-Harry Potter -lo saludó el centauro y extendió una mano al verlo entrar.

-Ho-hola -contestó él, y le estrechó la mano al centauro, que lo miró sin parpadear con aquellos asombrosos ojos azules suyos, pero no le sonrió-. Me alegro de verte.

-Y yo a ti -repuso Firenze inclinando su rubia cabeza- futura señora Potter.

Annie se sorprendió pero le estrechó la mano.

-Un gusto verlo -respondió con una pequeña sonrisa. Harry tomó su mano y la guió hacia un árbol donde se sentaron juntos. Ron había ido a buscar a Daphne.

-¿Escuchaste eso? -preguntó Harry como quien no quiere la cosa.

-¿De mi cambio de apellido? Sí, ya van dos veces -dijo bromeando.

-Tal vez en algún momento deba ser permanente -dijo y fingió mirar hacia el bosque.

-Tal vez -concedió.

-Ugh, son terriblemente empalagosos, los amo -la voz de Blaise se escuchó mientras se sentaban al lado de Annie.

-Ay, gracias.

Ron y Daphne habían llegado y se habían sentado también.

Tan pronto como se cerró la puerta y el último estudiante se hubo sentado en un tocón junto a la papelera, Firenze hizo un amplio movimiento con un brazo abarcando la sala.

-El profesor Dumbledore ha tenido la amabilidad de arreglar este aula para nosotros imitando mi hábitat natural -les explicó Firenze cuando todos estuvieron instalados-. Yo habría preferido impartir estas clases en el Bosque Prohibido, que hasta el lunes pasado era mi hogar, pero no ha sido posible...

-Perdone..., humm..., señor -dijo Parvati entrecortadamente levantando una mano-, ¿por qué no ha sido posible? Ya hemos estado allí con Hagrid y no nos da miedo.

-No es una cuestión del valor de los alumnos, sino de mi situación. No puedo regresar al bosque. Mi manada me ha desterrado.

-¿Su manada? -se extrañó Lavender con un tono que denotaba confusión ¿Qué...? ¡Ah! -Entonces lo entendió-. ¿Hay más como usted? -preguntó, atónita.

-¿Los crió Hagrid, como a los thestrals? -inquirió Dean con interés. Firenze giró lentamente la cabeza hasta posar la mirada en Dean, quien se dio cuenta inmediatamente de que había hecho un comentario muy ofensivo-. Bueno..., no quería... Es decir..., lo siento -se disculpó con un hilo de voz.

-Los centauros no somos sirvientes ni juguetes de los humanos -declaró Firenze sin alterarse. Se produjo una pausa, y entonces Parvati volvió a levantar la mano.

-Perdone, señor, ¿por qué lo han desterrado los otros centauros?

-Porque he accedido a trabajar para el profesor Dumbledore -respondió Firenze-. Ellos lo consideran una traición a nuestra especie.

Annie recordó aquel momento en el bosque, cuando Firenze los había ayudado a llegar al claro, y su discusión con Bane.

-Empecemos -dijo el centauro.
Agitó su larga y blanca cola, levantó una mano hacia el toldo de hojas que tenían sobre las cabezas y luego la bajó lentamente. La luz de la sala se atenuó inmediatamente, de modo que parecía que estaban sentados en el claro de un bosque al anochecer, y aparecieron estrellas en el techo. Hubo exclamaciones y gritos contenidos de asombro, y Ron dijo en voz alta: «¡Caramba!»

-Tumbaos en el suelo -les indicó Firenze con voz sosegada- y observen el cielo. En él está escrito, para los que saben ver, el destino de nuestras razas.

Annie se acostó sobre el pasto, mirando asombrada el techo. Una titilante estrella roja le hacía guiños desde lo alto-. Ya sé que en la clase de Astronomía han
estudiado los nombres de los planetas y de sus lunas -prosiguió Firenze con voz queda-, y que han trazado la trayectoria de las estrellas por el firmamento. Los centauros llevamos siglos desentrañando los misterios de esos movimientos. Nuestros hallazgos nos han demostrado que el futuro se puede vislumbrar en el cielo...

