—Y no creo que mienta.

—Por supuesto que no lo hace.

Bueno, al menos estaban de acuerdo en que el pobre elfo no era el responsable. Harry sintió que se libraba de una carga sobre los hombros; no habría querido convencerlo de lo contrario, si la idea se le metía en la cabeza.

—Puedo examinar los almacenes y la tienda, y comprobar las barreras. Algo tan fuerte deja rastros y el movimiento de magia negra debió...

—No se llevaron nada más.

Él frunció un poco el ceño. Draco todavía no lo miraba, así que le sujetó los hombros y lo obligó a girarse.

—Sabes lo que pasó, ¿verdad?

No le gustó nada la sonrisa sin humor que le dirigió. Le recordó a la imagen de alguien más, alguien que solía darle escalofríos y nauseas, y tuvo que contener el impulso de apartarse, igual que hacía años atrás.

—Me hago una idea.

—¿Cómo es eso?

Draco cabeceó en dirección al laboratorio. El elfo, temeroso, aún no se decidía entre si ponerse a limpiar y acomodar o no.

—Confío en las protecciones que pusimos —Aseguró, en un susurro escueto—, habríamos encontrado un cuerpo desmembrado o un mago desangrándose si hubiese entrado, por suerte, y tomado algo antes de salir. No se puede Aparecer dentro del apartamento y la única entrada son las escaleras desde la tienda, también protegidas.

Harry asintió, instándolo a continuar. Todo eso lo sabía. Lo observó tomar una profunda bocanada de aire, negro y gris batallaban por hacerse un lugar en sus ojos.

—Tenía los nueve venenos más raros del mundo en esa mesa, estaba probando el de Saaghi ahora que le sale un poco. La persona que entró lo movió y tocó todo, excepto los frascos de veneno —Puntualizó. Estaba rígido bajo sus manos cuando estrechó los ojos, dos rendijas casi por completo negras para entonces—. Sólo una de las personas que podría pasar las barreras sin matarse, sabría que no tiene que acercarse a esos venenos sin equipo especial.

Él comenzaba a procesar la información, su mente trabajaba a máxima velocidad. Una parte dentro de sí empezó una retahíla de "no, no, no", que no pudo seguir, porque ni siquiera entendía la totalidad de lo que negaba.

Draco dio un paso hacia atrás, lento, y se zafó de su agarre. Se Apareció ante su mirada aturdida, y de pronto, Harry estaba con el elfo y la serpiente, y sin tener idea de qué significaba lo que acababa de oír.

—Dobby —Llamó, incapaz de pensar en algo más—, ¿a dónde fue?

El elfo vaciló, como si supiese que le daría la conclusión a la que no quería llegar por sí mismo, si abría la boca. Al final, sin embargo, tuvo que hacerlo.

—El Lago Amarillo.

Harry lamentó el día en que conoció el nombre de ese lugar y se Apareció también.

—0—

El Lago Amarillo era la principal atracción de uno de los parques más grandes de la ciudad. Una laguna, más bien, de agua clara y limpia, que en cierta época del año, se llenaba de las hojas caídas de los árboles a su alrededor, amarillos, lo que lo dejaba con una capa de dicho color sobre la superficie. De ahí el nombre.

Para los muggles, era un sitio en el que tomarse fotos y pasear un rato, en especial cuando estaban en la temporada de vacaciones y se alquilaban botes pequeños a pedal para cruzarlo en carreras infantiles y familiares. Los miembros de la comunidad mágica, los que podían presumir de tener sus asuntos en orden, lo ignoraban.

Para romper una maldiciónWhere stories live. Discover now