Capítulo 8: "Padre y niñero de todo"

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—¡Heimdal! —exclamó Thor con suma felicidad, llevándose únicamente una mirada de hartazgo del hombre que se encontraba frente a él.

Liv no se atrevió a hablar, un poco por asombro y un poco por temor a decir lo incorrecto. Debía admitir que la decisión no premeditada de aceptar la invitación del dios del trueno tal vez no hubiese sido su idea más brillante. En un principio se había visto motivada por la promesa de una mejor instrucción sobre su origen, lo cual sonaría atractivo para cualquiera, y la idea del cambio también se veía prometedora, pero ahora que se encontraba allí no sabía cómo reaccionar. Estaba en Asgard, de todos los lugares. Parecía irreal ¿Qué pasaría si no lograba encajar y terminaba volviendo con más enredos que con los que había llegado?

—Tu padre no estará feliz con esto, Thor —respondió el hombre, intimidando a Liv con su postura regia y sus grandes ojos amarillos que parecían estar mirando más allá de lo superficial. Después de todo, si la mitología nórdica popular estaba en lo correcto, probablemente lo estuviese haciendo. El interpelado descartó el comentario con una gesticulación desinteresada.

—Yo me encargaré de Odín.

Odín, padre de todo y rey entre los dioses. Y ahora ella debería conocerlo ¿Qué se le dice a alguien cuyo pasatiempo se basa en sentarse en su trono y observar todo? «¿Qué onda?» no parecía ser suficiente.

—Mi nombre es Liv —consideró oportuno presentarse, aunque comprendió lo ridículo del comentario segundos después de haberlo dicho.

—Lo sé —respondió el hombre, cambiando su semblante por uno un poco más suave—. Bienvenida al reino de Asgard, Liv Montgomery.

La muchacha solo atinó a asentir, aún intimidada bajo su presencia. Apenas se había acostumbrado a la idea de haber conocido a Thor y, ahora que se encontraba allí, esperaba un par de momentos incómodos diarios.

—Deberíamos ponernos en marcha —Thor se dirigió a ella, sacándola de sus cavilaciones—. Es un largo camino a pie hasta el palacio.

Complaciente, Liv se despidió de Heimdal y emprendió camino con Luna bajo su brazo, avanzando por el puente junto al dios, quien, como había aprendido durante el trayecto, no sabía cómo quedarse en silencio. No era como si le molestara, agradecía su hospitalidad y amabilidad. De lo contrario probablemente hubiera pasado todo el camino dándole vueltas a la situación en su cabeza. Era una buena forma de distracción, debía admitir.

El palacio se erguía frente a ella en todo su esplendor. Era gigante, se podía divisar de cualquier punto de la ciudad. A Liv le recordaba a un órgano de iglesia, cada pilar asemejando las tuberías que se desplegaban sobre el instrumento. No era, en lo absoluto, como se lo había imaginado.

Thor dejó salir una pequeña risa al ver el rostro de asombro que adornaba la cara de la chica. Avanzó tras él, pisándole los talones, mientras trataba de absorber cada detalle que le fuese posible.

—Ven —Liv viró la mirada hacia Thor—, te llevaré a tus aposentos.

La guió por los amplios pasillos del palacio, desembocando en una gran puerta doble decorada con lo que Liv suponía era oro. Detrás de las mismas se encontraba una gran habitación, con una cama doble como centro de atención. Más de las mismas decoraciones doradas adornaban las cornisas, combinado con paredes azul imperial. Nuevamente, la pelirroja no encontró voz para expresar lo que sentía.

—Tu madre se tomó la libertad de dejarte algo de ropa —observó a Thor avanzar hacia el gran ropero a su derecha, abriéndolo de par en par.

—¿Qué hay de malo con la ropa que traigo? —el dios deslizó la mirada por su atuendo rápidamente.

Warzone Legacy || Pietro MaximoffDonde viven las historias. Descúbrelo ahora