Noticias de la capital.

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La noche era fría. El caballo se deslizaba por el camino con la seguridad de un guerrero, mientras la suave lluvia golpeaba el rostro de Samuel.

Sabía que aún le faltaba un buen terreno para llegar al claustro donde se encontraba el anciano, pero no podía aflojar el paso. Las noticias que llevaba eran nefastas.

"Ha caído ciudad del Río, la ciudad más importante del reino". Fue algo que no se esperó escuchar jamás, y menos aquel día.

Sólo una vez a la semana el aprendiz de espadachín bajaba al poblado más cercano para beber con otros muchachos de la zona y entretener su ojo viendo a las jóvenes que se paseaban por todo el condado.

El viejo, como llamaba de cariño a su maestro, le prestaba una montura para que fuera a entretenerse, siempre que volviera relativamente temprano de su juerga.

Pero aquel día todo fue distinto. Apenas llegó a la posada donde solía reunirse con Luca y otros jóvenes de Torrescaídas, notó que algo no iba bien.

Los demás asistentes del lugar y hasta el propio posadero tenían la pena reflejada en el rostro.

No fue hasta que había bebido un par de cervezas que se atrevió a preguntarle a los demás en la mesa qué demonios estaba pasando.

—Se trata de la capital, chico. Ha caído.—Le dijo el posadero como si se tratara del mismísimo pueblo en el que se encontraban.

La noticia se le clavó como un cuchillo en las tripas.

— ¡¿Qué?! Pero si los piratas apenas estaban asolando el cabo sur, y ni siquiera habían tomado Torre Guarida. ¿Cómo es que ya han sitiado la capital, y la han tomado sin más?

Luca bebió otro sorbo de su cerveza. La pena se denotaba en su rostro.

—No han sido los piratas del sur, Samuel. Se trata de un misterioso señor de algún reino del norte que cruzó el mar con un ejército de jinetes, y antes de que supiéramos, había derrotado a todos los ejércitos del rey y estaba sobre la ciudad.—Los demás muchachos en la mesa guardaban silencio. Cada palabra que Luca mencionaba parecía pesarles en el alma.—Hace 5 días la ciudad le abrió las puertas al extraño invasor, que ahora se ha proclamado el nuevo rey de toda Batania.

Samuel guardó silencio un buen rato. No le costó mucho, pues en la posada todos estaban igual de callados, donde solía haber un hervidero de bullicio y carcajadas.

Casi al momento decidió que lo mejor era volver al claustro. El viejo tenía que saber la noticia cuanto antes, pues tarde o temprano los señores de la región iban a tomar alguna decisión frente a lo ocurrido en el sur.

Lo mejor era que el viejo hubiera pensado muy bien qué hacer con el claustro y el resto de los aprendices para cuando el gobernador fuera a visitarlos. Para ello necesitaba tiempo.

De modo que se tomó otra cerveza tan pronto como pudo, y se montó a su caballo para volver por donde había venido.

Aquel día no habrían borracheras ni mujeres lindas a las que mirar. Sin duda el reino entero vivía un día atípico en su vida.

El rocío en su rostro era muy apacible, y ello al menos mermaba un poco sus nefastas emociones.

Golpeó ligeramente al caballo para que acelerara el paso. Sabía que una de las razones por las que el viejo le prestaba a las bestia era para recibir noticias de lo que ocurría en el mundo exterior, por lo que esta particular nueva tenía que llegar a él cuanto antes.

Finalmente, cuando el sol estaba empezando a ocultarse en el ocaso, Samuel vio en la distancia el claustro donde aprendía a manejar la espada.

Todo lucía tan tranquilo como de costumbre. Llegó directo al establo para guardar el caballo, y entró corriendo al edificio. Encontró a su maestro en su escritorio. Aquel día no había habido entrenamiento con ninguno de los demás aprendices, así que el viejo estaba leyendo a la luz de una vela, aunque se veía algo pensativo.

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⏰ Last updated: Jun 08, 2019 ⏰

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La invasión.Where stories live. Discover now