—Ron, por favor...

—Obligaré a Goyle a copiar y copiar; eso le fastidiará mucho porque no soporta escribir —aseguró Ron muy contento. Luego bajó la voz imitando los gruñidos de Goyle y, poniendo una mueca de dolorosa concentración, hizo
como si escribiera en el aire—: «No... debo... parecerme... al culo... de un... babuino.»

Todos rieron, pero nadie más fuerte que Luna Lovegood, quien soltó una sonora carcajada que hizo que Hedwig despertara y agitara las alas con indignación, y que Crookshanks saltara a la rejilla portaequipajes bufando. Luna rió tan fuerte que la revista salió despedida de sus manos, resbaló por sus piernas y fue a parar al suelo.

—¡Qué gracioso!

Sus saltones ojos se llenaron de lágrimas mientras intentaba recobrar el aliento, mirando fijamente a Ron. Le sacó una sonrisa a Annie.

—¿Me tomas el pelo? —preguntó Ron frunciendo el entrecejo.

—¡El culo... de un... babuino! —exclamó ella con voz entrecortada sin soltarse las costillas.

Harry tomó prestada la revista de Luna, frunciendo el ceño de vez en cuando.

—¿Hay algo que valga la pena? —preguntó Ron cuando Harry cerró la revista.

—Pues claro que no —se adelantó Hermione en tono mordaz—. El
Quisquilloso es pura basura, lo sabe todo el mundo.

—Perdona —dijo Luna, cuya voz, de pronto, había perdido aquel tono soñador—. Mi padre es el director.

—¡Oh..., yo...! —balbuceó Hermione, abochornada—. Bueno..., tiene cosas interesantes... Es muy...

—Dámela, por favor. Gracias —respondió Luna con frialdad, y luego se inclinó hacia delante y se la quitó a Harry de las manos. Hermione metiendo la pata.

Pasó otro rato mientras Annie seguía observando el paisaje. Afortunadamente, nadie le había hecho preguntas.

La puerta del compartimento se abrio tímidamente. Annie observó a Annissa ahí parada.

—Hola Issa —saludó Hermione con una sonrisa.

—Hola chicos, ¿hay lugar?

Annie le sonrió y palmeó entre ella y Harry. La niña rápidamente se sentó.

—Hola rubita —saludó el pelinegro revolviéndole el pelo.

Issa se quejó pero rió.

Platicaron un poco acerca de lo que había hecho en sus vacaciones, después de haberse encontrado en el parque aquél día.

Mientras Harry estaba distraído, Issa aprovechó la siuación, pues Annie se veía diferente.

—¿Estás bien?

Annie se sorprendió un poco.

—Si, ¿porqué preguntas? —respondió.

—No eres tú hoy —comentó ladeando la cabeza— ¿te sientes mal?

—¿Qué? ¿Quién se siente mal? —preguntó Harry mirándolas. Había escuchado la última pregunta.

—Annie —contestó Issa.

—¿Te sientes mal? No quisiste comer, debí saberlo, ¿necesitas algo? —preguntó Harry rápidamente.

—Estoy bien —aseguró Annie. Tal vez se estaba haciendo un millón de ideas equivocadas acerca del asunto, pero era demasiado sentimental y no podía evitarlo.

—No estás bien, no sonríes como siempre —aseguró la niña. Annie se sorprendió de lo observadora que era.

—Estoy bien, de verdad —insistió. Quería borrar aquello de su mente, deseando no ser tan sentimental e insegura.

Annie y la Orden del Fénix Where stories live. Discover now