Cerró la puerta con cuidado echando el seguro mágico, con confianza y holgura se acercó a la pared y alzó una mano sobre el primer retrato, tocándolo.

Tenía el cabello de un rojo encendido, estaba atado en un medio moño por lo que caía largo y sedoso por encima de los hombros. Estaba seria, pero llamo su atención la forma en que pintaron sus ojos; eran bellísimos, sin embargo, parecían denotar cierta melancolía. No sabía como explicarlo, pero cuando la miraba podía percibir esa clase de sentimientos.

La ropa era cercana a la época medieval, no pertenecía a una familia adinerada, el vestido a pesar de tener un color verde oscuro se notaba que solo era usado en una ocasión especial. El segundo cuadro no era muy diferente al anterior, una mujer de edad parecida con el cabello rubio y los mismos ojos verdes, parecía un poco seria y por su ropa podría haber estado entre dos épocas, un post renacimiento o la era de la monarquía francesa. A diferencia de la anterior, la muchacha estaba pintada de cuerpo entero y llevaba un gran vestido pomposo de color celeste con volantes y una capa por la espalda.

Ambos cuadros eran bonitos y se notaba un trabajo fino, pero el que más le fascinó fue el último.

El cabello de la dama era castaño oscuro y ondulado tomado en un elegante moño con algunos mechones cayendo sobre los costados de su rostro. No tenía los ojos de color, pero había cierta chispa de vida en ellos. Unas cejas perfiladas de forma elegante y alzando una ligeramente destilaba cierto carácter en la muchacha. Tenía las manos cruzadas tranquilamente sobre su regazo y portaba un vestido de seda de color rojo bourbon bastante sobrio, sin demasiados accesorios o bordados llamativos. Estaba seria, pero daba la sensación de ser una mujer agradable.

En las fotos se podía apreciar a Franco y algunos de sus amigos en varias situaciones, algunas estaban en blanco y negro como otras a color. En algunas imágenes reconoció a las personas que Franco le había presentado hace tiempo atrás, incluso en los retratos más pequeños había representaciones bucólicas de paisajes que ella nunca había visto y que probablemente ya no existían.

Ahora la pregunta era ¿Qué hacer? Estaba allí, de pie frente a toda la historia, pero sin encontrar algo por donde comenzar ¿Cómo empezar?

Ahora era una aprendiz de mago, eso la hacia mayor a un hechicero y por ende con mejores habilidades que ellos en algún futuro, el espejo estaba situado a un costado de la pared de al fondo de la habitación, cubierto con una manta. Le molestaba pensar en lo que ocurrió allí, meses atrás que le parecían años, no obstante, probablemente era la respuesta a todo.

Alison entendió lo que Elijah le planteaba hace mucho tiempo, ella estaba adentro como afuera de las cosas, por lo que su participación no era relevante en el asunto, eso la hacía la candidata perfecta para descubrir el trasfondo del rompecabezas. Circulaba por ambos mundos sin estar atada a la maldición, según sus propias conclusiones, al igual que James.

Levantó la manta y una polvareda se levantó a causa del tiempo que llevaba puesta. Dio un salto del susto. El objeto seguía tal y como lo vio la ultima vez; con rosetones dorados decorando el borde en un estilo rococó, pero el cristal, en vez de mostrar su reflejo, exhibía a las tres mujeres que estaban pintadas en los cuadros.

Retrocedió varios pasos y hasta chocó con la puerta de entrada. Las féminas miraban seriamente a la muchacha sin denotar alguna expresión. Al recobrar la calma, volvió a acercarse cautelosamente, notando que la barrera de cristal había desaparecido, hizo la prueba aproximando su mano y su asombro se hizo evidente cuando sus dedos se deslizaron a través de él como si fuera un líquido espeso.

Digirió la escena lentamente, analizando la situación ¿Por qué el espejo estaba así? ¿no que Franco usaba algún hechizo para usarlo?

—El espejo reacciona a la persona indicada, es muy caprichoso.

Dio un pequeño gritito, una de las mujeres habló.

—¿Cuál de todas acaba de decir algo? —trató de decir con convicción.

—Eso no es lo importante —hablaron las tres a la vez—, tu nos invocaste.

—N-No, ni siquiera he dicho algún...

—Nos has llamado con el collar.

Alison llevó su mano al medallón, aferrándose a este.

—No he dicho nada.

—No es necesario decir algo —La mujer del vestido bourbon dio un paso adelante—, el collar puede percibir tus pensamientos o emociones.

—¿Cómo lo sabes?

—Fue mío también. —respondió la aludida.

—Y mío —dijo la joven del vestido celeste.

—Y de ella —señaló la joven que habló primero a la chica del cabello rojo.

La juventud en su rostro era evidente; tenía un aire angelical que la hacia parecer una verdadera muñeca de porcelana. Sonrió tímida e inclinó ligeramente la cabeza en gesto de saludo. Ambas chicas volvieron a mirar a quien parecía ser una especie de líder del grupo.

—¿Entonces el espejo refleja lo que yo pienso o deseo ver?

—Si —dijeron las tres.

—Entonces... —Alison tomó aire.

La joven volvió a repensar su plan, si estaba bien o mal, llegando a la conclusión de que ya nada importaba en ese punto, y que era mejor ir tachando las opciones. Sentía una ligera ansiedad por lo que encontraría, mas no podía acobardarse, era ahora o nunca.

Al fin y al cabo, era una aprendiz de mago, una hechicera. En algún momento ese mundo seria suyo y debía aprender a manejarse como un pez dentro del agua.

Con una valentía renovada, alzó la barbilla, enfrentándose a las tres imágenes.

—Muéstrenme su pasado. 

Rin, La ciudad de las ilusionesWhere stories live. Discover now