-Pues...

-¿Qué te parece que me lo cuentes en persona? Nerea y yo tenemos la tarde libre... y no ha parado de preguntar por Aitana.

-Qué mona -ríe Alba-. La mía está igual... Pero ¿no estás cansada como para quedar ahora? Habrás tenido que madrugar.

-No -asegura Rocío, sabiendo que su cansancio no se solucionará en la habitación del hotel-. Estoy bien. ¿A ti te viene mal?

-No, no... Justo iba a levantar a Aitana de la siesta para merendar. Dile a Nerea que llevo las galletas -añade con una risita. Por primera vez en toda la mañana, Rocío sonríe.

-No hace falta, ¿eh?

-Que sí, que a las niñas les gustan. ¿Por dónde está tu hotel? Le pido a mi amigo que nos lleve y buscamos un parque por ahí cerca, ¿vale?

▽▽▽

-Toma. Pero para compartir, ¿eh? -advierte Alba, abriendo mucho los ojos, antes de darle el tupper de galletas a su hija.

Rocío la mira con una media sonrisa, admirando en silencio la buena mano que tiene con las niñas. Si Alba estuviera en su situación, Nerea nunca quedaría desatendida por sus propios padres... Sacude la cabeza avergonzada al recordar que la pelirrosa es una bruja de agua y puede oír lo que piensa en cualquier momento.

-Sí -murmura Aitana, distraída, mirando más a Rocío que a su propia madre. Al ver la dirección que siguen los ojos de su hija, Alba la mira también y sonríe, divertida.

Rocío le sonríe a la niña con dulzura y apoya la barbilla en su mano. Señala con un gesto de las cejas al parterre que tienen delante, donde empieza a crecer una pequeña flor a velocidad sobrenatural. Aitana mira la flor con asombro y, cuando termina de abrirse, Rocío la arranca y se la pone en el pelo a la morena. La niña se sonroja y la mira, metiéndose la mano en la boca.

-¡Tana! -la llama Nerea desde el tobogán.

-Anda, tira -la insta Alba en un susurro, moviéndose en el asiento con incomodidad. Una vez Aitana se reúne con Nerea, Rocío mira a la madre de la primera.

-Son niñas. No hay nadie en la clase de Nerea que no crea que la magia existe. Y ningún adulto les creería si lo contaran.

-Ya, bueno. -Alba carraspea y se atreve a mirarla de nuevo, aunque la sonrisa que le sale con las niñas ha desaparecido-. Madera, entonces, ¿no?

-Ajá. -Apoya el brazo en el respaldo del banco y se recoloca para mirarla de frente-. ¿Puedo preguntarte por qué te persigue el Consejo? Si estoy delante de una delincuente, creo que debería tener más miedo yo que tú.

Alba suspira, y Rocío reconoce en ese gesto el cansancio al que ella misma está acostumbrada.

-Puedes preguntármelo, pero prefiero no responder. No aún, al menos. No soy ninguna criminal, siento que no puedas leerme la mente para comprobarlo. Tendrás que conformarte con mi palabra.

-Está bien. -Rocío frunce los labios, comprendiendo que no le queda más remedio. Aunque le gustaría que no fuese así, ahora mismo prefiere estar con una posible delincuente que con su marido.

-Pero nos podemos preguntar otras cosas. Por ejemplo, ¿de dónde eres? ¿De Alicante?

El ceño de Rocío se relaja ante la inocencia de la pregunta.

ibiza ; albocíoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora