Capítulo 1

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Hace ya cinco años que algo cambió drásticamente mi forma de ver la vida y de disfrutar de ella. No es que antes no lo hiciera, pero tras unos cuantos malos momentos, aprendí a aislarme de todo, a alejarme de cuanto pensaba que podría dañarme.

No es que fuera una chica extrovertida ni que hiciera muchos amigos desde siempre. Más bien fui una chica que le gustaba aislarse de todo. De todo, hasta que conocí a mi exnovio. Él consiguió que me abriera un poco más al mundo, que empezara a comportarme de una manera más abierta, más acorde a mi edad. Pero bueno, esta parte de mi historia la contaré un poco más adelante, cuando corresponde.

Todo empezó un sábado por la mañana del mes de enero. Nada más levantarme de la cama, miré por la ventana. No es que fuera un día especialmente luminoso, ni que pareciera que fuese a pasar nada especial. Era el típico sábado aburrido en un barrio más bien pequeño de una ciudad de no muchas sorpresas. En definitivas cuentas, el día se presentaba como el típico principio de fin de semana sin nada especial que hacer.

Fui a ponerle la vacuna a Zorbas, mi pequeño gato negro de tres meses. Tenía cita hacía una semana. Ese gato siempre ha sido mi ojito derecho, mi consentido y, aunque no le hacía especial gracia salir de casa y aún menos las inyecciones, ese día se comportó de muy buena forma.

Hacía frío y, como siempre, para meterlo en el coche, antes de abrir la puerta de casa, le meto en su jaula. De esta forma es más fácil meterle en el coche. Después procuro atar su cesta muy bien en el asiento trasero del coche y, poniéndome el abrigo, le lanzo un beso cerrando la puerta del vehículo detrás mío. Como había dejado la puerta de casa abierta, fui a toda prisa a cerrarla. Tenía ya un poco de prisa. No quería llegar tarde e iba ya un poco apurada de tiempo.

La niebla cubría toda la ciudad de Cáceres. Dos centímetros eran los que separaban aquellas espesas nubes del suelo. Pocas veces he visto la ciudad de una manera tan tétrica como aquel día. incluso daba un poco de miedo.

Por suerte, el mal tiempo hizo que no hubiera mucho tráfico y pude llegar a la clínica a tiempo.

Después de su vacuna, Zorbas y yo, volvemos a casa, situada en ese pequeño barrio a las afueras de la ciudad del que hablaba antes. En menos de cinco minutos habíamos terminado y en diez más ya habíamos llegado a casa.

El barrio donde vivo no es especialmente grande y pasan meses en los que no sucede absolutamente nada. De hecho, el último gran acontecimiento fue mi ruptura con Sebas, mi novio desde el tercero de secundaria, que equivale a decir, mi novio durante nueve años. Esto me deprime, para ser sincera. Con veinticinco años y sin novio, creyendo ya estar ya preparada para formar una familia. Con trabajo fijo a jornada completa en la biblioteca del barrio desde hace dos años y una hipoteca de una casa unifamiliar desde hace año y medio. En fin, al menos ya tengo logrados dos de mis tres objetivos en la vida y estoy casi segura de querer renunciar al tercero. Aprendí a no fiarme de los hombres hace dos años.

Esa mañana de sábado, sucedió algo especial, algo que rompió la rutina del vecindario. Llegó al barrio un hombre, un buen escritor que se estaba aún haciendo un nombre en ese mundo, Charles Sánchez.

Al llegar a casa, justo cuando estoy metiendo el coche en el garaje, veo por el retrovisor llegar justo a la casa de al lado un camión de mudanzas. ¨Qué pasarᨠme pregunté.

Terminé de aparcar el coche, cerré el garaje y de dejé a Zorbas, mi pequeño y bonito gato negro, suelto. Cerré el coche, sin recoger la jaula del animalito y subo a casa, de dos en dos escalones, deseando cotillear.

Desde mi ventana veo asomar la cabeza de Zack Blanco, un vecino que vive en el primer piso del edificio de enfrente. Es también uno de mis mejores amigos. Creo que es uno de los pocos hombres en los que me he depositado mi confianza desde siempre y hasta ahora no me ha fallado nunca.

_Zack, ¿Sabes algo de esto?- Le digo señalándole el camión de mudanzas y a los transportistas que realizaban su trabajo.

