—Déjeme pensarlo señor Brockman, revisaré los folletos y apenas tenga la idea lo llamaré, muchas gracias por los consejos. —respondió con una sonrisa.

—Es un verdadero placer para mí el ayudarte. —expuso con voz lenta mientras observaba con intemperancia el níveo y largo cuello de la joven.

—La cena ha estado exquisita, gracias por ofrecerme su ayuda. Sabe, en estos momentos estoy en un proyecto de diseños de interiores, creo que podré abonarle al menos un porcentaje del equivalente a la publicidad completa de la colección, me gustaría que me hiciese llegar el presupuesto.

—Te he dicho que no te preocupes. —tomaba la botella de vino y le servía un poco más. —Ya después hablaremos de eso, lo importante es hacer la publicidad del año de Fontana Boutique, aun no quiero ofrecerte nada, porque quiero que sea una sorpresa, pero estoy negociando con una reconocida marca de accesorios para que acompañen tus diseños.

—Es usted muy amable señor Brockman, la verdad nunca tendré como pagar su ayuda. —elevó la copa con el vino y él hizo lo mismo, mientras sonreían para después saborear la bebida.

—No exageres Alexis, el poder ayudarte es un gran placer para mí, porque confío en que si sigues mis consejos y mi ayuda, podrás alcanzar lo que tanto anhelas.

—Eso espero. —susurró con la mirada fija en la mirada gris del hombre.

—Creo que es hora de llevarte a tu casa. —le hizo saber, anhelando el poder estar a solas con ella cuanto antes.

—Sí señor, ya es tarde y mañana tengo que ir con algunos trabajadores al apartamento donde estamos rediseñando. —le hizo saber.

El caballero se puso de pie y le ayudó a ella a hacerlo, salieron del cubículo privado y se encaminaron al vestíbulo, donde le entregarían los abrigos. El de la pelinegra era un abrigo de cachemir blanco que le llegaba hasta las rodillas, con dos hileras de botones negros, dejando el vestido escondido tras la prenda.

—Permítame ayudarla. —le pidió el hombre para colocarle el abrigo, ella no vio ningún inconveniente, por el contrario se vio complacida, que uno de los empresarios más importantes de Estados unidos, se mostrase prendado de ella.

Mientras Henry le colocaba el abrigo su mirada se topó con un hombre que bajaba las escaleras, logrando que en su estómago millones de mariposas hicieran fiesta, venía acompañado de otro hombre castaño y una chica rubia que al parecer eran pareja porque venían tomados de la mano.

Su vista se ancló en los ojos de fuego, pero la mirada que le dedicó era más fría que el iceberg que hundió al Titanic, hasta sintió cierto miedo porque se sentía bajo la mirada de Sauron, ella elevó la comisura derecha en un gesto por saludarlo, pero Joseph la ignoró totalmente.

¿Éste que se ha creído? entonces es así, no te conozco, no te saludo... pendejo de mierda. —se decía mentalmente cuando en realidad quería gritárselo.

—Muchas gracias, señor Brockman. —le dijo, mientras ella misma se abotonaba el abrigo y se encaminaron a la salida donde ya los esperaba la limusina, el hombre la invitó a subir, antes de hacerlo desvió la mirada a la puerta y los vio salir, sintiéndose amenazada por la mirada de Joseph y ella le dedicó una de desprecio para después subir.

Henry subió a su lado y le pidió al chofer que los llevara hasta el departamento de la joven, durante el trayecto ella tuvo que retirar la mano del hombre que se posaba en su rodilla de manera sutil, además de hacerse la estúpida y hacerle creer que no entendía sus conversaciones con doble sentido, insinuándole ligeramente que se moría por cogérsela esa noche, pero estaba muy alejado de la tangente si creía que ella le cedería al menos un beso.

| sweet lies bitter truths | Joseph MorganWhere stories live. Discover now