-Hijo de..

-Ah, ah, Roberts. Decir groserías no es propio de una señorita -dijo con una sardónica sonrisa.

-Puedo decir lo que se me pegue en puta gana -dijo escupiendo la grosería.

-Diez puntos menos, Roberts -dijo Malfoy para después alejarse riendo junto a Crabbe y Goyle.

-Se estaba marcando un farol -dijo Ernie muy afligido-. No puede ser que esté autorizado a descontar puntos... Eso sería ridículo..., desmontaría por completo el sistema de prefectos.

Pero Harry, Ron, Annie y Hermione habían girado automáticamente la cabeza hacia los gigantescos relojes de arena que, instalados en hornacinas a lo largo de la pared que tenían detrás, registraban los puntos de las casas. Aquella mañana Gryffindor y Ravenclaw iban empatados en cabeza. Mientras ellos miraban, unas cuantas gemas ascendieron, con lo que disminuyeron las que había en la parte inferior de los relojes de ambas casas. El único reloj de arena que no cambió fue el de Slytherin, lleno de esmeraldas.

-Lo han visto, ¿verdad? -comentó Fred.

Él y George habían bajado por la escalera de mármol y se reunieron con Harry, Ron, Hermione, Annie y Ernie frente a los relojes de arena.

-Malfoy acaba de descontarnos sesenta puntos -explicó Harry, furioso, mientras unas cuantas gemas más pasaban de la parte inferior a la superior del reloj de arena de Gryffindor.

-Sí, Montague también ha intentado jugárnosla en el recreo -aseguró George.

-¿Qué quieres decir con eso de que lo ha intentado? -preguntó rápidamente Ron.

-No ha podido pronunciar todas las palabras -explicó Fred- porque lo hemos metido de cabeza en el armario evanescente del primer piso.

Hermione estaba horrorizada.

-¡Ahora sí que se han metido en un buen lío!

-No hasta que Montague reaparezca, y pueden pasar semanas. No sé a dónde lo hemos enviado -comentó Fred, impasible-. Además... hemos decidido que ya no nos importa meternos en líos.

-¿Les ha importado alguna vez?

-Claro que sí -respondió George-. Nunca nos han expulsado, ¿no?

-Siempre hemos sabido cuándo teníamos que parar -añadió Fred.

-A veces nos hemos pasado un pelín de la raya... -admitió su gemelo.

-Pero siempre hemos parado antes de causar un verdadero caos -dijo Fred.

-¿Y ahora? -inquirió Ron, vacilante.

-Pues ahora... -empezó George.

-...que no está Dumbledore... -siguió Fred.

-...creemos que un poco de caos... -continuó George.

-...es precisamente lo que necesita nuestra querida nueva directora -concluyó Fred.

-Me agrada como piensan -dijo Annie con una sonrisa.

-Por eso eres nuestra favorita -dijeron guiñándole un ojo.- Así que, lo mejor será que corran.

Los gemelos se dieron la vuelta y se perdieron entre la multitud que descendía por la escalera hacia el comedor. Ernie, muy desconcertado, murmuró algo acerca de unos deberes de Transformaciones que no había terminado y se escabulló.

-Miren, creo que deberíamos largarnos de aquí -opinó Hermione con nerviosismo-, por si acaso...

-Está bien -admitió Ron, y los tres se encaminaron hacia las puertas del Gran Comedor. Antes de llegar, Filch se aproximó a ellos.

Annie y la Orden del Fénix Where stories live. Discover now