Conociéndote

La puesta de sol desde la ventana

A través de una ventana, en el segundo piso, en su habitación, ella miraba hacia el horizonte; observaba la puesta de sol.
      Impregnando en su bello rostro la calidez de aquél bello atardecer.
    Poco le importaba el panorama de aquella transcurrida calle en donde vivía. Tan poco le importaba que no notó a aquél caballero que la observaba con tanta admiración;
sin embargo le entro una curiosidad de voltear y observar hacia el lugar desde donde la observaba. Era un tipo alto, no tan musculoso ni muy flaco, tenía rostro simpático e iba vestido como oficinista.
    Se sintió avergonzada y cerró la ventana con cierto nerviosismo,
y sin saber qué hacer, decidió no volverla abrir hasta el dia siguiente.

Su madre le había dicho alguna vez que ella era la muchacha más hermosa del barrio; por supuesto que ella no creía eso, pensaba que su madre exageraba con sus halagos.

Al siguiente día, en la tarde otra vez, decidió mirar la puesta de sol. Era un hábito casi religioso lo de ella; le encantaba ver el sol desaparecer hasta dejar esa común mancha naranja en el cielo.
    Y otra vez, por segunda vez, aquél joven simpático estaba allí. La observaba. Esta vez ella se fijó en él más que el día anterior; llevaba un saco color marrón pardo al igual que sus pantalones, zapatos negros bien lustrados, un peinado muy educado y elegante. Estaba él parado al lado de un farol y llevaba ésta vez un maletín.
Ella le sonrió. Él estaba concentrado observando aquella joven hermosa que ahora le esbozaba una sonrisa; era una sonrisa fresca y llena de dulzura. Cerró los ojos y al abrirlos le devolvió una sonrisa.
    Se quedó algo engatuzado de la belleza de aquella joven. Después de pasados unos minutos, el joven se puso a pensar quien era y cómo debía llamarse.
   
Sería buena idea ir a preguntar a aquella casa?. Tal vez no, pensó. Era muy temprano para hacer ello, apenas la conocía. Y si pensaban mal de él?, por el momento, era mejor no arriesgarse.

Se medio inclinó en un gesto de cortesía hacia aquella bella joven y se dirigió por la calle de camino a su casa, pensando en como hablar con ella, y conocerla mas.
    Ella cerró la ventana, ya era oscuro. En las calles sólo se podía ver algunos carros pasar, y una que otra persona andar por las calles a la luz de los faroles plagados de insectos nocturnos.

Ella se hecho a su cama y se puso a recordar la bella sonrisa de aquél joven con tanta ilusion. El recuerdo le invadía hasta el corazón. Al dormir soñó con aquél joven; soñó que la invitaba a bailar en un gran salón, habían muchas personas. Todas esas personas, a juzgar por sus vestimentas, eran personas que pertenecían a algún alto cargo; y él, el joven oficinista, no parecía más que un simple empleado de alguna compañía, aún así, él resaltaba más que cualquiera de los allí presentes.
—Me permite usted esta pieza?— Dijo el tomándola delicadamente de la mano.
Ella sintió que el corazón le palpitaba a mil.
—Por supuesto— respondió ella con una torpe sonrisa producto del nerviosismo.
 
Bailaron casi toda la noche, él la miraba con el rostro que solía poner cuando la miraba hacia la ventana. Ella lo observaba admirando su elegancia y simpatía.

Poco a poco fue desvaneciéndose aquél hermoso sueño hasta quedar todo en completa oscuridad.
     Al despertar ella salió corriendo a abrir su ventana para ver si estaba alli aquél joven. Tan emocionada. Al instante recordó que era de mañana; sólo podía verlo por las tardes.
     Suspiró y soltó una breve carcajada. Se sintió tonta.

En el transcurrir del día se dedicó a sus deberes, pensando, siempre, en que llegara la tarde para poder ver, otra vez, al joven desde la ventana.

Agradezco por ésta pequeña trama a cierta persona que me ayudó a realizarla; gracias a esa persona existen los personajes y el lugar de ésta historia.