19 |cisne negro|

Depuis le début
                                    

—Ah, y una última cosa—mencionó minutos después, cuando estuvimos frente al taxi y me entregaba mi antifaz negro del Lago de los Cisnes— contraté un chofér para que te recogiera en la estación de trenes en Londres. Él sabe dónde es la fiesta... No te preocupes, es de confianza—nada de eso me lograba convencer del todo. Quería pedirle más explicaciones porque honestamente no tenía las cosas bien claras, pero ella volvió a dejarme con la palabra en la boca—. ¡Buen viaje, querida!—me gritó mientras el auto se ponía en marcha. Ella se despedía de mí con una mano. Metí la cabeza dentro del taxi y me recargué bruscamente en el asiento, ¿qué diablos se suponía que haría cuando llegara a Londres?

(...)

El chofér que me había asignado Flo era un tipo muy callado y apenas me habló en cuanto nos encontramos en la estación de trenes. No me quejaba en lo absoluto, pues tuve tiempo de sobra para pensar sobre la fiesta y en Roger, y qué demonios haría allí, en un lugar lleno de personas que no conocía salvo mi hermanastro. Llegué a la rápida conclusión de que debía sacarle provecho al milagro que Flo había hecho en mí ya que sinceramente no solía lucir de esta manera todos los días. Además, probablemente...no lo sé, quizás pueda llamar la atención de Roger... Y desde luego... No corresponderle y hacerlo sufrir.

Enbocé una sonrisa perversa y me dejé seducir por la idea. ¿Por qué no se me había ocurrido antes?

Cuando decidí que estaba dispuesta a adueñarme de la noche, el chófer se detuvo frente a una discoteca en donde una larga fila de personas se extendía hasta el final de la calle. Le pasé el dinero que Flo me había entregado y le di las gracias, colocándome mi antifaz negro del Lago de los Cines. Saqué una pierna, luego la otra, y con una elegancia que no sabía que tenía, salí del taxi; barriendo el lugar con la mirada, hasta que intercepté el auto de Roger.

Esto iba a ser jodidamente divertido.

Pasé por alto las miradas y cumplidos de mal gusto que me dieron unos chicos disfrazados de vampiro, di mi nombre al portero—no sé cómo rayos Flo lo había conseguido, pero se encargó de que mi nombre apareciera en la lista—, y entré a la fiesta después de hablerle agradecido al tipo con un leve y cordial asentimiento de cabeza. Me estaba asustando de mí misma, yo no solía hacer estas cosas. Era como si por fin mi alter-ego, diosa interior, o como se llame, se dignara en salir a la luz. Me gustaba.

No era yo y se sentía genial.

El local estaba atestado de gente y la música era ensordecedora. Vi un montón de personas disfrazadas de demonios, conejitas playboy y superhéroes; a diferencia de los estadounidenses, los ingleses tenían poca creatividad con los disfraces de Halloween. Eran muy... Aburridos, no me fue difícil destacar entre todos ellos. Me pareció gracioso, aunque al mismo tiempo incómodo, que la mayoría de personas—créeme, eran bastantes— se hubiesen girado hacia mí cuando había cruzado por la puerta. No me resultó difícil ignorarlas y mejor seguí buscando caras que se me hicieran familiares, pero no encontré ninguna. Esta gente probablemente me doblada la edad, y por consiguente, a Roger. Todavía no podía comprender por qué habría querido asistir a una estupidez como esta.

Mientras me movía torpemente por el lugar, un camarero disfrazado de Thor me ofreció una bebida extraña: era una porquería color verde radioactivo que parecía ácido mortífero, que por alguna razón, todo el mundo se estaba bebiendo. La rechacé con una mueca de disgusto y seguí caminando entre las personas que bailaban como si no hubiese mañana, con la esperanza de encontrar a Roger y verle la cara de imbécil cuando nos miraramos a los ojos.

Pero aparentemente no estaba en la pista de baile.

Con un leve suspiro, me dirigí a la barra y pedí un jugo de naranja con una pizca de alcohol para envalentonarme un poco más y ateverme a llevar a cabo el nuevo plan que mentalmente había maquinado durante mi camino a la fiesta. Y fue cuando de improviso, a dos taburetes de distancia de mí, vi de perfil a Roger tomarse una copa de margarita mientras charlaba entre susurros con una esbelta rubia. Disimuladamente, me giré hacia ellos y comprobé que efectivamente sí se trata de mi hermanastro; tan radiante, hermoso y seguro de sí mismo como siempre. Ja, hijo de puta. Sonreí con placer y le hice señas al bartender para que se acercara a mí.

—Oye...—comencé a susurrar, círculos imaginarios sobre la mesa en un intento por parecer sexy— ¿Podrías enviarle un tequila doble al chico de la Ópera?

El barman no hizo nada más que reírse y volver la cabeza en dirección a Roger y la rubia desconocida, que iba disfrazada de Rapunzel. El muchacho, que no podía tener más de diecinueve años, ahora me mirana con ojos divertidos mientras le pasaba un trapito blanco a una elegante copa de cristal. Adiviné sus pensamientos y me permití ofrecerle una sonrisa traviesa que lo invitaba a formar parte de mi broma inocente.

—¿Al que está con la rubia?—asentí con tranqulidad, su sonrisa se ensanchó y se inclinó un poco hacia mí, bajando el tono de voz—, ¿Le dijo de que es de parte tuya?

—Por supuesto. Y que no se te olvide asegurarte de que la rubia esté enterada, ¿Si?.

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ᴛʀᴏᴜʙʟᴇ ʙᴏʏ| ʀᴏɢᴇʀ ᴛᴀʏʟᴏʀOù les histoires vivent. Découvrez maintenant