- Deja de mirarme así - me interrumpe.

- ¿Cómo?

- Como si estuvieras próxima a darme un invitación sexual.

Me carcageo con eso.

- Es muy temprano para el sexo.

- ¿Lo crees? - pega su cuerpo al mío y se queda observando mis senos que casi revientan por la blusa. Desde que empecé a amamantar crecieron considerablemente, pero Vicent tiene prohibido el tocarlos. Ya que se han vuelto muy sensibles.

- Si - le doy un beso en la mejilla. Nuestras vidas fueron casi hechas y destinadas el uno para el otro.

- Lo he dejado - susurra acomodando su cabeza en mi hombro. No sé a que se esté refiriendo.

- ¿De que hablas?

- El fumar.

Ahora comprendo lo que me intenta decir con aquello.

Justo cuando entre en labor de parto mis condiciones fueron complicadas, los bebés se adelantaron casi una semana, las contracciones eran muy fuertes que me costaba respirar. Vicent estaba desesperado porque no queríamos que nacieran en nuestra casa de la ciudad. Como pudo condujo lo más rápido posible a un hospital, fue lo más doloroso por lo que atravesé, fue como si sintiera mil cuchillos cortar mi piel.

Eran tan sólo la una de la madrugada cuando ingrese a la sala de partos, y fue allí donde me enteré que debía dar a luz de manera natural, había dilatado lo suficiente para que uno de los bebés se asomara.

Queria sostener la mano fuerte de Vicent en ese instante pero debido a que presente un bajón de tensión lo hicieron salir de allí.

Decir que él se había vuelto loco era poco, la ansiedad lo estaba destrozando al igual que la angustia. Después de una hora más de dar mi mejor esfuerzo para traer al mundo a Antoine todo terminó.

Fue un parto doloroso y lleno de muchas complicaciones, pero al final los médicos hicieron lo mejor por los tres y cuando volví a abrir mis ojos mis dos bebés estaban junto a mí.

Vicent me confesó en medio del llanto lo preocupado que estaba por perdernos al extremo de fumarse casi tres cajas de cigarros.

Así que hicimos la promesa de que sucediera lo que sucediera en nuestras vidas. No volvería a fumar de esa manera.

- No tienes porque que decir eso, sé que lo has cumplido.

- Manuel ha dicho que hay una nueva fonda en el pueblo ¿Quieres ir esta noche?

- ¿Quien cuidara a los bebés?

- Florencia.

- No lo sé, apenas tienen seis meses.

- Vamos mi niña - me toma de la cintura. Y hace un puchero.

Manipulador.

- Esta bien - le dedico una sonrisa.

**

Llevo más de un minuto embobada viendo las luciérnagas que se posan en las ramas del sitio en el que estamos. No mentía con eso de que este lugar era mágico.

Vicent ha ordenado bebidas sin alcohol mientras de fondo suena un jazz clásico.

Mi esposo pronto aparece en medio de la gente, lleva una camisa blanca junto a una bermuda de color crema y unos zapatos cafés, luce más joven al hombre maduro de treinta y siete. Y yo luzco a su lado como si fuese su hermana en vez de esposa.

Suelto una risita y él la nota.

- ¿De que te ríes?

- De que la gente aún no cree que seamos esposos.

- No seria el primer anciano casado.

- Este anciano me hizo dos bebés - sostengo sus manos y lo beso-. Y es el mejor padre que pueden tener.

- No puedo creer que sea papá - lo dice con brillo en sus ojos-. Padre de los hijos de la mujer más bonita que han visto mis ojos.

- Tengo buena genética.

- ¿Bailas conmigo? - me ofrece una se sus manos y la recibo.

Nos dirigimos al centro en donde me dejo envolver por sus brazos fuertes y cálidos,su aroma varonil y su respiración rozar mi cuello.

- Te sienta ese color blanco - pasa su pulgar por los tirantes de este.

- No es lo único que lleva encaje - le susurro a su oído.

- ¿Quieres una noche para nosotros dos solos?

- Como la noche en que te conocí.

- ¿Quieres repetir el como seducir a un extraño?

- Quiero repetir el como se siente hacer el amor con el hombre de mi vida.

- Te amo mi niña.

- Te amo mi hombre.

Fin

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