Su vieja amiga coloca la punta de la varita contra la cerradura, en lugar de una llave, y esta cede para darles el paso hacia el laboratorio de Rolf, mientras ella les explica que está recogiendo unas muestras en el río Turbio.

—...parece que nos ganaron. Ellos llegaron primero —Menciona Luna, de pronto, causando que ambos giren la cabeza hacia la sala preparada para el Picoazul, la que se transforma en cueva y laguna.

A través del cristal que la separa del despacho, se ve que está dividida en dos con una pared mágica. De un lado, todavía hay agua y la cría de observación, echada, apenas distinguible de las piedras por tener el caparazón apagado. Del otro, sólo el aspecto de la cueva es lo que se mantiene.

—¿Qué le hicieron? —Susurra, aproximándose al cristal— ¡Ze! ¡¿qué hicieron?!

—Hazme el favor de no gritarle, ¿bien?

Vuelve la mirada hacia la voz desconocida, que al mismo tiempo, le es bastante familiar. El Inefable Rinaldi acaba de abrir la puerta que lleva hacia ese lado de la sala y se apoya contra el umbral de la entrada, mirándolos. No lleva la capa del uniforme de su Departamento, la ropa debajo está desgarrada, un hombro tiene una mancha oscura e indescriptible.

Cabecea y hace un gesto que supone es un tipo de invitación para que pase.

—Es seguro, chico. Al menos, ahora lo es.

Harry traga en seco y se acerca, titubeante. No es hasta que le ha pasado por un lado y está dentro, que se mueve con más soltura.

Marco está sentado en el suelo, de piernas cruzadas, con la espalda contra una de las paredes, y no deja de mover el índice despacio, como si trazase una línea en el aire. A la vez, Saaghi, con los párpados dobles caídos, sigue un trayecto tan similar que es impensable que fuese una casualidad.

Mantiene la cabeza un poco alzada y los ojos, apagados, fijos en el centro de la sala. Tienen a Draco ahí. Aparentemente dormido, atrapado en un campo de fuerza mágico que lo hace levitar. La Maldición es un aura oscura que se despliega y vuelve a desvanecerse, sin pausa.

—...lo tuvo que atacar por detrás —Avisó, en un tono bajo y sombrío. No apartó la mirada de él, ni dejó de guiar el movimiento de la serpiente con la mano—, sólo así bajó un poco la guardia. Ni siquiera fue mucho. Habrá sabido que algo andaba mal cuando me vio. ¿Sabes qué hizo?

—¿Qué? —Balbuceó, intentando encajar las piezas por su cuenta.

—Dejó a la serpiente en el piso y le dijo que volviese contigo —Marco sonrió a medias, sin humor—, fue lo último que dijo, antes de que lo retuviese.

Harry alternó la mirada entre uno y el otro. Una idea cruzó su mente. En el despacho de Rolf, Ze parecía dar una explicación a los otros dos.

—¿Estás dentro de su cabeza?

La risa que emite es seca, distorsionada. Un sonido horrible.

—No. No necesito estarlo, demasiadas protecciones, sería pelearme con él por nada.

—¿Así que sólo lo dormiste?

—No —Por fin, una vacilación, un poco de cautela. El muchacho arruga el entrecejo de forma apenas perceptible—. Impuse mi voluntad sobre la suya, nada más. No tiene que ser en la mente, es más sencillo mover el cuerpo, controlar la magia. Era la única forma de dormirlo. A esa cosa, no a él. Draco está mucho más despierto de lo que quisiera.

Volvió a fijarse en la débil franja que era la Maldición, retraída, incapaz de ampliarse y extenderse como suele hacerlo.

—¿Lo estás controlando?

Para romper una maldiciónWhere stories live. Discover now