00. Color

1.7K 50 0
                                    

Pasó su lengua por sus labios, despacio, humedeciendolos. Estaba concentrada en aquellos colores, moviendo el pincel circularmente, intentando llegar al tono perfecto. Sus ojos no se separaban de la paleta, frunciendo el ceño. No parecía satisfecha por mucho que marease la pintura. Su colgante circular relucia como oro al ser alcanzado directamente por la luz de la ventana. Le encantaba pintar alli, hiciera sol o lloviese. Disfrutaba especialmente estos ultimos dias, amaba el olor a lluvia y el ambiente que se creaba cuando esto sucedía. Finalmente se decidió, y se dispuso a manchar el lienzo, blanco hasta ese momento. Ese día no quería trazar lineas a forma de boceto. No quería limitarse. En ese momento solo quería sentirse libre y la pintura era lo único que la ayudaba a llegar a ese sentimiento. Mientras tanto la leve música seguía sonando, de fondo. Esta vez se había decantado por algo de francés. Le sonaba tan bonito e inspirador ese idioma.

Una vez empezado, su muñeca se movía ligera, como volando, llenando el lienzo. No sabía que hacía, y eso era lo que más le gustaba. Sacó ligeramente la lengua, algo que hacía siempre que estaba concentrada. E intentaba estarlo mientras pintaba, porque lo único que quería era aislarse. No pensar en su alrededor. Solo permitía que Queen estuviera con ella en este proceso, su pequeña gatita gris que tanto amaba. Solía acariciarla mientras pensaba cual sería su siguiente movimiento, y esta vez no iba a ser menos. Con una pierna doblada y con el pie de la otra rozando el suelo, se movía intentando acomodarse en aquel taburete de madera de manera que no molestase a su gata sin levantar los ojos del lienzo. Volvió a ello. Lo llenaba de color, trazando formas cuanto menos bonitas.

Una vez estuvo contenta con el resultado se alejó un poco del caballete para admirar lo que acababa de pintar. Queen saltó de su regazo cuando se movió, pero a Alba no pareció importarle en ese momento. Estaba embobada mirando su cuadro, intentando buscarle defectos que a ojos de otras personas pasarían desapercibidos. Era bastante exigente con ella misma en ese sentido y eso la llevaba a innumerables quebraderos de cabeza. Sonrió ligeramente. Esta vez estaba contenta. Acercó su mano a la esquina inferior del cuadro y, como último retoque, firmó. Fue en ese momento cuando se permitió volver a la realidad. Recogió rápidamente los materiales y salió de la habitación, dejando el apellido Reche marcado en su obra.

Atenea - AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora