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    —Y eso que aún no ves el negocio, ya veras, será todo un éxito.

    Al llegar al lugar, podía verse un enorme cartel de neón, "Restaurante Whither " se leía desde lejos. El interior estaba pintado de un sutil color blanco, los muebles y mesas esparcidos por todo el interior mientras que el mostrados y cocina se encontraban en una esquina. Había buena iluminación y un tocadiscos a un lado del mostrador.

    —¿Te gusta? —preguntó.

    —Es... hermoso —estaba feliz, mis padres podían cumplir su sueño, empezando de a poco.

    

            
     
    Dos semana había pasado desde que entre a clases, aún estaba sola pero cuando terminaba todo podía irme feliz hasta el local de mi familia. La inauguración había sido increíble, mucha gente entraba y salía en el día.
    Se entregaba desde desayuno, almuerzo y cena, muchas tareas que necesitan manos extra. Yo ocupaba temporalmente el puesto de camarera mientras mi madre atendía el mostrador y caja.

    —Hola, buenas tarde —sonríe —¿Ya saben que van a ordenar?

    Así fue como conocí a mis primeras amigas de Hawkins, Nancy Wheleer y Barbara Holland. Iban cada tarde sin faltar a pedir batidos y aprovechaban la oportunidad para hablar, cuando se cumplió el mes, se acercaron a mí y me acompañaron en todas las clases que compartíamos. Empezamos a salir a pasear y a tener noche de chicas, por fin había podido encajar en la escuela.

    La primavera estaba en todo su resplandor cuando de vuelta del trabajo choque de frente con un chico, todas mis cosas se esparcieron en el suelo.
    —Dios, lo siento —dijo rápidamente agachándose a tomar mis cuadernos y apuntes.

    —Esta bien, creo que ambos íbamos distraídos.

    —Soy Steve Harrington —se presentó extendido su mano.

    —Samantha Whither —contesté haciendo un ligero apretón de manos.

    —¿Vas a la preparatoria, no? —dijo —Recuerdo haber visto tu cara —sonrió —Nos vemos, Sam.

    Seguí mi camino hasta casa de Nancy para terminar de hacer un trabajo.
    —¿Por qué tardaste demasiado? —preguntó cuando abrió la puerta de su casa.

    —Lo siento, me encontré con alguien en el camino —respondí caminando a su habitación.

    —¿Quién? —Barb apareció por la puerta.

    —Steve Harrington —me acomode en la cama —¿Por dónde se quedaron?

    Ambas amigas se miraron serias sin comentar nada. Al finalizar el día, el trabajo de literatura se encontraba listo para entregarse mañana.

    Steve empezó a aparecer seguido en el restaurante en mi turno de tarde, pidiéndome una malteada de chocolate con una porción de pastel de frutilla. También cada vez que me cruzaba por los pasillos de la escuela se detenía a saludarme.