Parte Única

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En una pequeña ciudad bastante feliz y concurrida, entre sus miles de hogares y habitantes; allá, entre los suburbios, había una bonita casa, bastante alegre, bastante animada

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En una pequeña ciudad bastante feliz y concurrida, entre sus miles de hogares y habitantes; allá, entre los suburbios, había una bonita casa, bastante alegre, bastante animada. Era iluminada por cientos de luces de colores, que colgaban de sus puertas y ventanas, haciéndola lucir bellamente adornada. Pero, si pones la suficiente atención puedes verla a ella, la joven de mirada triste y herida que siempre observa por la ventana. De adentro hacia afuera, ella contempla la calle, a través de su ventana abierta podía ver las pequeñas luces navideñas que adornaban los jardines delanteros de sus vecinos, contemplaba cuidadosamente los pequeños muñecos de nieve que un par de niños fabricaban frente a su casa, al igual que de fondo se podían escuchar las odiosas canciones navideñas, esas que su abuela cantaba durante cada cena todos los años en esa época.

Sintió cómo el aire frío se coló por la ventana, acariciando suavemente las cortinas hasta llegar a su rostro, haciendo que un placentero escalofrío recorriera su espalda a causa de la gélida sensación y logrando que recordara que no traía nada puesto que la cubriese.

Apartó momentáneamente su vista del panorama frente a ella, para después posar sus ojos en su habitación, grabó cada detalle, como si el recuerdo pudiera permanecer en ella después de que se fuera. Observó los incontables libros que adornaban las repisas de su habitación, al igual que los posters de su banda favorita de rock que colgaban de las paredes y contempló con mayor atención su cama, ese cómodo lugar que muchas veces había servido como refugio durante las noches, cuando lloraba desconsoladamente es la soledad de su habitación.

Pasó sus frías manos por sus brazos, intentando darse un poco de calor de manera fallida, logrando sentir únicamente los pequeños bordes ásperos en su piel, esos que habían quedado a causa de los cortes. Miró sus manos, esas que eran tan pequeñas, que podían deslizarse con facilidad dentro del tarro de cristal para galletas que tenía su madre en la alacena. Movió su vista y captó las pequeñas líneas blancas y rosáceas sobre su piel, algunas estaban un poco rojas, otras aún no sanaban completamente y había otras tantas que ya habían cicatrizado de manera burda y horrenda.

De pronto, una carcajada proveniente del primer piso de su casa la distrajo y a esta le siguieron unas cuantas más. Estaba segura que su familia se estaba divirtiendo, de seguro su abuelo contaba la misma vieja historia de cómo había conocido a su abuela después de que salió del ejército, mientras que ésta última se estaría desviviendo cantando esos horrorosos villancicos; su madre estaría en la cocina, luciendo el bonito collar de perlas que su padre le había regalado en su último aniversario. Su hermano estaría presumiendo con sus primos el cómo su vida universitaria era perfecta entre sexo y alcohol dentro de la fraternidad, haciendo énfasis en la innumerable cantidad de chicas que se había follado después de cada fiesta, solo para ocultar el hecho de que ese número de chicas folladas en realidad se reducía a una sola persona, una chica, llamada Dylan, la hermana menor de su mejor amigo para ser exactos y de la cual había estado enamorado profundamente desde que estaba en la preparatoria y con la que por fin estaba saliendo ahora.

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