—¿Y qué es lo que te dijo?

—Me contó que hacía tiempo se veía con él y que su esposo no sabía nada, que estaba enamorada de él y que le brindaba la atención que Octavian no le daba.

—¿Rose dijo algo de escaparse de él y divorciarse?

—No estoy seguro. En verdad no lo recuerdo.

Oliver rebuscó en los cajones de uno de los pequeños muebles que se encontraban en su sala, sacando después de un rato una pequeña caja, la cual abrió y depositó sobre la mesa ratona frente al gran sofá donde se hallaba sentada Anne. Oliver sacó uno de los gemelos y lo abrochó en su manga izquierda.

—¿Podrías ayudarme con el otro? hacer las cosas con la mano contraría no se me da de la mejor manera —sonrió mientras le tendía la pequeña caja.

Anne tomó la caja y miró la pequeña pieza plateada con curiosidad. La tomó y la observó por un momento mientras un escalofrío le recorría el cuerpo. Era exactamente igual al par qué había encontrado en casa de Octavian, grabados con una O y una J, las cuales ya no hacían referencia a Octavian Jones, sino a Oliver Jenks.

—¿Estás bien, Anne?

—Lo estoy —dijo empujando el nudo que se le había formado en la garganta—, es solo que la pieza es muy hermosa. 

Oliver tendió su brazo para que la joven pudiese colocárselo. Mary Anne intentó controlar el temblor de sus manos mientras hacía llegar lentamente el aire que inspiraba hasta el fondo de sus pulmones y exhalarlo hasta vaciarlos con igual lentitud.  

—Ya está listo.

—Te lo agradezco —dijo poniéndose de pie y yendo en busca de su saco negro—. ¿Cómo luzco? — preguntó una vez que se lo hubo puesto. 

—Luces bien. Ya no te robaré más tiempo. Debo irme ahora, no quisiera llegar demasiado tarde. 

—¿Deseas que te acom...?

—No —lo interrumpió bruscamente—. No te preocupes, he venido en compañía de Edmund. Me espera afuera —intentó decir en un tono más dulce.

Luego de despedirse bajó lo más rápido que pudo las escaleras y salió casi corriendo hasta llegar al carruaje.

—Señorita Owens, ¿se encuentra usted bien?

—No lo estoy, Edmund, debemos irnos ahora mismo.

Recordó todos los momentos que habían compartido desde su infancia. Juegos, cumpleaños, celebraciones, secretos. Lo había visto después de la muerte de Rose Mary. Había estado hablando todas esas veces con el asesino de su hermana. Las lágrimas comenzaron a salir de sus ojos como una lluvia torrencial, la impotencia le recorría el cuerpo en forma de electricidad y la hacía temblar. Sentía florecer las ganas de hacer lo mismo que Oliver había hecho con Rose. Sentía ganas de transformarse en un monstruo.  Al llegar, ingresó torpemente a la casa llamando a su hermano casi a los gritos. Thomas apareció confuso en la sala al igual que Octavian, quien salía de su estudio.

—Annie, ¿qué es lo que ha pasado? Siéntate, estás pálida.  

—Sé quién es, Thomas. Sé quién lo hizo —dijo entre sollozos.

—¿De qué estás hablando?

—Fue Oliver. Él mató a Rose. Estabas equivocado. Tenía un juego idéntico de gemelos. Ha sido él todo este tiempo y no lo supimos ver. Estaba tan claro como el agua y ni siquiera sospechamos de él. Estuvo usando todo este tiempo a Octavian para cubrirse.

—Apuesto que también es él quien era el amante de Rose Mary. Es él a quien también estuve buscando desde que encontré las cartas —concluyó Octavian.

—Miserable escoria, lo mataré por todo lo que ha hecho y ha causado.

Thomas se puso violentamente de pie y se dirigió hacia la puerta. Octavian se interpuso en su camino bloqueándole la salida para que éste no pudiese marcharse.

—¡QUÍTATE! —le gritó Thomas mientras forcejeaban—. ¡SUÉLTAME AHORA MISMO!

—No lo haré. Cometerás una locura si dejo que cruces esta puerta y te vayas.

—¡Mató a mi hermana!

—¡TAMBIÉN MATÓ A MI ESPOSA! —Octavian intentó recobrar la calma para poder seguir hablando—. A todos nos afecta la muerte de Rose Mary. Todos aquí tenemos sed de venganza, pero no podemos salir en un ataque de dolor e ira queriendo matarlo porque lo único que lograremos a fin de cuentas es que él nos mate a nosotros.

Anne se levantó con cuidado y caminó hacia donde se encontraban ambos jóvenes, colocándo su mano en el hombro de su hermano para calmarlo, intentando buscar su mirada entre sus propias lágrimas y la furia de Thomas.

—Octavian tiene toda la razón. No podemos ir contra él sin más. Aún no sabemos si sabe que lo he descubierto. Quizás lo hizo y en este momento se está yendo de Londres o no, pero necesitamos tiempo, porque no tendremos más que solo una oportunidad.

Los dos hermanos se fusionaron en un fuerte abrazo, derrumbándose uno contra el otro y a su vez sosteniéndose, liberando toda tensión acumulada.

—Lamento no haberme fiado de ti -se disculpó el joven Owens con Octavian.

—Habla bien de ti que lo hicieras. Te lo aseguro.

—¿Y ahora qué haremos?

-Pensar en un plan —afirmó Anne.

Esa noche nadie cenó y nadie pudo dormir. Los tres se quedaron en vela uniendo las piezas de lo que hasta el momento había sido un rompecabezas, agotando todas las posibilidades que tenían, descartando ideas y proponiendo nuevas, haciendo trabajar sus mentes al compás de los engranajes del reloj que anunciaba cuando cada hora de la nocturnidad avanzaba. Y todo aquello tenía un mismo propósito: detener y hacer pagar a Oliver Jenks todo el sufrimiento que había causado.

 Y todo aquello tenía un mismo propósito: detener y hacer pagar a Oliver Jenks todo el sufrimiento que había causado

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Mary'sWhere stories live. Discover now