Annie sonrió, recordando la sensación de la primera vez.

—Espero que los demás lleguen a tiempo —comentó la señora Weasley, nerviosa, y giró la cabeza hacia el arco de hierro forjado que había en el andén, por donde entraban los que iban llegando.

—¡Qué perro tan bonito, Harry! —gritó un muchacho con rastas.

—Gracias, Lee —respondió Harry, sonriente, y Sirius agitó con frenesí la cola.

—¡Ah, menos mal! —dijo la señora Weasley con alivio—. Ahí está Alastor con el equipaje, miren...

Con una gorra de mozo que le tapaba los desiguales ojos, Moody entró cojeando por debajo del arco mientras empujaba un carrito donde llevaba los baúles.

—Todo en orden —murmuró al llegar junto a Tonks y la señora Weasley—. Creo que no nos han seguido...

—Bueno, cuidaos mucho —dijo Lupin estrechándoles la mano a todos. Por último se acercó a Harry y le dio una palmada en el hombro—. Tú también, Harry. Ten cuidado.

Después se giró a Annie, quien le dio un gran abrazo.

—Tú también cuídate mucho —dijo Lupin cariñosamente.

—Lo haré papá —respondió. Ella sabía que a Remus casi no le decía así, por lo que pensó sería un buen momento.

Remus trató de esconder las lágrimas que se acumulaban en sus ojos, sin éxito.

Entonces sonó un silbido de aviso; los alumnos que todavía estaban en el andén fueron apresuradamente hacia el tren.

—Rápido, rápido —los apremió la señora Weasley, atolondrada,
abrazándolos a todos.

Annie se acercó a Sirius y lo abrazó una vez más, para que después éste se acercara a Harry.

El perro negro se levantó sobre las patas traseras y colocó las delanteras sobre los hombros de Harry, pero la señora Weasley empujó al muchacho hacia la puerta del tren y susurró:

—¡Te lo suplico, Sirius, haz el favor de comportarte como un perro!

—¡Hasta pronto! —gritó Harry desde la ventanilla abierta cuando el tren se puso en marcha.

Las figuras de Tonks, Lupin, Moody y el señor y la señora Weasley se encogieron con rapidez, pero el perro negro corrió por el andén junto a la ventana, agitando la cola; la gente que había en el andén reía viéndolo perseguir el tren, entonces éste tomó una curva y Sirius desapareció.

—No ha debido acompañarnos —comentó Hermione, preocupada.

—Vamos, no seas así —dijo Ron—, hacía meses que no veía la luz del sol, pobre hombre.

—Bueno —dijo Fred dando una palmada—, no podemos pasarnos el día charlando, tenemos asuntos de los que hablar con Lee. Hasta luego —se despidió, y George y él desaparecieron por el pasillo hacia la derecha. El tren iba adquiriendo velocidad, y las casas que se veían por la ventana pasaban volando mientras ellos se mecían acompasadamente.

—¿Vamos a buscar nuestro compartimento? —propuso Harry. Ron y Hermione se miraron.

—Esto... —empezó a decir Ron.

—Nosotros... Bueno, Ron y yo tenemos que ir al vagón de los prefectos —dijo Hermione.

—Oh, bien —dijo Harry.

—Iremos a buscar un compartimento —propuso Annie. Hermione y Ron asintieron y fueron en dirección contraria a ellos. La castaña se giró hacia Harry— ¿vamos?

Annie y la Orden del Fénix Where stories live. Discover now