I

1K 97 72
                                    

La rutina de ambos era normal. Se había ido desarrollando con el pasar de los días y meses, no importaba que tan monótono pudiera parecer a la vista de otros. Para ellos, era algo que era natural hacer, y les gustaba esa comodidad, no la cambiarían por nada.

Genos siempre estaría al pendiente de su maestro, siendo devoto y prestando atención a cada uno de sus movimientos. Saitama, quien nunca cambia, siendo relajado y dejándose arrastrar por las atenciones de Genos, pero siempre agradeciéndole en silencio. Era cálido, tranquilizador, y hasta podría decirse familiar. Sí, se sentían como parte de algo, como hace mucho tiempo, o tal vez nunca, se había sentido.

Saitama recuerda la soledad que lo acompañaba desde que tenía memoria, sintiendo que simplemente no se adaptaba al entorno a su alrededor, estar ahí sin estar ahí realmente, nunca pudiendo hacer algo a la altura que los otros le imponían, nunca sintiendo que era suficiente para alguien. Viviendo sin vivir realmente, tal vez un término más exacto sería existiendo. Existiendo simplemente porque nunca había conocido algo diferente.

Recuerda cuando comenzó a vivir independientemente, no había estado asustado, más bien, nervioso, en ese entonces no tenía nada, ni dinero, ni estudios suficientes, tampoco la astucia, pero se las había arreglado de alguna manera para haber llegado hasta aquí.

Pero está familiaridad, se sentía tan nostálgica, tan cálida y extraña, pero, no podías anhelar algo que nunca has tenido. ¿Tal vez lo había hecho, pero nunca se dio cuenta? Entonces, ¿por qué ahora? ¿Por qué con Genos? No lo entendía. Sabía que no era el ser más inteligente, tal vez si el ser humano más fuerte, pero le faltaba demasiado en muchos otros aspectos, y, desde que sus emociones habían empezado a evaporarse, tampoco el ámbito sentimental era su fuerte. Pero, aun a pesar del paso del tiempo, aún podía sentir esto, algo leve pero reconfortante. Eso era suficiente.

–Genos– exclamó casi sin darse cuenta, simplemente dejando que su lengua deslizara el nombre de su autoproclamado aprendiz.

—¿Sí, maestro?

Saitama se quedó unos instantes viendo fijamente a su discípulo, admirando sus rasgos maduros pero juveniles y guapos. Sintiendo un poco de nervios por verlo usar ese delantal rosa con su cara impresa en ella en un dibujo cómico. Pero no pudo evitar sonreír, una sonrisa lánguida y pequeña, pero una de las pocas que aun podía dar.

—Hagamos Katsudon esta noche.

Saitama no entendió muy bien porque la sonrisa y asentimiento de Genos le dejo una sensación agradable en el pecho.

°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°



Genos podía recordar algunas cosas de su pasado, los rasgos de sus padres, y también de sus compañeros de secundaria, su antiguo vecindario y su habitación llena de juguetes y posters.

Por muchos años, habían reprimido estos recuerdos, mandándolos hasta el fondo de su cabeza, reprimiendo consigo las emociones gigantes y dolorosas que estos traían consigo, en algún momento, el mismo había comenzado a dudar de sí estos alguna vez fueron verdad. El único sentimiento que tenía presente y que quemaba ardiente en su metálico pecho, era la ira. La única que lo mantenía en pie, haciéndole esforzarse con su ya inhumano cuerpo, más allá de su capacidad. Para hacerse fuerte, para no fallarle al Doctor Kuseno, quien le había dado las herramientas necesarias para poder combatir a quien le había arrebatado todo.

Algunas noches, se preguntaba si alguna vez había sido un humano. Cuestionándose una y otra vez, si simplemente él seguía siendo ese muchacho débil pero feliz que podía ver en algunos rincones de su mente, si siquiera conservaba alguna parte de ese ser que parecía ajeno. Se sentía turbado de la respuesta lógica que su cerebro le daba, un cerebro que era casi una máquina, como él.

°A daily routine°Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon