Capítulo 23: Culpables

Comenzar desde el principio
                                    

—Todo está en pésimo estado —comentó Bota. Ambos caminaban llevando antorchas mientras iluminaban el estrecho pasillo.

—Veamos hasta donde llegamos —dijo este. Hacía mucho que nadie pasaba por ahí, y sí, muchas partes se habían derrumbado.

—Tal vez podemos darle un buen mantenimiento a uno de los pasillos, pero dudo mucho que el otro sirva. Estaba peor que este —añadió Bota, y Bernard asintió—. ¿Se sabe hacia dónde nos lleva?

—Se supone que nos sacará de la villa hacia una ruta de escape segura. Destruyeron los mapas para que nadie supiera más.

—Hay cada loco en este mundo... —murmuró Bota, y ambos rieron. En ese estrecho pasillo hasta los murmullos sonaban fuerte, y las carcajadas eran ensordecedoras.

Caminaron con algo de dificultad. Bernard tomaba nota mental de todo lo que necesitarían para reparar los muros, y cómo podría reforzar la puerta de acceso. Solo podía haber una llave, y la puerta debía de ser lo suficiente resistente para que tardara en ser derribada. Una vez del otro lado, quienes lograran escapar en un eventual asalto tendrían suficiente tiempo para ponerse a salvo.

—Conozco a un artesano para el trabajo de la puerta —comentó Bota—. Es un judío, ¿no te molesta?

—Para nada —comentó con tranquilidad. Había que ser idiota para despreciar a un buen trabajador solo por una cuestión religiosa—. Tráelo aquí para mañana, mientras antes se empiece a trabajar en esto será mejor.

—¿Llevas prisa? ¿Acaso hay fecha para el ataque? —Preguntó Bota con cierta preocupación.

—No, pero prefiero que estemos preparados para todo. —Este asintió. Se quedaron en silencio un momento. Casi podían ver la salida, era apenas un punto de luz visible.

Bernard se preguntó cuántos años se estuvo trabajando en ese camino, o si tal vez se trataba de una ruta que existía desde tiempos de los romanos. Habían atravesado Béziers de un lado a otro, y habían acabado hacia el camino que daba a la ruta que se dirigía a Carcasona. Había escombros bloqueando la salida, así que tuvieron que dejar las antorchas a un lado un momento para observar mejor. Las rejas eran gruesas, pero iban a tener que sacarlas para hacer de esa ruta un escape seguro.

—¿Y crees que ese judío que mencionas podría ayudarnos con este asunto? —le preguntó a Bota—. No pueden ver este ingreso, pueden intentar derribar las rejas.

—Ummm... Claro, que parezca parte de los muros de la villa. Supongo que puede hacerse, requerirá tiempo y mucha discreción, pero sin duda podemos arreglar este desastre. —Bernard asintió. Ese pasillo secreto tenía mucho potencial, y si las cosas se ponían feas en Béziers al menos lograría que personas inocentes escaparan a salvo.

—Regresemos, hay muchos asuntos de los que ocuparse. ¿Cómo va la renovación de los muros?

—Pues el cura se sigue quejando de que preferimos invertir en eso que en la iglesia de La Macarena, pero bueno, ¿qué podemos decirle? —contestó Bota, y se encogió de hombros—. Ya es muy tarde para reclamos.

—Ya nos agradecerá después. —El senescal tomó de nuevo su antorcha. Suspiró. Bota lo miró con curiosidad. Sabía que quería desahogarse—. ¿Sabes algo de tu sobrino?

—Arnald envió una carta el otro día, pero era por asuntos familiares. Recuerda que ni siquiera sabe que soy parte de la orden. —Bernard asintió. Debió sospecharlo.

—Y creo que sería muy extraño que le reveles eso de pronto. Dime, ¿al menos te ha contado como han ido las cosas con Guillaume?

—Me escribió desde Cabaret —dijo para su sorpresa. Nadie le había informado que el nuevo gran maestre estaba refugiado en la montaña negra—. Contó que Peyre Roger los invitó a él y a su señor a ir, fue justo después del incendio. Supone que pasarán un tiempo allá y esperan regresar a Saissac antes del invierno.

La Dama y el Grial I : El misterio de la OrdenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora