2 °Bienvenida°

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Llegamos

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Llegamos.

Estamos en frente del Greatest. Es de estilo antiguo, como el de un castillo. Es gris con colores azules turquesa en puertas y ventanas. En toda la entrada, que es una puerta de rejas celestes están dos personas con papeles en mano. Un chico, una chica. En los segundos que tenemos de haber llegado, he podido ver como de la misma manera llegan otros.

—Bueno... Aquí estamos. —Es papá quien rompe el silencio—. Amor ¿Recuerdas cuando nos conocimos?

Se dirige a mi mamá, ambos siguen con las manos agarradas.

—Claro que sí. Recuerdo lo patán que fuiste conmigo en un principio.

—Era un tonto.

Ambos ríen. Ellos se conocieron aquí, hace veinte años en la cuenta humana. Hubieron algunos problemas para poder estar juntos porque según la ley, el clan debía aliarse solo con personas de sus razas. Pero al notar que estaban en un mundo distinto al suyo aceptaron las mezclas de estas, incluso he sabido de nistianos que se casan con humanos y todo.

—Nombre y raza por favor —dice la chica cuando nos acercamos, sus ojos son negros, sus cabellos azules.

—Anice Ellis Cromwell —respondo—. Familia Orpis y Gerfe.

—Bien. Pasa, adentro se te dirán los pasos a seguir. Deben despedirse aquí, por razones de seguridad los familiares no pueden entrar.

Me giro para ver a mis padres. Ellos asienten y nos abrazamos todos por última vez. Esto dura un año exacto. No los veré en un año. No veré a mis amigos en un año. Las lágrimas amenazan con salir pero las detengo. Todos me dicen que puedo lograrlo, que está bien. Mi abuelo promete tenerme muchos libros de Bukowski cuando regrese a casa.

Me despido de ellos una vez más cuando estoy dentro del recinto, puedo sentir una magnitud de poderes aquí dentro; nadie de mi familia sabe que tengo la habilidad de medir o saber el nivel de fuerza de algún Nistiano, y los poderes que siento acá son muy fuertes.

Mis pies se sienten pesados al andar, pero hago mi mejor esfuerzo para llegar a las puertas dobles de madera, son de un color mezclado entre gris y celeste, siendo el celeste un poco suave. A mis costados hay mucha grama verde recién podada y muy frondosa. El camino es de cemento, se mira un poco cuarteado supongo por el pasar de los años; soy una persona de muy pocas palabras, pero de mucha observación.

—Adelante. —Me sonríe en la puerta una chica de tez morena, su sonrisa es radiante—. Toma asiento.

El lugar está repleto de sillas con cojines vinotinto, muchos chicos ya se encuentran sentados, algunos parecen conocerce porque hablan fluidamente entre ellos. Más allá de las sillas hay un podio con un púlpito de roble, algunas sillas más agrandadas en el espaldar del mismo color vino de las de abajo situada detrás del púlpito.

Me siento en la última fila, a unas tres sillas a la izquierda, mis maletas y bolsos conmigo. Recuerdo lo del libro que me ha dado el abuelo, y busco inmediatamente en mi bolso, y sí, allí se encuentra. No lo saco porque recuerdo lo que me dijo de que nadie debía verlo y aquí hay demasiada gente.

Busco dentro de mi bolso algunas de mis fotografías con mi mejor amiga, cuando de pronto siento a alguien tratando de entrar a mi mente. Giro mi rostro en busca del que esté intentándolo; mi abuela me advirtió de esto en muchas de sus pláticas de cómo debía cuidarme en este lugar. Mis ojos dan con la persona que trata de entrar en mi mente, su esfuerzo casi no se siente, para con otros le sería fácil entrar, pero dudo que con alguien con mi mecanismo de defensa pueda hacerlo.

Es un chico. Está del lado derecho de donde yo me encuentro, la parte en la que se encuentra es algo oscura, está viéndome directo a los ojos justo ahora; aunque no puedo ver muy bien su rostro, el brillo de sus ojos es fuerte, ahora sonríe de lado mientras se inclina un poco más adelante, lleva los codos a sus rodillas.

Voy a levantarme cuando logro sacarlo por completo de mi mente, pero alguien se ha sentado a mi lado.

Es una chica.

—¡Guau, qué lindo color de cabello! —dice evitando así que me levante. —. ¿Es natural?

Me parece estúpido que lo pregunte, puesto que aunque queramos, nosotros no podemos teñir nuestro cabello.

—Así es.

Vuelvo a mirar hacia el chico, pero ahora no está solo, enfrente de él está otro muchacho. Tiene una franelilla negra, pantalones vaqueros negros y puedo verle un tatuaje en su cuello. Su cabello es negro.

—¿Cuál es tu nombre? —La miro de vuelta. Esta vez presto más atención a la chica; su cabello es corto, de un color gris, sus ojos son verdes, brillantes y pequeños—, el mío es Lucille.

—Anice.

—Bonito. —Me mira sin disimulo de pies a cabeza —, ¿de qué raza eres?, nunca había visto a alguien con ese color de pelo. Que no fuese humano, claro.

—Es una mezcla.

—¡Oh! —asiente como si comprendiera el porqué de mi cabello. Se levanta, dejándome ver su vestimenta. Suéter de manga larga rojo, Jean ajustado negro con abertura en las rodillas y unas tenis rojas—. Es un placer Anice, soy Lucille Ospin, de la raza matter. Por ello mi color de pelo.

Se toca unos de sus mechones grises, lo lleva corto justo hasta el mentón. Ella se mira como una chica libre, responsable de sus actos. Desearía haber tenido esa libertad, apuesto que ella está aquí por su propia voluntad y, no porque sus padres así se lo impusieron. Deseo poder tener elecciones propias, deseo poder cortar mi cabello alguna vez, deseo elegir la ropa que usaré.

Llevo puesto un vestido de flores rojas, blanco; llega hasta mis rodillas, es acampanado con mangas cortas. No me malinterpreten, amo a mi familia, amo a mis padres; pero si quisiera que dejaran de pensar por mí.

—Buenas —habla una señora de pie en el púlpito, Lucille se sienta de inmediato—, ¡bienvenidos seáis todos al Greatest!, su hogar desde hoy. Soy su directora o la encargada del plantel, Mi nombre es Harvey Lineker.

No me había dado cuenta de que ahora todas las sillas están siendo ocupadas. Detrás de ella también hay varias personas.

»como seguía diciendo. Este año haremos de este lugar algo más grato para vosotros. Pero por ahora explicaré algunas de las reglas que debéis seguir. —El color de su cabello es blanco, como el de mi padre—. La regla número uno: nunca, por nada del mundo salgáis de los linderos del Greatest, afuera se encuentran fuerzas que os querrían hacer algún daño, si estáis afuera nosotros no nos haremos cargo de lo que os pase. Dos: todos débeis estar en vuestras habitaciones a las ocho de la noche, hora humana. Tres: los chicos tienen un ala para dormitorios, las chicas otro; así que si hay parejitas aquí, evitad visitar a sus novias en horas de la noche. —Se escuchan algunos chiflidos y risas—, otra regla más, todos participareis en las pruebas, quieran o no. Para no alargar esta charla,  los chicos y chicas de pie en las esquinas les entregarán un folleto donde estará más detallado todo lo relacionado con las reglas, deberes y derechos. Estad atentos todos y feliz comienzo de año.

La mujer se baja, saluda algunos de los que están detrás de ella. Todos aplaudimos y los chicos que ella mencionó nos acercan el folleto.

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