C A R T A

83 18 9
                                    

Tú no te das cuenta, lo sé. Jamás lo has notado, tú no notas cuando yo te observo, cuando te miro fijamente, pero es porque soy discreta, no es tu culpa. De hecho, no te culpo. Y es que nadie se ha percatado de ello. Mi madre, mi padre, mi abuela, mi hermano, nadie sabe todo lo que me guardo, lo que pienso y lo que siento. Me muerdo la lengua constantemente para no soltar las palabras que tanto miedo tengo de expresar, no puedo dejarlas salir. Entiéndeme, me aterra. Vivo aterrada de la vida, abuelo. Vivo aterrada del qué dirás, de cómo reaccionarás. De entregártelo todo y tú lo rechaces.

Tú no lo notas, no te das cuenta, pero yo te veo, yo te miro, yo le presto atención a cada gesto de tu mirar. También te escucho y también logro captar el quiebre de tu voz cada vez que hablas sobre algún momento trágico de tu pasado. Te miro cuando te sientes débil, cuando intentas hallar fuerza en el silencio, en malas caras, cuando tratas de ocultar tu sufrir ante tus hijos y esposa, porque no eres capaz de mostrarles que estás roto, que estás herido y arrepentido. Porque te cuesta pedir perdón, y te cuesta porque sientes que jamás aceptarán tus disculpas, que los has dañado bastante ya.

¿Cómo les explicas que no estás enojado con ellos sino contigo mismo por haber dejado que la tristeza se haya adueñado de tu cuerpo? Tú sientes que dejaste que las malas influencias guiaran tu camino en vez de escoger tus propios rumbos, te arrepientes de eso, de dejar que los demás hablaran por ti, dejaste que todos te callaran y los dejaste porque te hicieron creer que no tenías nada bueno que decir, pero lo tenías, tenías la voz, pero no el suficiente vigor para gritarles en la cara que estaban equivocados.

¿Quieres saber una cosa? Yo sí te habría escuchado, abuelo. Te habría escuchado por horas, jamás te habría callado, jamás. Tú querías hablar y nadie estuvo ahí para oír tus lamentos.

Yo habría estado ahí.

A veces le damos todo a quienes no nos han dado nada, ni un mísero gracias. Y nos esforzamos por ganarnos el amor de quienes no nos aman, luchamos por quienes no han luchado ni una cuarta parte. Nos entregamos completamente por quienes no se entregan ni la mitad. Y creemos merecer eso, por eso nos quedamos en el mismo lugar recibiendo el mismo trato en vez de salir a buscar algo mejor. No creemos merecer algo mejor.

Y es que ni siquiera el amor propio puede llenar nuestro vacío, es tan escaso, está tan débil que se rompe con facilidad, por eso necesitamos el de los demás, porque parece ser más resistente que el nuestro, parece estar más estable, es lo que buscamos, esa estabilidad.

Es difícil amar a una persona que no es feliz porque sabes que no puedes alcanzar sus expectativas, sabes que no eres y que jamás serás suficiente para satisfacerlo. Es difícil porque conoces los motivos por los cuales no es feliz y esos motivos te estrujan los pensamientos por las noches, sabes que está sufriendo y no puedes hacer nada para cambiarlo. Puedes tener muy presente en el pecho su dolor, su angustia, su desesperación y esa persona no lo sabe, no sabe que lo comprendes, no sabe lo que sientes, no sabe que su vulnerabilidad te está pudriendo por dentro.

Y tú no tienes ni idea, no sabes lo difícil que es amarte, pero créeme, lo es. Pero yo de todas formas lo hago, yo te amo, abuelo. Te amo, ni siquiera sé por qué, pero lo hago, es que nunca hemos tenido una relación tan cercana, nunca hemos sido abuelo-nieta como se muestran en las películas, tú jamás te has unido a mí y yo no he sido capaz de hacerlo tampoco porque siempre he sentido una barrera entre tú y yo. Jamás he podido decirte lo mucho que te quiero, porque a veces me haces creer que tú no lo haces, que tú no sientes lo mismo. Y eso es lo que me aterra. Es lo que me aleja. Lo que me hace caminar lejos de ti.

Y solo con la escritura, solo con esta carta soy capaz de desahogar mi tristeza por no tenerte a un lado mío.

Yo despierto en medio de la madrugada y soy consciente de que me espera un muy día duro, me es frustrante no poder descansar, que mi cuerpo decida activarse una o dos horas antes de que suene la alarma.

Sufro una espantosa rutina donde la mayor parte del tiempo se me acumula el peso de mis pensamientos y esos me taladran la cabeza, solo me dedico a pensar, ya está, cuando duermo también pienso. No tengo paz. Si me levanto antes es porque los estragos de mis malditos sueños me perturban tanto que prefiero rezongar despierta que temer dormida.

Mi familia suele presumir lo que escribo, suele hablar de mis poemas o mis historias, con orgullo le comentan a sus amigos sobre todos mis relatos. Pero yo no escribo historias ajenas, no me enfoco en un martirio que desconozco.

No me ha sido nada sencillo superar el pasado, abuelo, eso es lo que dice mi escritura, ahí se nota mi frustración, la desesperación por no poder borrar aquellos moretones que aún causan dolor al tocarlos, se puede observar a un ser harto de la supervivencia el cual únicamente espera a que el día termine, a mis lágrimas ya no las acompañan ni la desdicha. Se encuentran solas, alejadas del sentimiento, de la amargura y la alegría. Es como si las emociones se hubiesen resignado a encontrar su propio camino, están vencidas por el hastío del recorrido. La fatiga se me hunde en cada hueso y me es difícil avanzar.

A veces no me quedan ánimos para seguir.

Y luego te escucho decir que nadie te entiende, que nadie está ahí para ti. Y eso me estruja más, me hace sentir más sola, más abandonada, más apartada de tu vida. Siento que me estoy separando de la única persona en la que podría confiar.

Yo no miento cuando te digo esto: podría defenderte de toda esa gente que juzga sin conocerte y podría cerrarle la boca a cualquiera que intente dañarte, podría acabar con cualquiera que no pueda entenderte. Porque ni siquiera se esfuerzan en hacerlo, no quieren comprender que eres un alma despedazada, un ser perdido entre el desgaste de los años.

Yo sí te perdono, yo te perdono todo el daño que le has hecho a mi padre o a mi abuela, a mi tío, yo sí perdono tus errores. ¿Por qué? Porque yo también me he equivocado, porque yo también he andado en malos pasos.

Yo no soy perfecta, abuelo. Yo le he fallado a personas que amo, le he hecho daño a quienes me han apoyado, he alejado a quienes lo dieron todo por quedarse conmigo. Les pagué de la manera incorrecta a las personas que no lo merecían. Yo te entiendo.

Y por eso te acepto. Y por eso te perdono.

Y por eso te amo.

Para mí tú no eres un monstruo, para mí no eres una mala persona, no eres lo que muchos dicen, yo no le hago caso a lo que los demás dicen de ti.

Para mí eres una persona rota que no sabe cómo volver a unir las piezas. Que se ha cansado de todo el caos.

Tú eres mi abuelo, aquel hombre del que, a pesar de todo, yo estoy orgullosa, porque sigues de pie, porque sigues tratando. No te has rendido, aunque tú mismo sientas que te has estancado, no me importa, para mí tú aún eres capaz de caminar.

16 de julioWhere stories live. Discover now