de trece años, al que le arrebataron una parte de su corazón. Entonces las primeras lágrimas cayeron por sus empapadas mejillas. Lo había perdido de nuevo, solo que ahora él tenía toda la culpa.

Una semana después…

Arrojó el pedazo de tronco caído que llevaba sobre su hombro, en medio de la caballeriza. Los caballos protestaron ante el molesto sonido que irrumpió en la paz en la cual se encontraban. Jeno suspiró y se secó la frente con el dorso de su mano. Tomó el hacha que había apartado y se dispuso a cortar el tronco en pequeños pedazos de madera para una futura fogata o lo que se precisara. 
Hacía exactamente una semana que su vida era simplemente una porquería. No podía dormir, no quería comer. Ni siquiera sabía como era que seguía respirando. Todas las noches soñaba con Jaemin y se despertaba a la mitad de su sueño para darse cuenta de que no estaba allí. Se sentía miserable. Era miserable sin él. Extrañaba verlo sonreír, escucharlo hablar, sentirlo respirar. Extrañaba salir a cabalgar con él. Extrañaba el calor de sus labios, su sabor. Comenzó a cortar la madera con más fuerza. En todas las veces que había llamado jamás pidió hablar con él. Y lo sabía porque en más de una ocasión se había tomado el atrevimiento de escuchar la conversación por otro teléfono. 

—Realmente eres un imbécil—dijo sacándolo de sus pensamientos.

Algo agitado dejó de hachar la madera y se enderezó para mirarlo.

—No estoy de humor para tolerarte, Mark—le advirtió.

—Oye, yo no tengo la culpa de que seas completamente infeliz en este momento, tú eres el único culpable. 

Jeno lo miró coléricamente y comenzó a hachar de nuevo. Mark negó con la cabeza y suspiró. ¿Es que acaso su primo era un completo imbécil? 

—¿No tienes nada más importante que hacer que estar ahí parado mirándome como un imbécil, Mark?—le preguntó sin dejar de hacer lo que estaba haciendo. 

—Solo estoy tratando de entender por qué mi primo se está comportando como todo un cobarde.

Jeno suspiró y tiró el hacha a un costado para mirar de frente al rubio. 

Salvaje - Nomin Donde viven las historias. Descúbrelo ahora