-¡La profesora Trelawney nos daba Astrología! -exclamó Parvati
levantando la mano-. Marte causa accidentes, quemaduras y cosas así, y cuando forma un ángulo con Saturno, como ahora -trazó un ángulo recto en el aire-, significa que hay que extremar las precauciones al manejar cosas
calientes...

-Eso son tonterías de los humanos -dijo Firenze con serenidad. La mano de Parvati descendió con languidez-. Daños triviales, pequeños accidentes humanos -continuó el centauro, y sus cascos se oyeron sobre el húmedo
musgo del suelo-. En el contexto del universo, esas cosas no tienen más relevancia que los correteos de las hormigas, y no les afectan los movimientos planetarios.

-La profesora Trelawney... -empezó a decir Parvati, dolida e indignada.

-...es un ser humano -la atajó Firenze escuetamente-. Y por lo tanto está cegada y coartada por las limitaciones de su especie.

Fue la clase más inusual a la que Annie había asistido jamás. Quemaron salvia y malva dulce en el suelo, y Firenze los invitó a buscar ciertas formas y algunos símbolos en el acre humo que se desprendía de las hierbas, pero no pareció que le preocupara ni lo más mínimo que ninguno de los alumnos viera los signos que él describía. Contó que los humanos no eran muy buenos en aquel arte y que los centauros habían tardado muchos años en dominarlo; concluyó diciendo que de todos modos era una tontería poner demasiada fe en aquellas cosas, porque hasta los centauros se equivocaban a veces al interpretarlas.

Sonó la campana que había en el pasillo, junto a la puerta del aula, y todos se sobresaltaron; Annie había olvidado por completo que todavía estaban dentro del castillo y habría jurado que estaba en el Bosque Prohibido. Los alumnos salieron en fila con cara de perplejidad.

-Nos vemos luego -se despidieron los Slytherins para avanzar a su siguiente clase.

-Es mejor que..

-Harry Potter, Annette, un momento por favor -dijo la voz de Firenze. Ron no sabía que hacer en ese momento. Harry y Annie se giraron hacia Firenze.- Puedes quedarte, sólo cierra la puerta -le pidió a Ron.

El pelirrojo rápidamente obedeció y se acercó a ellos.

-Harry Potter, eres amigo de Hagrid, ¿verdad? -le preguntó el centauro.

-Sí -afirmó él.

-Entonces dale este aviso de mi parte: sus intentos no están dando
resultado. Más le valdría abandonar.

-¿Sus intentos no están dando resultado? -repitió Harry sin comprender.

-Y más le valdría abandonar -puntualizó Firenze asintiendo con la cabeza-. Si pudiera avisaría yo mismo a Hagrid, pero me han desterrado; no sería prudente por mi parte acercarme demasiado al bosque precisamente ahora. Hagrid ya tiene bastantes problemas, y sólo le faltaría una batalla de centauros.

-Pero... ¿qué es lo que intenta hacer Hagrid? -preguntó Harry con inquietud. Firenze miró a Harry sin inmutarse.

-Últimamente Hagrid me ha prestado gran ayuda -contestó Firenze-, y hace mucho tiempo que se ganó mi respeto por el cuidado que dedica a todas las criaturas vivientes. No voy a revelar su secreto. Pero hay que hacerle entrar en razón. Sus intentos no están dando resultado. Díselo, Harry Potter. Que pases un buen día. Oh, Annette Roberts, lamento si mi comentario anterior resultó incómodo.

-Oh, no hay problema. No es la primera vez que me llaman de esa manera -dijo con una pequeña sonrisa.


aló personaas

¿Cómo llevan la cuarentena? ¿Ya se quedaron sin libros para leer? jsjsj

¿Cómo están? ¿Todo va bien?

¡Cuídense mucho!

Annie y la Orden del Fénix Where stories live. Discover now