—Lo sé —dijo él —Sé que le temes a las tormentas.

Jaemin abrió los ojos rápidamente para observarlo. Sonrió levemente pero después frunció el ceño. Acto seguido le dio un firme golpe en el pecho y se puso de pie. Comenzó a caminar hacia cualquier parte.

—¿Jaemin? —lo llamó mientras se sentaba. 

Siseó por lo bajo ante el dolor en una de sus piernas. Pero se puso de pie y comenzó a caminar tras él. Lo alcanzó y lo tomó suavemente del brazo. Él giró y volvió a golpearlo en el pecho.

—¡Eres un imbécil Jeno, creí que te había pasado algo! —chilló mientras lo seguía golpeando.

El pelinegro solo lo observaba. Sabía por qué estaba enojado. Él había estado fingiendo estar desmayado, solo para ver que le provocaba. No había sido buena idea, pero no estaba arrepentido. Otro trueno iluminó todo el campo. El menor dejó de pegarle solo para abrazarlo, metiendo los brazos entre los de él.

—Te odio, Jeno.

Él se rió suavemente y también lo abrazó.

—Ambos sabemos que no —le dijo.

Jaemin se alejó un poco para mirarlo y le sacó la lengua. Otro trueno llegó y volvió a abrazarlo.

—Dime que sabes donde estamos y que vamos a llegar pronto a casa —le pidió asustado.

Jeno miró a su alrededor. No estaba del todo seguro, pero apostaría su cabeza a que estaban en la vieja estancia de los Mcadams. 

—Creo que sé donde estamos —le contó —Pero lo malo es que no estamos cerca de casa. Y con esta lluvia vamos a tardar más en llegar.

—Tengo miedo, Jeno.

Se alejó un poco de él y lo miró fijamente a los ojos.

—No tienes que tener miedo, Jaemin. Yo estoy aquí para cuidarte, ¿Sí? —el castaño asintió levemente —Pero va a ser mejor que nos resguardemos en el viejo establo de los Mcadams. 
Jaemin lo miró aterrado.

—¿Estamos en las tierras de los Mcadams? —Jeno asintió —Por dios, esto es horrible.

—Jaemin, nada va a pasarnos.

—Por si no lo recuerdas estas tierras están… embrujadas.

Jeno soltó una sonora carcajada y pellizcó la nariz del menor. No podía creer que el castaño todavía creyera en esas cosas.

—Pequeño, no puedes estar hablando en serio. ¿Todavía crees en eso?

Él pestañeó seguidamente por el tonto cosquilleo que sintió en la panza al escuchar que él lo llamaba pequeño, era extraño todo, pero le gustaba. 

—Yo… claro que las creo.

—Esas historias que nos contaban cuando éramos niños no son verdad, enano. 

—Claro que son verdad, ¿Por qué nadie volvió a saber de ellos?

Jeno sonrió y levantó la mano para acariciar la mejilla de Jaemin. Estaba fría por la lluvia y el viento. Las sonrisas, los miedos, la tormenta, todo desapareció alrededor de ellos. Fuerte y extraño era lo que ambos sentían. Raro de explicar, porque había sucedido de repente.
Jeno tenía una novia. Él la quería, claro que sí. Pero desde que había vuelto a posar sus ojos en los ojos de Na Jaemin, todo había cambiado.

Jaemin creía estar enamorado de Renjun. Pero ¿Por qué Jeno hacía latir su corazón así de fuerte? Había sentido tantos celos cuando lo había visto con aquella muchacha. Y lo peor de todo era que él no tenía derecho a sentir celos, claro que no. 

Salvaje - Nomin Where stories live. Discover now