—Y lo peor es que casi te dejaste robar.

—¿QUIÉN DIJO...?

Dib giró sobre sí y miró alrededor, ahora asustado de verdad. ¿Qué coño?

­—Pues tú.

¿Quién hablaba? Ya dejaba de ser una interrogante a sí mismo. Cuando se dio cuenta que su reflejo no seguía sus movimientos.

Estaba plantado como había estado hacía unos segundos, apoyado al lavamanos, con el rostro tenso mirando hacia enfrente, a él.

Ok. Tu reflejo te está mirando. ¿Qué se hace en este caso?

—¿De vaina te roba ese maldito choro malandro y te estás debatiendo en un baño por qué no le fuiste a caer a coñazo limpio a ese mamaguevo cuando se volteó a irse con la puta aprovechada ésa?

Gracias a Dios estaba solo en el baño de otra facultad. ¿Qué dirían si lo vieran hablando con el espejo? Un leve dejo de rabia le regresó al cuerpo al recordar las últimas palabras del tipo. "Agradece que no estás robado también".

­—Ésas.... Ésas son muchas groserías –logró decir. Los ojos de su reflejo se inyectaron en furia y le miraron como si fuera a hacerle daño, incluso se inclinó como para saltar sobre él. Dib se cubrió la cara con el brazo y se le salió un muy poco masculino grito.

–¿Qué coño te pasa, no joda? ¡Ahómbrate!

—¡No tengo porqué demostrar nada con violencia!

—¡Pato!

—¡Bueno ya, coño! ¿Quién eres? –no iba a dejar que le hirieran el orgullo, aunque fuera... ¿él mismo?- ¿Qué...? ¿Eres mi reflejo? ¿Tú hiciste eso?

­—Yo no hice nada. Yo simplemente dejé de contenerme.

—No respondiste nada más.

—No soy el señor perfecto, no llevo cuenta de las preguntas.

—¿Qué eres?

—Una parte de ti. Una parte de ti que no te gusta.

—Gracias, muy educativo. –soltó, sarcástico.

—¿Qué quieres que te diga? ¿De dónde vine? ¿Cuánto peso? ¿De qué soy capaz de hacer?

—Se dice 'qué soy capaz...'

—¿Ah? –gritó el reflejo, interrumpiendo.

—Es un dequeísmo, no necesita el 'de' antes del...

—¡No me vengas a enseñar gramática! Lo que sí te voy a enseñar es como matar a alguien con tus propias manos, a llenarte de sangre de tus contrincantes, a empaparte de victoria.

Dib se echó hacia atrás, horrorizado. No tanto por las palabras que decía el reflejo con su voz deformada con muecas de odio.

Sino porque dentro de sí, se sintió interesado. Interesadísimo.

—Lo sé. Lo quieres.

—¿Eres un demonio?

—No seas marico. Soy tú.

—¿Esto es algo de personalidad múltiple?

—¿Tienes que pensarlo todo?

—Me gusta hallarle respuestas a las cosas.

—A mí me gusta la sangre... por cierto...

El reflejo se llevó los nudillos al rostro, y los lamió. El olor a sangre le inundó la nariz, y después la lengua.

Dr Victor & Mr DibWhere stories live. Discover now