Para comenzar me sientan en una silla regular, no logro tocar el suelo, pero es igualmente cómoda, frente de mi hay una mesa en la cual sobre ella hay un bolígrafo y una hoja, más adelante de todo esto hay una pared gris, lisa, gastada, pero percibo que a los costados de esta roca existen dos ventanas que son tapadas por unas cortinas semitransparentes.
De inmediato llega alguien que me señala el bolígrafo, lo agarro, la persona se me acerca y lo posiciona de manera correcta en mi mano, al hacer esto siento unos guantes de cuero negro congelados tocarme, este se devuelve a su posición y comienza a dictar, de un momento a otro ya estaba escribiendo, sentía la tensión en mis brazos y manos de poder escribir todo lo que salía de ese ser, llegó a un punto seguido, pude levantar la vista y notar que las ventanas eran más grandes y ya no estaban las cortinas, mis pies rozaban el suelo.
Vuelvo a escribir, pero puedo notar que ya no requiero mirar como escribo y puedo levantar la vista de vez en cuando mientras me dictan, noté que la persona que me dictaba me daba las espaldas al hacerlo, pero se giraba hacia mí y cuando lo hacía yo devolvía mi mirada al papel.
Sin darme cuenta me había quedado observando enceguecido por la luz las ventanas cada vez más y más grandes, pero veo como la presencia de ese ser se ante poner ante el paisaje, nublándolo, ya no está dictando, a su lado llega otro más alto y fornido que este, se coloca frente mi mesa acaparando todo aquello que podía percibir, ya no hay caso, debo seguir en lo mío, el ser dictador vuelve a hablar, escribo erguido y mis rodillas están rozando la parte inferior del mueble.
llega un tercer ente, el cual me deja un recipiente con tinta y un timbre, el reposa una hoja sobre una esquina del escritorio y yo lo timbro, el dictador tiene una voz más ronca y fuerte, no puedo hacerlo, nunca había usado la otra mano, no estaba preparado, a pesar de ser una tarea fácil me costaba coordinar, escucho de fondo a un bebé llorar, por lo que el dictador levanta la voz, escribo un poco más lento, el fortachón estaba más cerca, el de las hojas iba más rápido, no podía concentrarme, comienzan a brotar lágrimas, me desespero por que mis ojos vidriosos no me permiten ver bien lo que escribo y donde timbro, puedo notar como la habitación se hace cada vez más obscura, todo pasa muy rápido, mi espalda comienza a doler, aparece una tos que hace que mi escritura tiemble, ahora timbro más que nunca, siento que mi brazo va a explotar, escucho nuevamente como un bebé llora, pero percibo que es consolado y alguien se ríe junto con él, ¿de qué me estoy perdiendo?, ¿porque estoy timbrando?, ¿porque sigo escribiendo?, ¿que estoy escribiendo?, ¿quién es el dictador, el fortachón y el de las hojas?, ¿por qué yo?
las lágrimas caen en abundancia, son ríos, el de las hojas se retira y me arrebata el timbre con la tinta goteando, me había vuelto muy lento para ello, estoy llegando al final de la hoja, el bolígrafo se está quedando sin tinta, tengo que terminar de escribir, yo puedo hacerlo, el fortachón se va alejando, el dictador entre risas me termina de dictar las últimas palabras, yo atento a lo que dice escribo, las lágrimas están secas, no escucho nada, mi tos desaparece, mi brazo ya no lo siento, tampoco mi espalda, el fortachón se retira, el dictador en frente mío, finaliza con la última palabra, la escribo sin tinta, solo dejando una marca hundida en el papel, él sonriendo me da la mano, y me invita a mirar por aquel ventanal infinito, no logro distinguir que hay al otro lado, cuando el fortachón me toma del hombro y me guía hacia una puerta, echo un último vistazo y noto como ingresa una niña a la habitación para sentarse en el mismo banco que yo para que el dictador le haga entrega de una nueva hoja y un nuevo bolígrafo, quiero advertirle, pero el fortachón abre la puerta y me empuja dentro. Nada.
Leppe G.