_Que va, Valeriana.- (Esa soy yo, Valeriana Ortiz).- ¡Disculpen!- dijo Zack con voz firme y curiosa dirigiéndose a los transportistas.- ¿Vamos a tener vecinos nuevos?

_Eso parece.-Respondió el conductor del camión.- No suele pasar muchas cosas por este barrio ¿verdad?

_No.-Le respondí con rapidez.- ¿Se nota mucho? -Sonreí.

El transportista se echó a reír.

_¿Sabe quién es el vecino nuevo?- preguntó Zack.

_Un tal Charles Sánchez.- Dijo mirando la ficha de transportes.- ¿Lleva mucho tiempo esta casa vacía?

_ Si. Unos dos años. - Respondí con celeridad. -¿Es el escritor?_ Pregunté quedándome un poco del otro lado al escuchar que ese hombre iba a estar pared con pared con mi casa.

_Si que hace mucho que no pasaba nada. Lo que me parece extraño es que no hayan más cabezas asomadas a esa ventanas. - Sonreímos los tres.

_Ey, bibliotecaria, ¿sabes quién es ese hombre?

_Baja, te invito a tomar un café y te lo cuento.

_Sabelotodo. -Me dice mi amigo cerrando la ventana y yendo a verme a toda prisa.

A penas me da tiempo a abrir la puerta de casa, cuando veo a Zack asomase por la puerta de su portal. Decido dejar entreabierta la casa mientras sacaba a Zorbas de debajo del abrigo, el cual había soltado en el sofá del salón. Solté al gato y colgué el abrigo en el perchero. El pequeño animal se fue a la habitación, donde, entre las mantas de mi cama, se quedó dormido gran parte del día.

Entrando Zack por la puerta empecé a hacer café.

_Bueno, vecina, dime, ponme al día con respecto al nuevo vecino. Me muero de curiosidad.

_Es Charles Sánchez. Hace treinta y ocho años en dos semanas.

_Vale, el veintinueve de enero hace los años un nuevo residente del barrio del que no se nada. No sabes lo que me interesa a mí el cumpleaños de un desconocido,.

_ Deja la ironía, anda.

_ Pues cuéntame lo que sabes que te estoy preguntando, que sabes que me muero de curiosidad. - Se rio.

_ Es un escritor. Es aun nuevo. Bueno, tiene cierta trayectoria, pero tampoco es que sea muy larga- Le contaba en la cocina mientras se terminaba de hacer el café. Él me miraba embobado sentado en una de las dos sillitas de la mesa que tengo debajo de la ventana. Me encanta la luz natural que entra de esta forma mientras cocino. - tiene tres libros y la verdad es que me encantaron.

_ ¿Sobre qué escribe?

_Terror sobre todo.

_Vamos, entonces es como tú, ¿Verdad?

_¿Cómo yo?

_Si. Te gusta el miedo.- Me dijo mirando la casa, toda mangas por hombro a consecuencia de las obras.

Por esa época hice reformas en la casa. De hecho, recuerdo que el martes siguiente a aquel terminaron y pude hacer limpieza como es debido.

Le quité un par de metros al salón para poder hacer un poco más grande la cocina, que, por suerte, en un par de días estuvo terminada. En la pared que dividía aquellos dos espacios, dejé una especie de ventana en la que pude una repisa para poder poner la comida si había visita.

Puse las paredes de color rosa en el salón. La televisión frente a la cocina, es decir a la izquierda de la puerta. En esta misma pared, una ventana enorme donde debajo puse un mueble para guardar mis zapatos y complementos, que cerraba con una madera acolchada para poder sentarme a leer. Por encima de este, cojines.

En la otra pared, fotos familiares.

En el aseo, que estaba en el pasillo donde estaban las escaleras para subir a las habitaciones, hice poca cosa. A penas cambié los azulejos. Y debajo de las escaleras, disimulada por estas, una puerta que daba al patio.

Tres de los cuatro cuartos de la segunda planta los redecoré. Están dispuestos dos en cada lado del pasillo, que terminaba con un baño. En mi cuarto, puse la cama con los pies mirando a la puerta, pero centrada, un pequeño tocador al lado de esta. En la pared de la izquierda según se entra, un vestidor, con espejos en cada puerta de armario. Nunca me gustó que la gente viera mi ropa fácilmente. En la cuarta pared, de nuevo, un ventanal.

El vecino de al ladoWhere stories live. Discover now